Ecología

Actuemos como adivinos para construir mundos impensables, que venzan la rutina diaria, para evitar que esta quede despojada de recuerdos e ilusiones

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No es “vox pópuli” pero casi. Hay mucha gente que se pregunta. ¿Eso de la cooperación internacional sirve para algo? Bueno, si, pero, en según que casos … Es tan poco lo que podemos hacer, dicen muchos. Quienes no sabemos si se lo preguntan son nuestros dirigentes. ¿Será que tienen más datos que nosotros?, o quizás han olvidado cuando éramos menos ricos. ¿Acaso han aparcado sus esperanzas? Sea como fuere, han reducido de tal manera la Ayuda Oficial al Desarrollo que este insatisfecho observador la titularía así: “Limosna en diferido; permanezcan a la espera”. Pero si se anula todavía será peor.

 

La trastienda del cambio climático está en el Ártico. Con el deshielo se desatan las especulaciones de los depredadores

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Se va deshelando. Dicen que en los últimos 30 años se han perdido las tres cuartas partes de su hielo. El asunto pinta mal: ¿Qué pasará con la compleja dinámica climática global, con la corriente termohalina, si desaparece ese imprescindible refrigerador? Cuando se va a cumplir el centenario del intento de circunvalación ártica de Amudsen, de quien se dice que tenía poco de lo que hoy llamaríamos ecologista, otros exploradores mucho más interesados lo quieren convertir en el nuevo Eldorado. Los “agoreros” tememos que pase a ser campo de explotación petrolífera, mina global, destino turístico, etc. Lo mismo piensan las “exploradoras” Mengual y Anaya que se han unido a Greenpeace. Hay que renovar la presión ciudadana para imponer diques a las prácticas de los depredadores económicos. Dejemos de consumir sus productos; ahora conocemos su trazabilidad. Mientras tanto, qué tal si firmas para que el Ártico sea declarado por la ONU “Santuario global”.

Todos somos iguales, pero «ni tanto como ni mucho menos». Nos acerca una estrecha cuerda extremadamente elástica, y más en las ciudades

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La desigualdad admite todo. Da para discursos misericordiosos acompañados de eslóganes partidarios. Se esconde dentro de las estadísticas porque las macrocifras la sepultan. Habla muchos idiomas, la puedes encontrar en cualquier país, aunque está muy asentada en África, Asia, América latina, y también en el Occidente rico. Tiene rostros incrédulos, tanto negros como blancos y de otras tonalidades, de gentes de vidas tortuosas que se pregunta más de una vez: ¿Por qué yo? Quizás un castigo divino los pilló desprevenidos; también en las ciudades ricas de la Europa insensible, en la España confiada según nos cuenta Fedea. El único consuelo que les queda es que se acerca hacia ellos gente que se siente mal ante las desigualdades: las ONG de distintos tonos. ¿Conseguirán reducir las lejanías?

En el “monopoly” de los transgénicos ponen las reglas quienes nos incitan a consumir, pero siempre tenemos la carta salvadora: la información contrastada

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Cual si fuera una partida del entretenido juego, hay unos cuantos que aspiran a retener muchas tierras, o a comerciar con sus propietarios. Allí plantarán cultivos, alimentarán animales y elaborarán productos, que solo ellos pueden comercializar. Las estaciones ferroviarias del juego podrían ser aquí enormes puertos con contenedores, o pequeños comercios, incluso las redes de Internet podrían hacer de compañías distribuidoras. No faltan casillas de la suerte, pero las cartas boca abajo esconden muchas sorpresas, aunque no todo deba considerarse malo de entrada, según algunos. Queda la duda de quienes acabarán en la cárcel y de los que verán deteriorada su vida. Los jugadores ya no lanzan dados; los han cambiado por la información y la conciencia crítica, a veces por la resignación o por el despiste asumido. Pero, ¿quién decide el valor de cada casilla? Las abejas no cuentan, ya casi no quedan.

Complacientes verdades que esconden mentiras amargas. Aplausos complacidos frente a miradas incrédulas. De los ODM a los ODS

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Los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) parecían ciencia ficción cuando se formularon. Estamos en 2015, el año del cuenteo de los éxitos y fracasos. De todo ha habido, pasos firmes y retenciones dolorosas. Como todo en la vida, depende de cómo se mire. Los balances nos muestran miradas diversas. La Plataforma 2015 y más aboga por aumentar el estudio, el análisis, la reflexión y el debate como vía para dar respuesta a los desafíos actuales y no quedarse en resúmenes complacientes. El PNUD se muestra satisfecho en su balance y plantea el post-2015. Por ahora, en los países ricos, estas preocupaciones globales quedan demasiado lejos. Hagamos cultura social. Leamos el estupendo reportaje periodístico que nos ofrece “Planeta futuro” de El País que lleva por título “De los Objetivos de Desarrollo del Milenio a los Objetivos del Desarrollo Sostenible”. Comentémoslo con nuestros amigos y conocidos. Algunos pensamos, creemos en un acto de fe socioecológica, que otro mundo es posible.

Envía un wasap urgente al futuro y pregúntale cómo será el mundo dentro de 15 años. Me impaciento cada minuto que pasa

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No es mucho tiempo, no será muy difícil la predicción, teniendo tantos adivinadores. Pero hay muchos hilos que se nos escapan, porque tejer a la humanidad es difícil. A principios de cada año, la Fundación Belinda y Hill Gates publica sus deseos para el año en forma de una carta. Para este 2015, pronostican que mejorará mucho la vida de los habitantes de los países más pobres en donde también se reducirán las muertes de niños y las enfermedades, que el mundo será mejor. Algunos dudan de tales rotundidades. Y nosotros, ¿cómo vemos el 2030? Oxfam Intermon nos proponía hace unos años Cultivar un futuro mejor. La apuesta sigue vigente. A ver si el futuro nos responde lo mismo a todos. ¡Ya sería casualidad!

¡Tener o no tener salud, esa es la cuestión! La duda es universal, lacerantemente cartesiana, … Sin respuesta fiable

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Anteayer se recordaba en todo el mundo, con la celebración del Día Mundial de la Salud, la importancia de la alimentación en la preservación y mejora de la existencia de las personas. ¡Vaya tontería!, dirá alguno. Pero en este asunto todavía quedan muchas cosas por aprender, o recordar. La inocuidad de los alimentos ni siquiera está garantizada aquí, en el mundo rico. Quien quiera enterarse solamente debe revisar el resumen de las noticias de RTVE. Mientras la duda sigue ofendiendo, la cobertura sanitaria universal todavía es una entelequia. A la vez, se acrecienta el despilfarro de alimentos, como denunciaba El Huffington Post. Sigue, más bien se acrecienta, la duda y se convierte en extremadamente cartesiana: ¿Somos una especie colaborativa?

Mire el cielo. Quizás encuentre un fulgor delicado: gentes diversas, algunas espectrales, tratan de mitigar esa soledad inherente al ser humano moderno

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“Compartir el cielo” podría ser una máxima religiosa de quienes creen en el más allá. Pero no, podría ser un capítulo de un libro de quien cree en un más acá que dure, Naomi Klein. Esta periodista, que escribe sus artículos en New York Times, The Guardian y The Nation, lleva años clamando contra el capitalismo que batalla contra el clima. Porque, a este paso, no habrá un más allá terrenal, o será bastante limitado. Puede leer su último libro: Esto lo cambia todo: el capitalismo contra el clima (Paidós). Para entrar en materia lea el artículo que publicó recientemente El País sobre su lucha, o el del periódico El Mundo. ¡Más claro agua!

Seguimos recalentándonos. ¿Misión imposible o despiste intencionado? Cuanto antes lo aclaremos, mejor nos irá

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Los insuficientes planes de los países ricos para luchar contra el cambio climático oscurecen sus bonitas intenciones. Acaban de presentar sus propuestas de mejora ante la ONU para dar valor a la conferencia de Paris 2015. Como entre unos 32 son responsables de casi el 80% de las emisiones, deberían reducirlas en ese mismo porcentaje pensando en el 2050. Pero solo aspiran a hacerlo en un 40%, y eso suponiendo que cumplan sus buenos deseos para 2030. Ahí aparecen enfilados EE.UU., Rusia, la UE, China, Japón, etc. España asegura que deberá reducir el 40% en relación con 1990. Algunos no se creen estas buenas intenciones. Así lo proclama un artículo aparecido en la revista Nature. Hace unos cuatro meses China y EE.UU. firmaban un acuerdo contra el cambio climático: bien pero manifiestamente insuficiente, porque ninguno de los dos países ha dado todavía detalles de cómo piensan llevarlo a cabo según el Centro para el Clima y Soluciones Energéticas. Seguiremos informando.

El inodoro lo traga todo, en los cuartos de baño donde no hay contenedor de residuos ni con(s)ciencia ecológica

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Cual si creyésemos aquello que dijo Ramón Gómez de la Serna “Demasiada taza para tan poco chocolate” usamos el inodoro para eliminar todas las inmundicias. Las toallitas húmedas, que portan en su envase el equívoco mensaje de que se pueden “liberar” al inodoro, son el peor enemigo de los sistemas de depuración de aguas de las ciudades. Hogares verdes lo ha titulado acertadamente “la limpieza más sucia”. EurEu, la asociación que agrupa a las empresas de abastecimientos y saneamiento de 27 países europeos, por tanto muy interesados en hacer negocio, sostiene que la eliminación de estos residuos supone entre 500 y 1.000 millones de euros anuales. Su informe “Los retretes no son una papelera” lo explica suficientemente bien. Sigan leyendo “El monstruo que atasca las cloacas”, el interesante artículo de “El País” recientemente publicado. ¡Salud!

Tan contaminados nos cultivan que hasta nos están cambiando el sistema hormonal. ¡Quién dijo miedo! ¡Mutemos a lo desconocido!

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Los contaminantes hormonales son sustancias que están alterando el sistema hormonal de personas y animales. Pueden provocar efectos adversos para la salud. Esos “disruptores endocrinos” (EDC en sus siglas en inglés) están relacionados con importantes enfermedades cuya incidencia está aumentando en todo el mundo. Dentro de las que se ha establecido ya la relación están ciertos tipos de cáncer (mama, testículo, próstata, etc.), también problemas de salud diversos (fertilidad, obesidad, diabetes, trastornos neurológicos, etc.). Tan serio es el problema que se avecina para el medio ambiente y las personas por estas prácticas que la OMS y el PNUMA de la ONU han alertado a los gobiernos para abordar este problema. Ecologistas en Acción, siempre atentos a nuestra contaminación ambiental, han puesto en marcha Libres de contaminantes hormonales para informar sobre esas sustancias que dañan el sistema hormonal. Mientras la Comisión Europea bloquea esas sustancias, aquí el Gobierno padece ceguera “disruptora”. No es el único caso. Enterémonos de qué va esto. El saber no ocupa lugar, aunque a veces nos cause preocupación.

 

Quien no quiera ver lo evidente solamente tiene que apuntarse al instinto gregario. Si además acumula pereza, y es un poco cobarde, la cosa está hecha

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Nos lo había dicho Harrisburg  el 28 de marzo de 1979; nos lo recordó Chernóbil el 26 de abril de 1986. No los creímos. ¡Vaya estupidez lo del principio de precaución! Pero llegó aquel 11 de marzo de 2011 y Fukushima estalló. Mientras tanto hubo otros despistes dolorosos como el de Vandellós del 28 de abril de 1989; de algunos no nos enteramos, no nos dijeron nada (unas 30 averías desde su inauguración en 1972). Demasiadas primaveras truncadas. Vivir nuclearizados tiene sus riesgos, y la cultura del riesgo no se gestiona aquí; preferimos llamar a los bomberos cuando el fuego nos abrasa y lamentarnos de nuestra desgracia. ¿Estamos seguros en España? ¿En qué va la política nuclear global, la reapertura de Garoña y lo del almacén de residuos? Casi nadie dice nada: sumisión, oscuridad o pereza. ¿Explicarán algo los partidos políticos en las próximas campañas electorales?

Cada vez alumbran más las tinieblas climáticas. ¡Menos mal que ayer en la «Earth hour» no se nos olvidó apagar la luz!

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Los bien intencionados ecologistas de WWF dicen que el apagón de ayer de algunos edificios es un momento para la reflexión climática. Pero los interruptores todavía no piensan, la mayor parte de la gente tampoco, o no está bien informada. El cambio climático ha venido para quedarse. No es un buen huésped. Los gobiernos miran para otro lado mientras hacen sus cuentas. Nosotros tampoco les pedimos mucho, aunque todos nos sentimos un poco mejor con el “esfuerzo” de ayer. No pudieron hacerlo quienes no disponen de luz en sus hogares en todo el mundo según el Banco Mundial. Serán unos 1.100 millones de personas, según registra un organismo de la ONU.

Ecología mutante que tarda en regresar a la esencia porque se ha quedado maltrecha por la crisis

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No todo es verde en el medio ambiente de la Unión Europea. Hay más de un gris oscuro, casi negro si lo miramos con gafas de futuro. No lo es porque no se sabe que existen una serie de retos sistémicos a los que debe enfrentarse Europa, porque para satisfacer a las necesidades de la humanidad hay que adoptar estrategias de gestión coherentes, porque para ello hay que transitar hacia una economía verde, porque las inversiones ecológicas de hoy son necesarias para transiciones a largo plazo, pongamos 2050. Los grises los ponen los gobiernos, que no se creen que los sistemas de producción-consumo plantean grandes retos políticos. Tampoco muchos ciudadanos estamos atentos a pesar de manifestar lo contrario en el eurobarómetro, el ahora nos ahoga las ilusiones, o simplemente pasamos, porque “del dicho al hecho va un trecho”.

La duda metódica nos desconcierta cuando revisamos maniobras de las multinacionales que manejan el mundo. ¿Y si fuera verdad?

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La IARC (Agencia Internacional para la investigación sobre el Cáncer), que depende de la Organización Mundial de la Salud (OMS), califica al herbicida glifosato como «probablemente cancerígeno para los humanos», generador  de «evidencias convincentes» de que causó cáncer a animales de laboratorio. Hasta ahí poco nos impresiona. Pero si decimos que este producto está en la mitad de los herbicidas que se utilizan en nuestros campos, la cosa cambia. Porque desde ahí van a la boca. Algunos medios de comunicación no dudan. Relacionan ese insecticida con el autismo, preguntándose si sera un bulo o una hipótesis. Rápidamente, la mayor empresa fabricante, Monsanto, se ha apresurado a decir que no existen esas evidencias, que dicho producto está autorizado. Seguimos con la escéptica duda como método; nos lo recomendó Descartes. ¡Nos han ocultado tantos datos tantas veces!