Ecología
Adioses y sueños climáticos faltos de reencuentros ecosociales
Decía Mario Benedetti que había muchas formas de despedirse. Desde aquí queremos encontrarnos. Lo hacemos cada día aun con quienes no conocemos, aunque estemos lejos. La maneras de despedirse de Benedetti las copiamos para pensar en quienes como nosotros aspiran a la transformación social de la economía compartida, del medioambiente que son muchos y a la vez uno, todos con el entramado social. Soñamos que ha triunfado la lucha climática, que vamos por el buen camino. En él damos la mano a otra gente, y a la vez la espalda a los negacionistas. Entre unos y otros repasamos fechas clave en la lucha, reflexionamos sobre los motivos de los olvidos, desterramos el creciente «nunca lo conseguiremos», porque todavía debemos encontrar algunas hojas de esperanza si pensamos en quienes vienen detrás que abren los brazos para recoger nuestro legado.
Aunque a veces nos sintamos «colapsistas», porque el cambio climático se incrementa a velocidades catastróficas.
Es una suerte que quede el abrazo emocional, las utopías que unen a gente del norte europeo con el sur africano, del este de Asia hasta el oeste americano. Lo que antes era un consuelo, mal de muchos satisfacción individual efímera, se convierte en la necesidad de que ojalá entendamos que el adiós al futuro no se debe pronunciar en estos cometidos sociales. ¿Saldrá algo de eso de la COP27? Porque, no queda otro remedio, los adioses pueden ser holas que vayan madurando con los días, que nos anuncien vivencias compartidas, el sur con el norte, el este con el oeste, y el centro por todos los lados, ya sean grandes ciudades o aldeas minúsculas.
Al contrario que le sucedía al escritor y poeta uruguayo queremos desear lo que ahora parece que no podemos tener: una menor intranquilidad climática por haber hecho bien las cosas, por haber despertado a tiempo, por desear lo que parecía que no se podía tener: un clima respetado y construido para bien, empujado por mitigaciones y adaptaciones varias.
Lo queremos presentar para que todo el mundo lo vea, lo entienda y desea luchar contra el destino marcado por quienes mandan y tienen sueños con un solo personaje. Esa lucha de personas anónimas, la mayoría no asisten a la Cumbre del Clima COP27 de Egipto, al menos disfrutarán siempre de la unión de fuerzas que es la argamasa de los recuerdos, también sabrán enfrentarse a las incertezas climáticas que nos seguirán acompañando. Pero los rebeldes ante la emergencia climática exprimirán una y otra vez el recuerdo de la lucha. Adioses y gracias Benedetti, y disculpas por haberte reescrito el poema Adioses. En defensa propia. Sucedió que leyéndolo se nos convirtió en un palimpsepto; algún duende había escrito antes en el papel sin que te dieras cuenta. Solo permaneció inalterable aquello de que «Exprimo nuestra vivencia/y no la dejo quedarse/ en el pasado».
Por todo lo escrito y mucho más, aunque la COP27 acabe desdibujada y nos despierte poca ilusión a quienes creemos en que mejorar la crisis climática es posible si existe voluntad de los que mandan y exigencia de la ciudadanía, reproducimos aquí Dale vida a tus sueños de Benedetti, cuyos sueños deberían llevar detrás el adjetivo climáticos, que ahora son un distintivo vital.
Dale vida a los sueños que alimentan el alma,
no los confundas nunca con realidades vanas.
Y aunque tu mente sienta necesidad, humana,
de conseguir las metas y de escalar montañas,
nunca rompas tus sueños, porque matas el alma.
Dale vida a tus sueños aunque te llamen loco.
No los dejes que mueran de hastío, poco a poco.
No les rompas las alas, que son de fantasía,
y déjalos que vuelen contigo en compañía.
Dale vida a tus sueños y, con ellos volando,
tocarás las estrellas y el viento, susurrando,
te contará secretos que para ti ha guardado
y sentirás el cuerpo con caricias, bañado,
del alma que despierta para estar a tu lado.
Dale vida a los sueños que tienes escondidos,
descubrirás que puedes vivir estos momentos
con los ojos abiertos y los miedos dormidos,
con los ojos cerrados y los sueños despiertos.
Gracias Maestro, aunque no sabemos si ahora mismo redactarías de idéntica forma tus poemas que hemos «reclimatizado».
SOS por la infancia: ¿El año más frío del resto de su vida?
Niños y niñas que viven el futuro de hoy, ajenas en parte a lo que se encontrarán a la vuelta de la esquina. Sus sensores de calor marcan temperaturas individuales, suscitan protecciones diferenciadas. El calor es una magnitud convertida en sensación, y ya sabemos que estas maniobras confunden. Por eso, muchos niños y niñas ven mermada su salud, incluso en nuestros países ricos.
Pero quienes estudian las variables de cambio climático dejan a un lado las sensaciones ajenas o propias y evocan el futuro con magnitudes medibles. Ahí está Unicef que acaba de dar a conocer El año más frío del resto de su vida. Proteger a la infancia frente al impacto creciente de las olas de calor. Extractamos varias -algunas son copia literal- conclusiones:
- La rapidez acelerada de la crisis crisis climática nos ha traído por todo el mundo olas de calor cada vez más prolongadas, intensas, extendidas y frecuentes. Estos sucesos no distinguen a quienes los sufren, sean niños o no, tengan sensaciones en un sentido o en otro.
- Se estima que cerca de 559 millones de niños ya están expuestos a esas multiplicadas olas y sus «desperfectos».
- Al paso que vamos, en el año 2050 casi todos de los más de 2.000 millones niños y niñas del planeta deberán soportar olas de calor más frecuentes que ahora. Ocurrirá así tanto si se ha producido en esa fecha el «milagro» de que el mundo haya logrado un escenario de “bajas emisiones de gases de efecto invernadero” (+1,7 ºC de temperatura), como si las elevadas emisiones de GEI han llevado a un calentamiento estimado de + 2,4 ºC.
- Debemos actuar inmediatamente, y eso pasa por protegerlos (adaptando los servicios sociales), prepararlos (para que puedan vivir en una nueva situación climática), priorizar a la infancia y los jóvenes en la asignación de recursos (financieros y de otro tipo relacionados con la crisis climática) y prevenir la probable catástrofe climática (reduciendo drásticamente las emisiones de GEI).
El título del informe avanza lo que es ya realidad y probablemente será verdad absoluta, cuando esa infancia sea adulta. Nos encontramos en el año más cálido desde que hay registros en la mayoría de los países; y eso que la series climáticas ya se teñían de rojo peligroso los años anteriores. Este calentamiento global no es coyuntural, sino que será pronto parte básica de la estructura de la vida. La infancia y adolescencia -en edad adulta dentro de poco- sufrirán y deberán gestionar el calentamiento global. Mala herencia les dejamos. Lo avisaron el 27 de octubre pasado ONU Ambiente (Pnuma) en Emissions gap report 2022 y la Agencia Internacional de la Energía en World Energy 2022 . Las cifras de las emisiones y tendencias descorazonan a quienes piensen un poco en el futuro colectivo.
En el pasado mayo, Unicef llamaba la atención y pedía actuaciones urgentes en su informe de Innocenti, titulado Report Card 17: Lugares y Espacios. Avisaba: El consumo excesivo en los países más ricos del mundo está destruyendo los entornos de la infancia en todo el mundo. Ellos están organizando entornos más saludables para los niños dentro de sus fronteras, pero a la vez están contribuyendo de forma desproporcionada a la destrucción del medio ambiente.
¿Demasiado pesimismo en los informes? Siempre tendrá utilidad si eso es fuente de energía vital transformadora, decía más o menos Pessoa. Pero nos quedamos, adaptado a nuestra intención y sensación, y pensando en los hijos y nietos (Mario y Pablo, Iris y Ramón) propios -tienen la fortuna de vivir en un país rico-, con aquello que para otro menester escribía en La tregua (1960) Mario Benedetti: Ojalá que pasado mañana cada niño, niña o adolescente tanto del mundo pobre como del rico se sientan «a la vez protectores y protegidos, que es una de las más agradables sensaciones que puede permitirse el ser humano».
La peligrosa aventura de conjugar el verbo cazar en la escuela
Parece una estrategia sacada de los juegos de ficción en el ordenador. Al leer la noticia pensé que era falsa, como otras muchas que proliferan en la Red. Di vueltas telemáticas por diversos periódicos. Allí estaba también. Volví a la entrada de El País. Utilizaré entrecomillados para no ser exageradamente subjetivo. Me (in)tranquiliza un poco la noticia, dice que por ahora los escolares andaluces «de primaria de 90 centros (de un total de 2.300) no tocarán las armas al menos este curso. Solo accederán a contenidos vinculados a la naturaleza elaborados por la Federación Andaluza de Caza». Trato de imaginar a sus miembros de educadores ambientales y no logro verlos. Le doy vueltas a los posibles contenidos de la naturaleza que van a emplear; me cuesta que se tengan que hacer visibles de esta forma. Leo más abajo «Vox, Cs y PP incluso firmaron un compromiso escrito para la promoción y conocimiento de la caza en el currículo escolar y así aprobar los Presupuestos de 2020, pero quedó en papel mojado». Menos mal, me digo.
No sé si dicha estrategia didáctica será una actividad complementaria o extraescolar, si figurará en el Proyecto de Centro. Me quedo sumido en el despiste existencial cuando leo lo que manifiesta la Federación Andaluza de caza “Lejos de lo que pueda pensarse, no se trata de formar en materia de caza, ni adoctrinar en relación a la actividad cinegética: únicamente tratamos de acercar la naturaleza a los niños, mejorar el contacto con ella, que conozcan los aprovechamientos naturales y sostenibles del monte y que tengan argumentos y criterios propios para juzgar”. Por lo que dicen parece que quieren ser Monitores ambientales; alguien habrá con sensibilidad por la biodiversidad. Así dicho no suena mal, pero ¿qué pasará cuando se hagan las prácticas en el entorno? ¡Monitores de la naturaleza con escopeta! ¡Alumnado de Conocimiento del medio viendo la biodiversidad en la caza!
Una pregunta que me surge, así sin pensar mucho, ¿qué contenidos se reservan para el alumnado de secundaria o bachillerato; no digamos de FP?
Pero aún hay más, o peor. «Desde 2016 los escolares extremeños pueden coger escopetas de aire comprimido un día al año en Alange (Badajoz)». Extremadura a la cabeza. Allí los cazadores reclaman su papel conservacionista.
Existe en Andalucía un proyecto llamado Huellas (que ha sido elegido por más de 90 colegios). En él se incluye el programa «Vivir y sentir el patrimonio» ―optativo para los colegios, menos mal―. Quienes lo desarrollen permitirán que «los escolares presencien exhibiciones de tiro con arco y cetrería, aprendan el rastreo de animales mediante sus huellas, conozcan el adiestramiento de los perros de caza y aprendan recetas de cocina vinculadas a las presas. El proyecto se basa en tres ejes: sostenibilidad del medio rural, observación de especies silvestres y etnografía del territorio». Me suena a un estruendoso (sic) pero estaré en un error pues es ensalzado en algunos medios de comunicación.
Le doy vueltas a lo que pensaría el admirado Miguel Delibes, un cazador especial, de este asunto. Si no recomendaría emplear el tiempo escolar en otra cosa. Por ejemplo en leer y debatir libros o documentales que hablasen de la naturaleza, sus sucesiones e interdependencia de la biodiversidad y el entorno. En fin, que se lean el artículo de El País y hablen del asunto en sus claustros y departamentos. Opinen si esto va en consonancia con la Lomloe y muchas leyes anteriores, incluso del Partido Popular. A propósito, ¿qué dirán de esto los departamentos de Educación de esas CC.AA.? Y el Ministerio?
Por más vueltas que le doy no logro asimilarlo. Me pregunto cómo comprobará la Inspección Educativa si se han adquirido estos conocimientos. Por cierto, en esta entrada hablamos de la caza como contenido escolar, no de la caza, que sería tema para otros análisis y debates, los cuales ni nos ilusionan ni estamos preparados. ¿Qué tal si consideramos y debatimos lo que expresa el Consejo General de la Abogacía de España?, por decir algo que me centre en el asunto.
«Hemos cambiado el mundo». Hasta siempre Latour
El maestro de la filosofía de la vida, una de las voces más claras del ecologismo falleció el domingo pero no nos dejó, nos legó su tesoro del pensamiento. Como aquella sentencia que nos dice que no vivimos en la misma Tierra, que hemos cambiado el mundo; que transitamos por una situación dramática en cuestión política y ecológica. Estado transitorio que afecta a todos por los graves problemas sociales y ambientales generados por nosotros mismos. El calentamiento global lo es también en las relaciones internacionales. El llamado progreso está acabando con la biodiversidad.
Los despilfarros de hace unos años no sirven como modelo de vida actual. La cuestión es que todo el mundo se da cuenta y apenas reconduce su vida. La bifurcación de la naturaleza es un hecho. A partir de un momento, digamos que a finales del XVII, por un lado iban las leyes que la ciencia objetiva empezaba a descubrir y por otro lado las subjetividades.
Sorprende que veamos las situaciones problemáticas, que nos confirma la ciencia como los estragos de la COVID o el cambio climático, y no sepamos reaccionar con la rapidez que todo requiere. Nos cuesta deshacernos del sentido de la vida que marcan la abundancia y las comodidades. Hoy el mundo está cambiado, las bacterias y los virus que no vemos permanecen con un protagonismo especial. Son los que construyen la habitabilidad del mundo.
Se ocupó en pensar sobre las modernidades, que no es solo correr al lado de la técnica, sino como un proyecto de investigación para saber lo que realmente pasa en este tiempo moderno. Debemos repensar el lema «modernízate y no te quedes rezagado», pensando antes en el qué y en el cómo. Acaso es un enigma que llevamos 50 años estudiando y del que no sabemos mucho. Toda la gran maquinaria del progreso se paró de repente con la irrupción de la COVID. Hay demasiados «hombres blancos-lenguas de serpiente», que dicen una cosa y hacen la contraria; solamente es necesario mirar a la política mundial y a escuchar lo que dicen los opinadores mediáticos. A la vez todo el mundo se pregunta «qué hacemos y qué queremos». La modernidad ha terminado, se ha convertido en una fuente de destrucción; algo así como un paréntesis que ahora se cierra y hay que imaginar otro mundo, que con viejas existencia y deseos no modernizaremos. Un planeta que se está volviendo inhabitable. Debemos cambiar nosotros.
Se puede seguir disfrutando de Bruno Latour en varias entrevistas esclarecedoras. Siempre debemos tenerlo presente; nos irá mucho mejor.
La letanía de los crédulos climáticos; apenas practicantes
Debo reconocer que me quedé sorprendido con los resultados de la encuesta realizada por Simple Lógica para elDiario.es. Los analistas encuentran en ella que «casi el 70% de la población respalda medidas como regular o limitar el consumo de energía, restringir el uso del coches en las ciudades o aumentar los impuestos a las actividades más contaminantes». Además, una gran mayoría de los españoles y españolas, el 83%, cree (no se dice que piense a carta cabal), «que el cambio climático es una amenaza que hay que combatir con urgencia».
Debo reconocer que me ha sorprendido que los votantes de casi todos los partidos, excepción hecha de los del NO a todo, no se diferencian en exceso en sus creencias (re)climatizadoras. Porque claro, asombra esa casi unanimidad al valorar la existencia del cambio climático, la necesidad de actuar para aminorarlo y la urgencia en ponerse manos a la obra. Es más, hasta se cree en la medidas de ahorro de diverso tipo (coercitivas por parte de las administraciones), para combatir la emergencia climática en la que nos encontramos. La cosa es que los resultados van en consonancia con los de aquella encuesta que hace un poco más de un par de años hizo Sigma Dos para El Mundo.
La ficha técnica del muestreo me hace ser precavido, sin dudar para nada de la idoneidad de la empresa que hace la encuesta. Claro que por lo que veo afecta a la sustancia de lo aprobado por el Gobierno el 1 de agosto para hacer frente a la crisis climática. No sé si se alude a la implicación personal en apoyo a las medidas que marcaba el Gobierno. Si así fuese, o si no, los dirigentes de los partidos en la contienda negacionista de todo lo que propone el Gobierno, fundamentalmente el PP y el otro, deberían reunirse con sus votantes (que no sé si solo creen y además piensan y actúan). Por si fuese el caso, cambiar de estrategia.
Debo reconocer que no tengo idea precisa de la percepción ciudadana real del cambio climático, a pesar de la cantidad de artículos e informes que he leído y comentado, algunos en este blog. Me lo confirmó «El día sin coches» último, que en una observación parcial en un nudo viario conflictivo normalmente de la ciudad donde vivo, sin valor estadístico, no noté en absoluto. Es más, según decían las televisiones el día se celebró con muchos coches y la mayor parte ocupados por una sola persona. Seguramente pertenezco al grupo de NS/NC, que en todos los casos es considerable. Ya me lo adelantó Sócrates hace unos 2.400 años.
Por eso lo del título: una letanía con escasos practicantes, un atrevimiento personal sin duda, a la vista de los resultados de un simple observador; y de la reposada lectura de los datos de los consumos del combustible y en general la energía. Por eso no me cuesta afirmar que el asunto de la crisis climática y su enfoque es aquí, en España, un drama político y social, con un amplio elenco de personajes.
¿Y si hubiese ocurrido lo del diluvio universal? Los dioses buscan un nuevo Noé
Desde hace unos días leo y veo los rastros de las inundaciones. Imágenes de tierras arrancadas, ríos urbanos nuevos y personas dolientes. Sus caras son el espejo de algo inesperado. Veo en la mayoría de toda esa gente anónima el futuro incierto en un presente desolador. Alguien se lamenta del infortunio, otros culpan a la naturaleza. Por cierto, las inundaciones son la catástrofe natural que más daños causa en España. Por eso, algunos defienden que debería construirse más pantanos para laminar la tempestad casual. Pero da la casualidad de que este año, a pesar de tantos desbordamientos de cauces que han causado daños personales y materiales, los embalses se encuentran bajo mínimos. Y es que la lluvia torrencial no entiende todavía dónde caer y cómo hacerlo. Piensen un poco dónde se dan y se producirán este verano-otoño las danas catastróficas. Por eso, hay quien defiende otras gestiones del agua y la liberación de los barrancos y llanuras de inundación de recorridos fluviales. La lista de las inundaciones en España es larga en este 2022; lo que nos faltaba después de la pandemia. Andalucía, Euzkadi, Castilla-La Mancha, Galicia y así el mapa autonómico completo se llena de paisajes inundados por lluvias torrenciales.
No solo suceden en España. Seguir las inundaciones que han asolado el mundo durante este verano nuestro, invierno para otros, es toda una lección de Geografía. A primeros de julio hubo hasta una orden de evacuación en Sidney y Nueva Gales del Sur (Australia). Señalemos en el mapa Kentucky que soportó una de las más grandes de su historia. En el Valle de la Muerte, en California, cayeron en tres horas de un día de agosto el equivalente al 75 % de la lluvia anual de media. El río Yellowstone, que da nombre a uno de los lugares más biodiversos del mundo subió de nivel unos 4 metros (desconocemos si el oso Yogui habrá tenido algún problema. El enorme Brasil ha sufrido varias, ahora solo me acuerdo de las de Pernambuco pero hay otras. En Alemania llevan una año tremendo. Si no que lo pregunten a los ribereños del valle del Ahr.
En Pakistán y Bangla Desh los monzones descargaron hace unos días lo nunca visto. Se llevaron muchas vidas, destruyeron pueblos enteros y motivaron desplazamientos de cientos de miles de personas. Porque ya se sabe las desgracias siempre se ceban con la gente más humilde de los países pobres. Córcega, Italia, Austria, Reino Unido y un etcétera que no cabe en este chispazo. ¿Cómo se explica todo esto?
Lo del bíblico diluvio universal no está claro tal cual lo cuentan, como un castigo divino, y dónde aconteció aunque el Arca quedase anclada en el monte Ararat. Me da por preguntarme quién sería el nuevo Noé (podría ser un equipo de demócratas quien decidiera, porque lo de alguien puesto a dedo no os convence) y qué o a quién se llevaría en su arca para hacer renacer la estirpe humana. Si haría una encuesta o algo así, si elegiría a quienes más sufren, a la gente que más poder y dinero tiene, a los presidentes de las grandes tecnológicas, a los líderes del G20, a los presidentes de las ONG socioambientales, a la gente sabia de las Universidades e Institutos de Investigación, a los artistas, a la gente de la lista de los más ricos para que pagasen la reconstrucción. Se supone que no haría discriminación por razón de sexo, raza o religión. ¡Vaya papeleta! Por cierto, ¿se llevaría animales, plantas y seres vivos de todo tipo para recuperar lo perdido? Unas palomas habría que llevar, por eso de si volvían con una rama de olivo. Aunque pensándolo bien las palomas están desprestigiadas desde que dejaron de intervenir en la paz mundial.
¿Y si estuviéramos asistiendo a nuevos episodios del diluvio universal? Tantos años de historia aprendida para encontrarnos a estas alturas en semejante situación. Una pregunta sin mala intención: ¿Por qué está la naturaleza tan enfadada con la gente? ¿O el asunto sigue siendo un castigo divino?
La nostalgia del futuro se reimagina en el presente
Miramos atrás para tirar hacia delante. Los tiempos dulces, no para todos, se rompieron definitivamente con la expansión de la pandemia. Más bien se mostraron elocuentes. Como siempre, los pobres del mundo apenas salieron en los noticiarios. Buscar ahora mismo, escuchar o leer, una referencia a los desastres bélicos, ambientales y humanitarios que soportan los países pobres es una aventura sin final.
Nosotros a lo nuestro, que los pobres ya tienen bastante con sus desgracias y poco podemos hacer desde aquí; eso dicen pero el asunto daría para muchas conversaciones. Tras el paréntesis veraniego vendrán los lamentos de antes, prioritariamente los nuestros: bienestar real, agua a discreción, inflación controlada, salud de las de verdad, viajes y fiestas sin limitaciones, trabajo digno, etc. ¿Y si el mundo nuestro ya no es como era? Tenía guardada en mi cuaderno de esperanzas lo que Bauman llama las retrotopías. Que más o menos querrá decir algo así como que la nostalgia nos hace volver al pasado sin exabruptos pandémicos, bélicos, ambientales o inflacionistas; como si nada hubiera sucedido; aunque Bauman lo ajusta más diciendo que es «la negación de la negación de la utopía». Pero la nostalgia es un cofre con doble fondo. Se aflora lo brillante o menos malo y se esconde aquello que no encaja; algo así leí que dijo G. García Márquez. Pero pocas veces se usa la nostalgia para separar lo que hicimos mal y no volver a equivocarnos.
Dicen que en el mundo rural pervive la nostalgia, que ilumina los horizontes mañana y tarde. La idealización de lo rural no va a detener las huidas permanentes, en todo caso las suavizará un poco. Si la gente se fue de los pueblos es porque alguien o algo los echó; acaso las nulas expectativas de futuro. Los grandes rebaños no tenían quien les llevase el morral. Al irse dejaron que la naturaleza retomase el espacio perdido. Campos del olvido que escondieron sus márgenes a pesar de la sequías. Márgenes que los incendios que ha padecido Europa, España donde más, alumbraron para eliminar otras nostalgias. Pongamos cuidado porque la nostalgia es a menudo una seductora inquietante.
Los poderes políticos grandes y los entes con dineros a mansalva incrementan la nostalgia en sus consejos de mandamases por mantener su papel en el mantenimiento de un orden estricto, como antes. ¿De qué nos sirven las nostalgias del pasado si se centran en las relaciones económicas y totalmente subjetivas dirigidas a preservar privilegios económicos, de género, de raza/origen, de país, etc.? Lo macro nunca tuvo en cuenta lo micro. Lo veremos en el mundo, también en Europa, cuando el verano sea la entrada de un otoño social y económico. Acaso más grave en invierno. Nostalgias del pasado de nuevo. Un intento de idilio con lo que antes veíamos bien, o quizás mirábamos mal.
Utopía de volver a un cierto paraíso, estilo Tomás Moro, que antes no cesábamos de criticar. Solo es necesario leer alguno de mis antiguos chispazos para comprobrarlo, o buscar en Internet. Pero el horizonte lejano es un espacio vacío que hay que rellenar. Nos lo han recordado las incertidumbres emergentes. Volviendo a Bauman: ¿No será que los poderes establecidos nos supieron vender, y nosotros compramos sin pensarlo mucho, que la individualización del progreso era una forma de liberación? ¡Vaya chasco si fue así!
Acaso, cuando llegue septiembre, el recorrido del camino al futuro podamos convertirlo en un recorrido de limpieza de esos daños que se hicieron en la búsqueda de las promesas. Nos quedan los presentes. Aprovechemos para
P.D.: ¿Qué pensarían si leyesen esto los pobres de todo el mundo, las mujeres oprimidas de Afganistán o cualquier país, los sin techo, los inmigrantes sin futuro que enlace con la nostalgia, los pensionistas que no acaban ningún mes sin deudas, los damnificados por las inútiles guerras, etc.? También les podríamos preguntar a los chicos y chicas de nuestros institutos de secundaria, a los universitarios o a quienes se tuvieron que conformar con ningún título.
La rebelión de la naturaleza explosionó, y nosotros en medio
Parece que todo se ha aliado para hacernos la vida más complicada, hasta la naturaleza está en nuestra contra. Se ha alejado de aquello que Dante decía de que era el arte de Dios; luego los dioses no nos quieren, o nos alertan de que todo es posible y nada es improbable. Llegó la COVID-19, atribuida por gente de ciencia a la liberación vírica de los bosques eliminados. Después de resistir a la pandemia el calor asfixiante nos envuelve, todos metidos en una multicrisis climática que nos sofoca y nos hurta el agua que magnánimamente nos daba. Olas de calor por todo el mundo, el dios del fuego bajó a la tierra. Tierra reseca cada vez más que sin la lluvia que la naturaleza enviaba de vez en cuando arde con el olor del fuego: incendios que la naturaleza generaba pero ahora llevan el mensaje de rebelión por tanta destrucción de hábitats. Destrucción, contaminación, desamparo y pérdidas irreparables. La naturaleza sufre y llora, las personas afectadas blasfeman contra ella, porque el mundo parece otro. Muchos la acusan de una rebelión a destiempo, sin ver que otras circunstancias acechan.
Todo en el mismo lote. La sabiduría sobre el papel de la naturaleza la expresaba Francis Bacon en aquello de que solamente podemos «dominar» la naturaleza si la obedecemos. Ni aun así, le diríamos al filósofo y mucho menos si hemos hecho de la tierra un infierno para sus habitantes. ¿Quién no se rebelaría? Muchos de nosotros que seguimos empeñados en dominarla, cueste lo que cueste, aunque sea nuestra existencia. Era Julio Verne quien nos dijo aquello de que podemos desafiar las leyes humanas pero nunca las de la naturaleza, que tiene sus propios códigos no escritos pero visibles en sus formas. Incluso tras los incendios de estos días quedará algo maravilloso que será el rebrote de nuevas semillas, la vuelta de invertebrados y pájaros.
Todo en el mismo lote como aquellas filosofías críticas que hablaban que incluso en el año 2022 la naturaleza sería una necesidad del espíritu humano, como estamos comprobando estos años. En el momento en que nos han dejado visitarla ahí hemos estado. Pero nos han pillado de lleno explosiones no controladas de la naturaleza. En las anteriores rebeliones de la naturaleza, ha habido muchas, no ha incluido el papel incendiario de la especie humana. Le quita la razón a Lao Tzu que decía que la naturaleza nunca se apresuraba; nos gustaría saber lo que pensaría sobre la situación actual el sabio chino. Lo más probable es que se rebelara.
Además, la utilización torticera de la naturaleza lleva a algunos al improperio social de dejar de proporcionarnos el combustible clásico -manipulado por el hombre y cada vez más escaso o difícil de obtener en la naturaleza- y se rebela; como diciendo: basta. Pero, ¿quién escucha esa advertencia? Será alguien que consiga que entendamos que la naturaleza no es un lugar para visitar, sino para quedarse. Por eso no está solo en el campo, en el mar o lejos de las ciudades. Porque estas son hoy parte de la naturaleza, o deberían serlo sin tantos aspavientos.
Para terminar la llamada del artículo, o comenzar a entender algo de nuestra existencia, me quedo con aquello que decía Blaise Pascal, pues me sirve para entender la rebelión inducida y la explosión actual: «La naturaleza es una esfera infinita cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna». Añado, dentro tiene muchos círculos y planos cruzados con matices siempre cambiantes que la someten a rebeliones varias; especialmente cuando los humanos pretendieron a la vez sofocar los desastres que ellos u otros provocaban. Ahora son tierras calcinadas en donde el negro parece maldecir el futuro. También valdría como ejemplo el agua que no tendrán, ni para beber -por su deteriorada calidad- ni para los usos que se van inventando. Pero son tantas las escenas olvidadas, los peligros que nos acechan, las palabras huecas de quienes tienen el mando de las cosas, que tardamos en entender las espoletas o detonantes, pero nuestra pólvora esta perfectamente identificada. Ahora en forma de incendios y problemas en el abastecimiento de agua, pero mañana…
Aprovechemos la rebelión de la naturaleza para reclamar más atención y recursos a nuestras autoridades.
El incendio del Moncayo como metáfora del viaje a los infiernos
Cuando se acerca el verano los bosques y montes tiemblan de miedo. Este año el verano llegó con meses de adelanto y nos trajo incendios en la sierra de la Culebra, en la sierra de Gata, Nonaspe, Monfragüe, Ateca-Moros, Navarra y un sinfín de lugares, incluso en tierras menos secas como Galicia. De hecho, llevamos más de 235.000 has. quemadas en los 7.234 incendios de este año (37 grandes, 4 veces más que en los últimos años). También por toda Europa (660.000 has. hasta ahora en la UE), California, etc., van de récords anuales.
No hemos esperado a ver el desenlace de una amargura colectiva que nos queda próxima. Las imágenes de hoy mismo son desoladoras, por el fuego aniquilador y las caras de amargura de aquellos lugareños que tratan de apagarlo. Este chispazo es un triste canto a la naturaleza en peligro, elaborado con retazos de artículos escritos desde hace 7 años, cuando empezamos. A los miles de has. quemadas en España hasta ahora se suman las cercanas al Parque Natural de nuestro Moncayo, el vigía del valle del Ebro que también mira a las tierras castellanas. El inspirador de leyendas desde tiempos de los romanos -el Mons Caius de Marcial- y emociones permanentes; hasta los Bécquer lo supieron apreciar. Esperamos que Eolo, el dios de los vientos, no lo lleve hasta nuestro icono ibérico, el Parque Natural en donde tantos aragoneses, navarros o sorianos buscamos refugio, emociones y aliento para disfrutar del paisaje y que nos empuje hasta llegar a su cima. Por eso nuestra metáfora debe quedar sin quemarse.
Las causas de los incendios se saben: meteorología adversa aliada con cambio climático, una ola de calor que parece no tener fin, los caprichosos vientos y, en algunos casos el elevado índice de intencionalidad e imprudencias y el abandono generalizado de los montes. Contra las primeras es difícil luchar en el momento pues las llamas ganan a los medios técnicos y humanos. Pero contra las segundas sí. Sabemos que vivimos en la seca Iberia; hace falta creerlo. Todavía queda verano y mucha gente será desplazada, como ahora, por fuegos abrasadores. Al infierno forestal se llega pronto, pero la permanencia puede ser demasiado larga; las emociones de los vecinos afectados quedarán siempre en su historia personal. ¡Ojala no le suceda un gran desastre a nuestro Moncayo y sus aledaños! Habrá más incendios este verano, temblamos de miedo solo por pensar si se generan en el Norte de Aragón.
En agosto de 2015 WWF lanzó una campaña «Un grado de más un bosque menos», habría que añadir cerca de su casa, en un enclave querido o algo similar, como tantos ha habido en este año. Ya hemos superado la cifra de años anteriores en grados y en incendios. Pero las previsiones son peores: el sistema aire, suelo y agua se calienta como pocos en la zona mediterránea occidental. El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) advertía entonces de que los bosques y ecosistemas mediterráneos se encontraban entre los más vulnerables del mundo y sufrirán impactos muy severos, la zona del Moncayo entre ellos. Además, el Instituto de Física de Cantabria (CSIC-Universidad de Cantabria) manifiestaba por aquel tiempo en un informe que las áreas quemadas en la Península Ibérica se triplicarán antes del año 2075 respecto a la actualidad. El tiempo les va dando la razón, por desgracia. El infierno socioecológico se ha extendido este año por toda España peninsular y las islas.
Hace tres años era la Sierra de Alcubierre la afectada. Sabemos que los incendios son una parte de la vida cuando los provocan causas propias. Cuando llevan el rastro de la negligencia o intencionalidad humana lastiman el entramado de los ecosistemas y atentan contra las emociones colectivas. Sucedió en territorio monegrino, una joya de la estepa mediterránea y lugar de nacimiento de quien esto escribe. También allí, como ahora, se destacó la lucha que desplegaron ante las llamas los habitantes del lugar, junto con las brigadas forestales, para evitar que el fuego se extendiera. Sin saber si lo lograrían allí donde ellos y ellas luchaban para salir del infierno.
El incendio actual se explaya por pueblos pequeños en habitantes pero grandes en corazón, que se ayudan en las desgracias, que lloran también por el Santuario de la Misericordia, que tan cerca ha estado del infierno. ¡Qué no habrá visto este edificio en sus casi seis siglos de existencia! ¿Cómo mirará el incendio? ¿Tendrá poderes mágicos para apagarlo o llamará a las Brujas de Trasmoz para que usen sus artes?
Los bosques y montes se seguirán quemando, en su errante devenir entrópico. Por eso, urgen políticas activas (antrópicas) de protección del monte y los bosques, impidiendo también que los urbanitas los empleen sin respeto para sus merecidos descansos o caprichos expansivos. La huida del medio rural, la despoblación de estos lugares y el abandono de tierras cultivadas no hacen sino aumentar la probabilidad de grandes incendios. Sin olvidar que caben políticas activas durante los inviernos, con incendios provocados y controlados para mantener cortafuegos, quizás con ganadería extensiva y mucha formación para el personal forestal, con planes de actuación para cada pueblo que tiene monte cercano, para que cada vecino-a sepa actuar cuando vea cerca las llamas del infierno o prevea que estas pueden llegar si se juega con fuego en momentos de temperaturas extremas y graves sequías.
El evaporado poder del agua, versión 2022
Cuenta la leyenda que una vez se reunieron en torno a una jarra de agua varios pensadores ilustres y cada cual expresó el valor del agua en una frase corta. Uno de los presentes, Leonardo da Vinci (en excelso pintor y dibujante del alma, además de ingeniero) decía que era la fuerza motriz que movía todo en la naturaleza. Lo razonada en que no solo los ingenios hidráulicos lo demostraban, sino cada gota que sube por los vasos leñosos de las plantas y vivifica las células que almacena en sus vacuolas.
A lo que Lao Tzu, el del Tao y sus virtudes, hubiera respondido (vivió casi 2.000 años antes) que en el mundo no hay nada más sumiso y débil que el agua. Sumiso porque siempre va hacia abajo y parece que deja que la gente hagamos lo que queramos con ella, incluso penetra en el suelo formando grandes almacenes freáticos. Sin embargo, para atacar lo que es duro y fuerte nada puede superarla. De esto no hemos encontrado la razón documentada pero imaginamos que se referiría a que desgasta hasta a las rocas y vence al fuego, a los incendios, haciendo una especie de cápsula alrededor de lo que arde para evitar que el oxígeno del ambiente reavive los fuegos. Benjamin Franklin, hubiera dicho de vivir en aquellos tiempos lo de que cada paisano del mundo árido conoce: el valor del agua si el pozo se seca a menudo. Si pudiéramos haber asistido a la reunión hubiésemos precisado que eso antes sucedía en lugares extremadamente secos pero que ahora pasa en sitios muy castigados por el cambio climático y la falta de precipitaciones. Como ahora en España, el país de Europa que más embalses tiene (ahora mismo están al 40 % de su capacidad, 8 puntos menos que el año pasado y 19 que la media de los últimos 10 años), donde ya han empezado las restricciones, y lo que nos queda por delante. También en Francia andan secos y con restricciones y en…
Después de escuchar decir a Henry Thoreau que el agua es la única bebida del hombre sabio, llenaron sus vasos y bebieron la parte que les tocó, no sin antes haberla bendecido Nelson Mandela deseando que hubiera siempre trabajo, pan, agua y sal para todos. No se ha cumplido porque una parte de la población no tiene de casi nada de eso, otra desprecia el agua porque en su proyecto de vida no parece que falte. Otros porque ya culparán al Gobierno respectivo, en España al Presidente preferentemente, o pensarán que lo arregle el sursuncorda. Por cierto, no lo habíamos dicho pero la jarra estaba medio vacía o medio llena como cada cual prefiera, incluso puede que tuviese algún agujero que minaba su contenido.
NOTA: No sabemos si la reunión fue virtual. Por eso esta versión es provisional, ni siquiera si se celebró. Aun así, los cenizos, entre los que se encuentra quien esto escribe que nació y se crió en la reseca estepa, piensan que la cosa irá a peor en su país y limítrofes. para hacer semejante conjetura se ha informado en la Aemet y en la OMM. Sin embargo estamos de vacaciones, y no es conveniente anunciar cosas malas a la gente. Por eso que quede entre los que leen estos chispazos. Por cierto, si quieren saber un poco más lean este artículo de eldiario.es.
Convivir con un entorno sano, derecho humano universal
Todos sabemos que la ONU existe, que es un lugar donde se habla mucho y por lo que parece pinta poco. Los medios de comunicación la vituperan constantemente; no digamos ya los países que no se salen con la suya o esos que han convertido el Consejo de Seguridad en una partida de mus. Otros nos preguntamos sobre qué sería del mundo sin las 15 agencias de la ONU: Unicef, Unesco, FAO, PNUD, Acnur, OMS, OMM, OIT, etc., por citar solamente a las más conocidas. Las sedes de cada una no están en Nueva York, como la de la ONU sino que se sitúan en varios continentes.
La Organización de las Naciones Unidas, vamos a dejar aparcados los comentarios sobre el término organización y unidad de las naciones, es tan necesaria que debería tener más poder decisorio para que sus mensajes llegasen nítidamente a todos los rincones del mundo. No es así, pero su liderazgo inestable es el único al que pueden sujetarse los países e individuos con más desigualdades. Pero claro, para eso hace falta un presupuesto y todos los países son cicateros; recordemos los abandonos o amenazas de EEUU. Por cierto, España es el décimo contribuyente mundial. Mientras hay muchos que no pagan o se retrasan indefinidamente.
Todo esto viene a cuento de que la Asamblea General de la ONU adoptó el jueves pasado una resolución que reconoce como derecho universal el acceso a un medio ambiente limpio, sano y sostenible. Hubo 161 votos a favor, ocho abstenciones (ya se lo imaginaban pero los citamos aquí: China, Rusia, Bielorusia, Camboya, Irán, Kirguistán, Siria y Etiopía) y ningún voto en contra. Antonio Guterres, ese buen hombre que es el actual Secretario General, subrayó, sin embargo, que la adopción de la resolución «es sólo el principio» e instó a las naciones a hacer de este derecho recién reconocido «una realidad para todos, en todas partes». La resolución, basada en un texto similar adoptado el año pasado por el Consejo de Derechos Humanos (cuya Presidenta Bachelet ya ha dicho que van a estar muy atentos) supone un hito para abordar la crisis medioambiental, de contaminación, de pérdida de biodiversidad, etc. que nos amenaza.
¿De qué sirve esto? Al menos de reconocimiento, de catalizador de ilusiones, de refrendo de acciones de la ciudadanía y de obligaciones de los gobiernos. De paso, servirá de aval a muchas ONG del ámbito socioambiental para reclamar a sus gobernantes próximos que no vayan en contra de esa resolución. Falta mucho para hacer realidad lo de derecho humano, pero es bueno que aparezca ligado a la biodiversidad. Suponemos que se regularán plazos, acciones, cómo se denuncian incumplimientos, etc. La pena es que, por ahora, no es jurídicamente vinculante.
Lo dicho, sin la ONU, con todos sus fallos, viviríamos peor. Recordemos que algunas declaraciones de derechos humanos parecían una quimera cuando se aprobaron y hoy son norma casi generalizada en muchos países, todavía pocos para lo que tenemos enfrente.
La guerra del trigo azuza el (des)orden mundial
La alimentación es la clave principal de la supervivencia de la especie. Tanto que ha provocado grandes convulsiones a lo largo de los siglos. Se anuncia que Ucrania y Rusia, bajo mediación de la ONU y Turquía, han firmado un acuerdo para dar salida al trigo que una parte de la población mundial necesita para no sucumbir. Queda ver cómo discurre su cumplimiento.
El amarillo de la bandera de Ucrania viene del alto valor que allí tiene el trigo y otros cereales, cultivados en tierras negras (chernozem). Estas cubren una parte de ese país, que a la vez suponen la cuarta parte de las existentes en el mundo que todavía conservan su fertilidad. Como retienen mucha humedad y el clima todavía les es propicio, los rendimientos por hectárea son muy elevados. De ahí aquel dicho que afirmaba que «Ucrania es el granero de Europa».
Eso sucedía antiguamente, hasta que los rusos decidieron invadirla, era uno de los principales graneros del mundo. Lo saben bien los países del este africano y todo el Oriente Medio en los cuales han comenzado ya las hambrunas. Se teme que este nuevo escenario tenga que ver en posibles revueltas en los países árabes. Ya sabemos que las guerras del pan han estado presentes siempre a lo largo de la historia. En España se recuerdan las algaradas causadas por la carestía del pan en Requena (1748 y 1766), año este en el que sucedió el motín de Esquilache, en donde se mezclaron granos con vestimentas. Se extendió como la harina impulsada por el viento y adoptó diversas dimensiones, como el «Motín de los broqueleros» en Zaragoza. Fuertes fueron las revueltas de 1904 en Valladolid, antes ya hubo otras en 1856. Por eso, en la FAO andan muy preocupados se la actual invasión rusa se prologa durante mucho tiempo. Tanto es así que avisan de que estamos ante una crisis alimentaria sin precedentes en la historia.
Todo lo anterior venía a cuento para insistir una vez más en que cualquier desarreglo mundial en la cadena de producción y consumo, llega hoy a todos los confines del mundo. La interdependencia es hoy total. Cada obús que explota en Ucrania imposibilita la alimentación de mucha personas situadas a miles de kilómetros de la acción bélica. Tenemos la demostración en los sufrimientos de muchos pobres de países ricos, y países pobres de solemnidad, a algunos de los cuales se forzó al abandono de los cereales que les procuraban proteínas, en el desorden mundial. Detrás vino la inseguridad alimentaria y de nutrición que la FAO lleva tantos años denunciando. Esto, dicen algunos, no ha hecho nada más que empezar y vaticinan migraciones en bandada o revueltas generalizadas, que también expulsarán a mucha gente de su territorio. No se pierdan el último número de EOM (El Orden Mundial) especialmente preocupado en ilustrarnos sobre los desórdenes mundiales de plena actualidad.
Y no solo es el trigo.
Ozonizados además de socarrados. Cuando respirar aire limpio es un lujo
Había una vez un «ozono bueno» que se acumulaba formando una capa finísima en la estratosfera (la capa de la atmósfera situada entre 15 km y 60 km por encima de la superficie). Ejercía de escudo contra los rayos ultravioleta del Sol, lo cual permitía la vida en la Tierra. Esto no es un cuento sino una realidad, por eso la ciencia se alarma cuando se hace algún agujero en la capa que protege en el Ártico y en la Antártida.
Hay también un «ozono malo» que es el que está soportando buena parte de España, también Europa, Los actuales niveles de ozono troposférico son muy dañinos para la salud. Tanto calor y tan seguido provoca un alarmante aumento de la proporción de ozono (O3) en el aire que respiramos. Las actividades industriales y el transporte emiten compuestos químicos (COV y óxidos de nitrógeno) que aumentan la proporción de ozono en el aire que respiramos. Aquí un esquema del proceso de formación de ese ozono malo. Y si quiere saber más cosas entre aquí.
Este gas es oxidativo para los seres vivos y daña a las células, reduce la función pulmonar, causa dolor de cabeza, fatiga y efectos vasculares. Pero lo más grave es que su intensidad y a largo plazo causa efectos graves en el desarrollo de los pulmones, aumenta las situaciones de asma y activa alteraciones cognitivas. La ciencia ha constatado que también incrementa la mortalidad en personas afectadas por diabetes y con problemas de insuficiencia cardíaca.
Hay una normativa que regula las proporciones máximas de ozono en el aire respirado, pero según Ecologistas en Acción, una de cada tres estaciones de las 500 que miden el ozono en el aire urbano han superado los límites permitidos estos días. Incluso algunas ciudades españolas han debido limitar la circulación en el centro para reducir los alarmantes niveles. Como hace tiempo que emprendieron acciones muchas ciudades europeas.
Por cierto, el ozono ciudadano se va de excursión y llega a las periferias y más allá. No se crean los rurales que están del todo a salvo. Infórmense y reclamen medidas a las autoridades; allá donde vivan. Otro riesgo más de la mal planificada movilidad urbana y su habitabilidad.
Me duele especialmente la infancia. ¿Cuánto tóxico acumulará a lo largo de su vida.
Ecovestimenta para rescatar la ética olvidada; menos «fast fashion»
Dicen por ahí, seguro que lo ha escuchado, que la moda de usar y tirar puede resultarnos cara. Pensemos en esa ropa barata, que se vende en esas grandes cadenas, que nos compramos cada año. Dado que el coste económico no ha sido grande podemos desecharla a los cuatro días. Quienes están influidos por la recuperación y el reciclaje la lleva en bolsas a los puntos de recogida que han puesto en marcha ayuntamientos o algunas instituciones de socorro colectivo ligadas a las iglesias.
Hasta ahora todo parecerá bien, comparado con quienes se deshacen de ella en el contenedor de residuos donde va el «resto» o directamente la amontonan en sus repletos armarios. Pues sí y no. Vivimos en el denominado fast fashion, que más o menos se podría traducir con indulgencia diciendo que es una renovación constante y acelerada de la vestimenta. Por si se había olvidado, las industrias que elaboran esa ropa son de las más contaminantes del planeta (responsables de casi un 10 % del CO2) y de las que más agua utilizan. Marcan a demasiadas personas «el estilo tendencia» y mucha gente se apunta a esa corriente.
Tanto cuestan tanto duran puestos en un cuerpo, dirían los más viejos del lugar. Pero hay otra cuestión de esclavitud encubierta. De igual valor son los derechos humanos y sueldos de las trabajadoras y trabajadores de esas fábricas de lo efímero. Seguro que saben cuáles son pero los voy a recordar: Bangladesh, India, Camboya, Indonesia, Malasia, Sri Lanka y China, etc..
Apuntemos estas razones para abandonar la moda de la brevedad, según cuenta una investigación divulgada por Greenpeace México: Entre 2000 y 2015 la producción de esa ropa se duplicó (unos 100 millones de prendas), las veces que se ha usado una ropa ha decrecido un 36 %, hay muchas prendas que se usan 7 o 10 veces como máximo, un 75 % de esa ropa recogida termina incinerada (no admite un 2º uso), y un etcétera muy largo.
Según leemos en la revista Ethic «el sector textil genera más de un millón de toneladas de residuos solo en España, situándose entre las cuatro industrias más contaminantes del mundo y siendo la segunda en mayor consumo de agua (con una reutilización, además, de apenas el 1%)». parece ser que la UE, en Bruselas, están trabajando para reducir y, si pueden, eliminar esta lacra del consumismo. Quieren revisar el vigente «Reglamento de la Directiva de Ecodiseño» para que la economía circular mande y el ciclo de la vida de los productos sea razonable. De hecho la UE calcula que estas modas, generalizadas en consumos de ropa y productos en general suponen el 80% de impacto medioambiental. Es decir, rescatar un carácter más sostenible en toda la cadena de valor. Dicho de otra forma: evitar el nacimiento de «la ropa muerta que mata», que podría ser una traducción muy libre de la versión inglesa de la ropa efímera que nos han vendido con el único atractivo del costo para el bolsillo del quien la compra (quizás se desconocía lo anteriormente escrito), pero deudora y derrochadora de la ética global.
No tengo ni idea de quien es Vivienne Westwood, ni cómo vivía ni a qué se dedicaba pero me gustaría que su frase fuese el nuevo estilo de vestimenta, su tarjeta de pago: “Compra menos, elige bien, hazlo durar”. Y añado: piensa un rato antes en los costes ecosociales de su ciclo de vida.
Por cierto, vienen días de REBAJAS en casi todos los comercios. Saque la mano del bolsillo y olvídese del tarjetero. Compre solamente aquello que de verdad necesite. Gracias globales.
Si juegas con el calor te expones a quemaduras
En pleno ola de calor, tan adelantada que casi quema el calendario, mucha gente sigue comportándose como si tal cosa. Tal cual si no fuera con nosotros, excepto para iniciar conversaciones, maldecir el asunto o el lugar donde vivimos o dotarnos de sistemas climatizadores del aire. Este gente no se habrá dado cuenta de que no solo cuenta el calor encerrado en los lugares habitados. Puede que desconozca que el calor de lo que se llaman olas se refiere a la energía acumulada en la atmósfera, más presente en la troposfera, que es ahí donde vivimos nosotros y el resto de las criaturas del planeta.
La vida no es un juego, y aquí jugamos al escondite cuando nos toca esforzarnos por algo que no se ve pero de lo que más o menos podemos defendernos. La ciencia asegura, ya no dice probablemente, que la frecuencia de las olas de calor tiene mucho que ver con el cambio climático incentivado por los modelos de vida. Ahí estamos nosotros. El IPCC viene avisando del peligro del aumento del calor en el aire, de lo que ha dado en llamar cambio climático, después crisis, y últimamente emergencia. En su sexto informe afirma que las cosas de la energía en el aire y lo de los gases contaminantes van a peor. Es más apuntan que las temperaturas extremas serán frecuentes en los valles del Guadiana, Guadalquivir y Ebro si persiste la inacción.
Mientras esto acelera, los Parlamentos apenas se ocupan de las consecuencias, no aprueban normativas contundentes. Prefieren emplear el tiempo en maldecirse los unos-as a los otros-as. Imaginemos que existiera una justicia social que vigilase la no protección parlamentaria de la población a la que representan. Entonces se iniciarían expedientes judiciales por la dejación de responsabilidades climáticas. Así los jueces dedicarían menos esfuerzos en castigar los presuntos delitos o faltas que cometieron gente ecologista, científicos y científicas lanzando agua con tintes disueltos a la fachada y puerta del Parlamento español; si es que se han abierto expedientes. Así querían denunciar la inacción comprometida de las Cortes ante el cambio climático y la falta de apoyo a la ciencia en general. La pena es que se recordará el hecho en sí mismo, no las razones que lo provocaron.