Ética universal

La hora del Planeta no acabó el 25 de marzo. No se mide en minutos sino en compromisos

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WWF nos invita cada año a pensar durante 60 minutos que nos encontramos en la hora del Planeta, a que cambiemos nuestra forma de vida para rescatar al Planeta de su deriva. Este año el lema iba más allá “El Planeta primero. Que nadie te pare”. El mensaje tiene un alto contenido de universalidad, también de complejidad porque abarcar su comprensión se nos hace difícil. Pero focalizar el mensaje en ese destino universal que es defender la casa común -el Planeta- es todo un acierto. La segunda parte del mensaje incide en el papel que cada uno de nosotros de forma particular tenemos en la defensa del algo global, universal, que a todos incumbe y de nadie es, porque tiene entidad en sí mismo. No consiste solo en apagar la luz, en apuntarse de manera anecdótica -dicen que al acto del sábado se habían anotado 150 países y más de 3.000 ciudades- en la campaña, sino en creer y practicar sus mensajes: que nadie te pare, no hay planeta B, el cambio personal está en marcha, todos somos imprescindibles, etc. Hay que leer despacio el apartado “Actualidad en la hora del Planeta” o ver el vídeo en youtube para debatir en nuestra casa, en las escuelas y en los centros de trabajo u organizaciones si cada uno somos conscientes y responsables de que el Planeta esté consumiendo sus últimas horas, o va a tener una prórroga porque hemos llenado sus minutos de compromisos. Habrá que empujar para que nuestros gobiernos, esas ciudades que se han anotado, no se queden en la celebración. Tampoco nosotros, autosatifechos por apagar una bombilla durante sesenta minutos. Empecemos a llenar nuestro calendario de contenido ecológico para conseguir que el Planeta vaya primero.

La disposición del agua vital marca una de las fronteras de la dignidad global

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Día Mundial del Agua para recordar olvidos: esos casi 700 millones de personas que viven sin un suministro de agua segura cerca de su casa, que dedican diariamente muchas horas de su vida haciendo colas o caminando a fuentes lejanas para conseguir una garrafa de agua, mientras nosotros la tenemos simplemente con girar un grifo. Día para volver a pensar en quienes beben y utilizan agua contaminada -dicen que unos 1.800 millones de personas- que se exponen a contraer enfermedades como cólera, disentería, fiebre tifoidea o poliomielitis, que muchas figurarán en la lista de las 850.000 muertes inducidas por la mala calidad del agua. Por si se nos había olvidado, casi el 80 % de las aguas residuales de todo el mundo vuelve a las corrientes o cauces sin ser tratadas o reutilizadas. ¿Por qué desperdiciar agua? es el lema de este día, o si lo prefieren “Aguas residuales”. Invertir en la reutilización del agua supondría un ahorro del 90% de energía y 70% de agua. Debemos ponernos en marcha para responder al desafío: “Habrá suficiente agua para todos”; agua para vivir dignamente, una de las muchas quimeras no resueltas desde que la humanidad se extendió por la tierra. Todavía viven sus “Sueños del agua”.

Tantas aguas hay que forman un todo –limpio de residuos y consecuencias- al que debemos prestar atención para tenerla con los atributos de aquella que cantaba Mario Benedetti:

 “La del grifo/ la mineral/ la tónica/ la del río/ la dulce/ la salada/ la del arroyo/ la del mar/ la regia/ la de las cataratas/ la del pozo. La de la lluvia/ la de aguanieve/ la de fuentes o la del rocío/ la del océano/ la de aljibe/ la del diluvio o la de la cascada. Toda el agua del mundo es una abuela/ que nos cuenta naufragios y regatas/ que nos moja la sed y da permiso/ para seguir viviendo otro trimestre.”

La AOD (Ayuda Oficial al ¿desarrollo?) en África tiene muchas caras, no todas sonrientes

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La buena cara se aprecia en que se han mejorado las tasas de escolarización, que determinadas enfermedades como la malaria y el VIH han sido frenadas, que la esperanza de vida crece. La mala es que la educación no llega a la mitad de los jóvenes africanos entre 15 y 17 años, que las niñas no encuentran en la escuela su mejora social, y que las desigualdades se cronifican en el complejo continente. Parece que la AOD de los países occidentales –que ha caído vertiginosamente según Oxfam– es interesada: para sus amigos y si pueden sacar rédito de ella. Hay quien aboga por darle a la AOD un giro completo -las corrupciones hacen perder millones de dólares por el camino-, por que se vigilen los neocolonialismos como los que han puesto en marcha los chinos, pero no solo ellos. Se cuenta hoy que las remesas de los migrantes a los países pobres suponen más dinero que los que les llegan por parte de la AOD –que muchos países donantes «engordan» con maniobras vergonzosas-. Por ahí ha visto alguien una puerta para favorecer la acogida; otros le han puesto muchas cerraduras de seguridad. Pero no debemos olvidar que si los estados frágiles se convierten en fallidos todos tendremos un problema. Lo dijo Bill Gates. Los incumplimientos de los compromisos de los donantes son clamorosos.

La crisis global ha raspado el significado de la palabra «humanitaria»; hay que quitarla del diccionario

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Cuesta entender que en otro tiempo ese adjetivo significase que tiene la finalidad de aliviar los efectos que causan la guerra u otras calamidades en las personas que la padecen, como decía la RAE. Incluso se ha perdido el matiz de benigno, caritativo o benéfico, que también portaba. Qué decir de aquella otra acepción que postulaba todo aquello que mira o se refiere al género humano. Decimos esto con tristeza, mientras escuchamos la enésima llamada de la ONU -qué debería hacer más, nos preguntamos- ante la situación que se está cronificando en Sudán del Sur, Yemen, Somalia o una parte de Nigeria. La indiferencia mata más que el subdesarrollo, incluso la guerra. Cuesta reconocer que no se haga nada para detener esa catástrofe que ha llevado a la inanición a millones de personas. Los titulares son dramáticos: «El mundo padece la hambruna más grave de los últimos 70 años» dice El Periódico. «La hambruna ataca en Sudán del Sur» titula El País. Como «Catástrofe humanitaria» lo califica la revista mexicana Siempre. «No los mató la guerra, pero los está ahorcando el hambre» dice eldiario.es. Cuesta entender que como sociedad no presionemos a nuestro gobierno para que presione en la esfera internacional y se detenga el holocausto que está en marcha. Acostumbrarnos a ver los padecimientos de los demás –vean el noticiario de la cadena colombiana-, aunque sean negros y vivan lejos, es uno de los motivos por los que hay que borrar del diccionario la palabra humanidad. ¡Cómo es posible que aumente la producción de alimentos y mueran más personas de hambre!, muchos de ellos niños. Reflexionemos sobre lo que dice este documental de DW. Recordemos mientras tanto el descenso de las ayudas de España y otros muchos países para socorro internacional. Una anécdota: cuenten el tiempo y el espacio que le dedican los medios de comunicación hoy mismo a este asunto y compárelo, por ejemplo, con el que emplean para desgranar pequeñeces de eventos o competiciones deportivas del fin de semana. Es un decir. 

ÚLTIMA HORA: Por lo que se conoce, el Gobierno español NO se plantea enviar ayuda urgente.

La ecología tiene estos días nombre de mujer: Berta Cáceres, por ejemplo

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Hoy es un día para recordar que quien transita por el camino de la esperanza se convierte en ella misma, aun con tantos matices que incluso la puedan llevar a dejar la vida por unos ideales. Un día para no olvidar que el 3 de marzo de 2016 la ecología se tiñó de luto amargo: perdimos a una de nuestras más luchadoras mujeres. El titular de la noticia de BBC/Mundo era expresivo: “La mujer que le torció la mano al Banco Mundial y a China”, aquella a la que el río le había susurrado que iban a conseguir parar la represa. Ser mujer en determinados países es una cadena de obstáculos; ser ecologista un riesgo añadido. Un año ya sin ella. En este tiempo, numerosas asociaciones se han puesto en marcha para defender los derechos humanos por los que ella luchaba. Pero queda mucho por hacer. No sólo en Centroamérica; la lista de países con atropellos flagrantes se hace demasiado larga.

De las muchas mujeres dedicadas a la ecología nos queda su ejemplo, aunque hoy lo personalicemos en una. ¡Hasta siempre, Berta Cáceres! Gracias a todas.

Una especie de maná cayó en Sudán del Sur; fugazmente paliará la plaga

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Es costumbre humana mirar el cielo para buscar a los dioses, que todo lo ven y nada es imposible para ellos. Incluso muchas veces les suplicamos que nos ayuden. Cuenta la historia que el Yahvé socorrió a los israelitas, a punto de morir de hambre en su camino desde Egipto hacia la tierra prometida, con el “maná” que bajó del cielo. Se dice que era como escarcha, como las semillas de cilantro blanco y su sabor era como el de “hojuelas de miel”. Parece que los científicos opinan que se trataba de una especie de pequeños nutrientes que se forman con el efecto invernadero del desierto y que cargados de proteínas servían de alimento, aparecía todas las mañanas. Otros hablan de hongos.

Durante estos días, en Sudán del Sur la comida también llueve del cielo, aunque lo hace en pequeñas cantidades, y no vuelve a brotar a la mañana siguiente. Los dioses han olvidado a esta gente, el resto de las naciones también. La plaga en forma de hambruna se extiende y se hace estructural- alentada por las guerras-, cual maldición bíblica, a Somalia, Nigeria y Yemen. ¿Cómo los podemos tener tan olvidados? También los niños escrutarán el cielo buscando su parte de esperanza. Muchas veces viajan en su busca tras sus familias, pero no la encuentran. ¿Quién sabe si todos estos conflictos no tiene detrás la intención de llevar a cabo una limpieza étnica?

La ayuda española a la educación en países pobres sigue empobreciéndose

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España era generosa en ayuda para educación pero ha desaparecido del panel de donantes. Se ha recortado un 90%, de 354 millones en 2008 a 34 en 2015, llegando a los niveles que se tenían hace 30 años cuando la conciencia de globalidad educativa apenas se formulaba. En la actualidad estamos en un 0,13 % la renta Nacional Básica, la media europea supone el 0,4%. Varias son las conclusiones más llamativas del informe La ayuda en educación, a examen elaborado por la Fundación Etea para el Desarrollo y la Cooperación y por Entreculturas y Alboan, dos ONG de la Compañía de Jesús. Merece la pena darle un repaso. Otro dato: España fue el país que más recortó en 2014 –los datos de los años siguientes no han mejorado- a la AOD en general; estamos en la cola  de los 34 donantes del Comité de Ayuda al Desarrollo (CAD) de la OCDE, solo por delante de Polonia, Eslovaquia, Grecia, República Checa, Eslovenia y Corea. Nos preguntamos qué queda del Pacto de Dakar por la Educación que se firmó en el año 2000, cuando muchos pensábamos que la educación era la mejor herramienta para el desarrollo, y UNESCO así lo justificaba para el periodo 2000-2015. No ha tenido todo el efecto deseado. En nuestros días, merece la pena recordar que más de 750 millones de personas son analfabetas, un 64% mujeres. Algo habrá que hacer.

Pobreza y salud: un binomio que se entrelaza cada vez; también en España

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Aseguran quienes de esto saben que la pobreza acorta la vida, y no solamente en calidad; se vive menos. El titular del artículo del periódico El País es expresivo: “La pobreza acorta la vida más que la obesidad, el alcohol y la hipertensión”. Se basa en un estudio publicado en The Lancet que lanza un mensaje contundente: «El bajo nivel socioeconómico es uno de los indicadores más fuertes de la morbilidad y mortalidad prematura en todo el mundo». Dado que la desigualdad mata, los investigadores llaman la atención de la OMS para que considere la pobreza como un factor de riesgo y se lance a eliminarla. La acción proactiva ayudaría a la consecución de varios de los Objetivos de Desarrollo Sostenible: 1. Fin de la pobreza, 2. Hambre cero, 3. Salud y bienestar, 4. Educación de calidad, y algún etcétera.  Pero donde la pobreza tiene más impacto es en la salud de los niños, llegando a la malnutrición –incluso en países como España- con todas las consecuencias que tiene este escenario para futuro. Ya hace un año que se decía que esta situación era una emergencia. Así seguimos, aunque hay algunos que han encontrado razones para mantener la esperanza en 2017.

Tenemos retos difíciles para el presente año; según cómo los gestionemos viviremos los siguientes

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Hay que leer estudios serios para imaginar quiénes somos y hacia dónde vamos. El CIDOB (Barcelona Center for International Affairs) acaba de publicar “El mundo en 2017: diez temas que marcarán la agenda internacional”. Si las cosas discurren según estas previsiones habremos de estar atentos en primer lugar al impacto que va a tener en todo la llegada de Donald Trump a la presidencia estadounidense. Porque el (des)orden mundial que nos gobierna puede cambiar de manos, máxime si los tipos de interés suben y los mercados emergentes se tambalean. La energía renovable y el cambio climático van a modificar nuestras vidas, como lo están haciendo ya la tragedia de los refugiados y la irrupción de maximalismos y fundamentalismos. Lean el Informe del CIDOB, que ya advierte de que las predicciones son difíciles, pero incluso así pueden empeorar. Ante este panorama, la sociedad debe estar atenta y saber reaccionar.

Escuelas de Siria: algunas se reabren, intentan poner un pequeño remiendo en la infancia maltratada

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Decía Saramago que “Solo si nos detenemos a pensar en las pequeñas cosas llegaremos a comprender las grandes». Que Unicef logre reabrir unas pocas escuelas en Alepo, siendo un pequeño detalle dentro de la barbarie internacional que es la guerra en Siria, supone que los niños y jóvenes retoman una parte de su cotidianidad, que aparcan los desgarros anímicos que están sufriendo. Los niños y jóvenes sirios necesitan la educación para mantener sin romper uno de los pocos hilos de esperanza que les quedan. Las imágenes son elocuentes: carteras y sonrisas entre los escombros. La educación es la última puerta para la esperanza individual y la supervivencia colectiva, pero para este cometido falta hacer algo más. ¡Lleva tanto tiempo cerrada!

P. D.: No nos olvidemos de las escuelas a las que acuden los niños sirios en Líbano, Jordania o Turquía. Tampoco de las de Yemen, Afganistán y ese largo etcétera que no deja de crecer. Más de una vez nos preguntamos qué podemos hacer desde aquí. Seguro que algo. ¡Encuéntrelo y adelante! La presión de muchos puede mover montañas.

La guerra de Biafra dejó la conciencia mundial abochornada, malherida. No ha cambiado mucho el panorama

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Van a cumplirse 50 años del comienzo de la Guerra de Biafra. Las televisiones y los reporteros empezaron a traernos imágenes recientes de los destrozos humanitarios, no tan en directo como ahora pero con cierta fluidez, que nos parecían tremendos a los que entonces estudiábamos el Bachillerato. La revista Life llevó a su portada en julio de 1968 una imagen que dio la vuelta al mundo. Por entonces se acuñó una frase perversa “pasas más hambre que en Biafra”, que se mantuvo durante un tiempo en el imaginario social. La convulsa Nigeria sufría, y sufre, como otros muchos lugares, un proceso de colonización y descolonización mal gestionado y con repercusiones desastrosas (como testifican las imágenes que aquí incluimos, que pueden resultar dolorosas para algunas personas). El país sigue mostrando un elenco de conflictos, por allí maltrata Boko Haram.

Algunas cifras dicen que hemos ido a mejor: entre 1960-80 las guerras provocaban 4 de cada 100.000 muertes mientras que en el año 2000 eran 0,5; magro consuelo. Para explicar el hambre no utilizamos ahora a Biafra, nos quedamos en otros muchos lugares como Níger para entender lo difícil que es comer en tiempos de guerra, o en Yemen. Dicen por ahí que detrás de estos desastres siguen estando las potencias occidentales, como hace 50 años en la Guerra de Biafra. No ha cambiado mucho el panorama.

El comercio de las armas frente a preservación de la Vida, de la biodiversidad. ¿Y si intentáramos el recambio?

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Si la sociedad avanza o retrocede es algo difícil de explicar categóricamente; queda al albur de quien opina y del apartado de la existencia que revisemos. Si el asunto lo vemos en su conjunto nos inclinamos a decir que no, porque es de idiotas gastar dinero para tener la posibilidad de matar , asunto que se convierte en una prioridad de muchos gobiernos. Porque quienes matan lo hacen con armas que otros han fabricado y vendido. Amnistía Internacional denuncia que el comercio de armas es un negocio cada vez más lucrativo, que España está aprovechando. Desde hace tiempo, Oxfam Intermón se pregunta si es necesario y para qué sirve un Tratado Internacional sobre Comercio de Armas que ayude a preservar la vida. El presupuesto para la paz no figura en los balances económicos de los gobiernos.

Esta manía de matar al diferente, aunque no sea humano, acaba con «todo bicho viviente». Recomendamos la lectura de un artículo antiguo (finales de 2014), que recogía datos de una investigación publicados en la revista Nature, que hemos rescatado porque el tiempo no le ha restado nada de actualidad. Habla de que con el 2,5% del presupuesto militar mundial se salvaría la biodiversidad del Planeta. ¿Qué opina del asunto? ¿Por qué opción votaría si le dieran a elegir?

P.D.: Algunos escolares se implicaron ayer en actos para conmemorar el Día de la No Violencia y la Paz. Proponemos a sus maestros que lleven más de una vez a debate en las aulas el comercio de armas, esas que siguen matando en Siria, Yemen, Afganistán, y tantos lugares de África.

Las profecías de Orwell son como un cometa; orbitan en el universo anímico y cada cierto tiempo reaparecen

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Nos avisó Orwell en 1945-1949, cuando Stalin hacía de las suyas y al poco de que los nazis destrozaran Europa y sus gentes; en 1946 nacía el actual agitador del mundo. Leímos los libros del británico varias décadas después. Vimos granjas en el este de Europa y China, por todo el mundo. La fecha, 1984, era lo de menos. Por todos los continentes los Grandes Hermanos marcaban hasta el ritmo del latido de los corazones de sus súbditos. Después pareció que poco a poco se resquebrajaban las empalizadas de algunas granjas y sus ocupantes recuperaban una parte de su libertad. A finales de los 80 cayó el muro de Berlín, la perestroika ventiló el mundo, y un poco después hasta China se volvió capitalista. El comercio globalizado y nuestra sociedad de bienestar nos hicieron olvidar las conjeturas de Orwell; arrinconamos sus libros en la parte de atrás de la estantería, junto a los clásicos. Al menos nos quedó grabada la película de animación para interpretar la moraleja. Mientras, los líderes políticos nos abochornaron, tras ellos explotaron grandes tormentas en las que los despiadados acaban con los súbditos que creyeron en la vida compartida. Pero una y otra vez, en su órbita elíptica, las profecías orwelianas se acercan al mundo; la convulsión la provoca 70 años después Donald Trump, con una cadencia similar a la del cometa Halley. Hay que volver a leer “Rebelión en la granja” y “1984”; y no solo los norteamericanos. Todos vivimos vigilados, sujetos al albur de los poderes económicos y tecnológicos,  y de ciertos políticos, que son como Grandes Hermanos, con sus respectivos Ministerios/policías del Pensamiento. A veces parece que la nueva era acabó en un erial; así lo ve “El Roto”.

La vida social dejó de ser cuando triunfó por todo el mundo el amor por la supremacía del yo

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Claro que no vamos a echar toda la culpa a la gente despistada o abrumada por sus necesidades. No debe andar descaminado Zygmunt Bauman cuando nos avisa de que “Nos hallamos en una situación en la que, de modo constante, se nos incentiva y predispone a actuar de manera egocéntrica y materialista”. El proceso de individualización –que trae consigo lo mismo un mayor margen de libertad que añade demasiadas incertidumbres personales y sociales- es el destino de mucha gente. Por otro lado, la globalización está provocando un desajuste mundial muy incontrolable, pues lleva a la falta de trabajo que da miedo a los individuos. Esta carencia de oportunidades –aderezada por otros que migran hacia nuestros países en su busca- conduce a muchos a la deshumanización, que muchas veces es utilizada políticamente con resultados graves: el miedo a la competencia nos acerca a la xenofobia. Sin embargo, la relación con el otro, con el diferente, nos obligaría a adoptar una posición crítica con las estructuras clásicas, que se nos han demostrado poco fiables. Nos podríamos servir de conocimiento para reubicarnos socialmente, pero el exceso de noticias –muchas malintencionadas y otras malhumoradas- desorienta a la gente que, en cierto modo, se convierte en ignorante porque no acierta a elegir una información relevante frente a otra desorientadora, y después utilizarlas, que no es tarea fácil. Por eso, recuperar la importancia de vivir juntos es uno de los principales retos que tenemos para hoy y para mañana. Así nos dejó señor Bauman; llega Trump.

Si el pronóstico se convierte en certeza, la desigualdad llevará a la convulsión mundial

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La magnitud de sus efectos está por dimensionar; además de ideológica -que ya se observa- tendrá repercusiones sociales y económicas. En estos momentos de sustos continuos, de previsiones alarmistas, caben dos cosas: ignorarlas o atenderlas al menos en parte para que si llegan no nos pillen desprevenidos. Viene esto a cuento porque acaba de conocerse el Informe de Riesgos Globales 2017 del Foro Económico Mundial (FEM), en el que se afirma que la desigualdad económica, la polarización social y los crecientes problemas medioambientales marcarán nuestras vidas en los próximos diez años y marcarán el rumbo de los siguientes. Si se combinan la desigualdad económica con la polarización política cargada con nacionalismos excluyentes se amplificarán los riesgos globales, y conllevarán una erosión de la solidaridad social e internacional, que fue durante un tiempo rasgo que enmarcaba una buena parte de nuestros sistemas políticos. Todo esto en un contexto de un previsible cambio climático, que añade incentivos para el movimiento de las personas hacia otros países y nuevas dificultades sociales y económicas a los posibles receptores. Aunque las intenciones del FEM al elaborar ciertos informes son muchas veces oscuras –no olvidemos que son un grupo de presión de economía de mercado financiado por 100 grandes empresas- no está de más leer lo que dicen -parece que incluso hablan de la renta básica universal– y permanecer atentos a los próximos meses/años, marcados ya por el “trumpazo” y el “brexitazo”, además de los fundamentalismos.