Infancia
«Climate Trace» avisa: vaya trazas de abordar el cambio climático.
Esto de las emisiones que nos envenenan el aire, y nos lo aumentan de temperatura, es un cuento de nunca acabar. Cada día surge algo nuevo que se amontona con lo anterior y deja sus trazas en la troposfera y más allá. En la baja troposfera estamos nosotros, que no nos libramos de los vaivenes de la alta, media o baja capa que cambia en su composición. Aunque sea en pequeños porcentajes variables, las nuevas emisiones son dañinas para el conjunto dinámico (lluvias desbocadas y sequías aniquiladoras, y por los efectos en la salud de las personas y de la biodiversidad.
Cansa hablar de lecciones repetidas, pero es necesario, bien sea porque somos oyentes no practicantes o porque nos importa un carajo un peligro que ahora no queremos ver. Esto ocurre aunque la ciencia diga que ciertos consumos de combustibles empuercan la troposfera; este año ha sido de récords. No hay quien entienda la trazabilidad de la vida en común.
Conviene darse un pase por Climate Trace, más o menos la traza climática, para enterarnos de que la vida actual muestra trazas de peligros y exhibe grandes incertidumbres. Pero sin embargo mucha gente tiene unas trazas de vivir que parece que le importa un comino la calidad del aire que se respira y las posibles repercusiones en generaciones futuras. En la página que comentamos se puede acceder a un seguimiento independiente de emisiones de efecto invernadero, descargar datos de emisiones por sectores y países, comparar quienes van de cara o de reculas, de las más de 70.000 fuentes calificadas de altas emisoras de GEI, pueden acceder a un boletín de seguimiento del clima, etc. Y si se quiere le mandan a uno todas las novedades del seguimiento.
No olvidemos que el cambio climático está detrás de muchas incertidumbres, es el generador de buena parte de las distorsiones vitales.
ALERTA: La Comisión Europea quiere abrir ventanas de anti contaminación en forma de renovables en las zonas de protección ambiental con la excusa de la carestía del gas. Seguiremos la noticia porque no son trazas de hacer y deja demasiadas trazas de pensar. Mal ejemplo para la ciudadanía silenciosa, que tarda en percibir que las trazas de vida nunca siguen una línea recta, la distancia más corta entre deseos y realidades.
Los mapas que faltan en la escuela señalan vidas ocultas.
Quien esto escribe siempre tuvo una admiración especial por los mapas. Leía en el periódico regional al cual estaban suscritos los abuelos una noticia de hechos singulares ocurridos por el mundo y buscaba en su Atlas mundial el lugar. Calculaba, a bulto, lo lejos o cerca que estaba de su pequeño pueblo. Al tiempo, seguía las peripecias de equipo de fútbol favorito en sus competiciones europeas. Tanto es así que el mapa político de Europa tenía trazadas líneas de colores con cada torneo anual. Por entonces, al atlas propio o los mapas de la escuela se limitaban a lo físico y lo político. Esto último concretado estrictamente a la división territorial. Qué por cierto era cambiante pues en su época de estudiante sucedieron muchas descolonizaciones y guerras. Aún recuerda las atrocidades contadas de la guerra de Vietnam, incluso sus ciudades y los nombres de los dirigentes. O aquella otra que sangraba el Congo belga, Katanga resuena todavía a diamantes. Eran mapas que confundían, con unos países sobredimensionados en el Hemisferio norte.
No relacionaba mapas con personas, a pesar de saberse todas las capitales de todos países del mundo, españolizadas en su expresión. Los mapas eran su lugar de evasión, sin llegar a concretar un deseo viajero excepto a Canadá, no recuerdo la razón. Por la razón que sea siempre quiso estudiar Geografía, sin soñar siquiera que existía una carrera llamada así.
Esta afición infantil y juvenil no acabó nunca. Pero con tiempo se interesó más por otro tipo de mapas diferentes a los estáticos: aquellos que indican cómo viven las personas circundadas por una líneas. A propósito de líneas se preguntó más de una vez por las rectas que demarcaban las fronteras de los países africanos, pareciendo un uso común que montañas o ríos separasen países como sucedía con lo Pirineos o los Alpes. El mapa no siempre es así, a veces se convierte en una metáfora de la vida. ¿Acaso no lo es el mapa de África?
Faltaban muchos mapas en aquella escuela de pueblo donde estudié los primeros cursos, pero ahora podemos decir que hay mapas en demasía, no porque sobren sino porque tanto el alumnado con la gente que no estudia no se molesta en sacarles a los mapas todo el juego que dan.
Particulamente me impresionan los mapas de las Agencias de la ONU, o los que emiten casi cada día varias ONG socioambientales; muchos denuncian situaciones calamitosas frente a posiciones de lujo. En realidad los mapas, bien mirados, son como una alegoría de lo imposible, porque difícil es encerrar en unos colores la cambiante dinámica social; aún así los actuales transmiten vida a quienes saben mirar. Hay mapas cambiantes como esos que nos aporta la Aemet (Agencia Estatal de Meteorología) o la NOAA americana. Está por ahí el Eurostat en mapas, que es como tomarle el pulso a Europa.
Los mapas nos dan muchas ráfagas de vidas ocultas, de futuros inciertos Hoy queremos hablar de los mapas de Statista, que también se ocupa de gráficos actuales, que son como el complemento de los otros en un deseo de fotografiar el pulso del mundo. También se puede acudir a los mapas de el Orden Mundial.
Pongamos mapas en nuestra vida.
El agua no juega el mundial; no se clasificó por restricciones parlamentarias y mediáticas
Cuesta reconocer el valor de algo que es básico. El agua, que poco cuesta, apenas asoma a nuestra preocupación a no ser que una catástrofe la seque o la inunde. Aquellos lugares con sequías y restricciones no tienen comentaristas acuáticos que enaltezcan a la población ante un hecho probado: sin agua no se puede vivir. La cobertura mediática sobre el mundial de fútbol celebrado en un lugar sin agua fácil -el dinero sobrante suple sus necesidades- está siendo extraordinaria, asfixiante para quienes buscamos la emoción en la manera de vivir de la gente, en reponer una parte de sus carencias; nos sentimos ciudadanos ahogados en un mundo sin apreciar el valer y el valor del agua.
En España, el agua sufre restricciones mediáticas. Bueno, ahora un poco menos porque hasta los grandes pantanos mueren de sed. En Barcelona han comenzado las restricciones al consumo, empezando por el agua estética de fuentes, piscinas y jardines victorianos hiper regados; pronto afectarán a toda el área metropolitana y nuevos usos. Llovió estos días apenas para mojar la tierra -excepto en lugares muy puntuales-, tierra sedienta que muestra su desnudez cuarteada en el P.N. de Doñana por los miles de pozos que lo secan.
El año meteorológico ha sido menguante, el año hidrológico una caricatura presente en el agua que atesoran los embalses y que dejan desnudos los ríos, al año social le traen una cadena de despropósitos por negacionismos y catástrofes varias. Pero el agua no jugaba partidos de clasificación en los parlamentos mundiales, en los españoles tampoco.
Nos gustaría que en las Cortes, en los parlamentos autonómicos, en los plenos municipales se hablase sin restricciones de agua, de su escasez, de prácticas que la malemplean. Pero una parte de sus señorías -fugitivas del agua- se lanzan diluvios descalificativos sobre cualquier tema, como queriendo ahogar con insultos a quienes no nadan como ellas. ¡Qué mal ejemplo! Luego se disculparán, o no, pero la mala educación que lanzan a borbotones impregna a toda la sociedad, que debería preguntarse a quién vota y para qué, antes de las elecciones de la próxima primavera. Porque el caudal de los derechos sociales también tiene una parte de agua.
Pero en otros muchos territorios sucede algo parecido. Avisos múltiples de los trastornos llegaron hasta de cadenas como la CNÑ que asignaba el protagonismo del cambio climático al hecho de que la sequía y el calor extremo castigaban a las economías más grandes del mundo al mismo tiempo. Cuando redacto estas líneas recibo un correo de Oxfam Intermón que dice «Y tú, que harías sin agua«, solicitando una ayuda para Mali. Adelante.
No hablar del agua como derecho humano, como vital argumento económico o ecológico lleva a trivializar la vida. Así en El Principito se recuerda que tras la visita al pozo para el aseo mañanero, el agua alumbra ya, es necesario ocuparse de la limpieza del planeta, pero también le preocupa la no agua de los desiertos. Allá donde el agua corriente o superficial se mantiene en suspense indefinido. Lo resume bien aquel poema de Wislawa Szimborska (no se lo pierdan si han llegado hasta aquí):
AGUA
Una gota de lluvia cayó en mi mano,
venida del Ganges y del Nilo,
de la escarcha del séptimo cielo en los bigotes de una foca,
del agua de los cántaros rotos en las ciudades de Ys y Tiro.
En mi dedo índice
el mar Caspio es un mar abierto,
y el Pacífico desemboca dócilmente en el Rudawa,
el mismo que revoloteaba sobre París como una nube
en el año setecientos sesenta y cuatro,
el día siete de mayo a las tres de la madrugada.
Faltan labios para pronunciar
tus nombres fugitivos, agua.
Tendría que nombrarte en todas las lenguas
pronunciando todas las vocales al mismo tiempo
y tendría que callar al mismo tiempo, por el lago
que esperó en vano cualquier nombre
y que no existe en la tierra, como no existe en el cielo
la estrella reflejada en él.
Alguien se ahogó, alguien te llamó mientras moría.
Fue hace mucho tiempo y fue ayer.
Apagabas casas, arrancabas casas
como si fueran árboles, bosques como ciudades.
Estuviste en las pilas bautismales y en los baños de las cortesanas.
En los besos, en las mortajas.
Royendo piedras, nutriendo arco iris.
En el sudor y en el rocío de las pirámides, de las lilas.
Qué ligereza en una gota de lluvia.
Qué delicadamente me toca el mundo.
Lo que, cuando quiera, donde quiera, haya pasado
está escrito sobre el agua de Babel.
Ecos de la Cumbre del Clima COP27: la poca etiqueta en los distintivos de movilidad urbana
Es el momento de recuperar diálogos climáticos. De cosas pequeñas pero a la vez importantes. Al decir de la gente que sabe de esto, los distintivos ecológicos que se entregaron para permitir la movilidad automovilística en determinadas zonas urbanas se han demostrado manifiestamente mejorables, como otras etiquetas ecológicas. Otro tanto pasa con bastantes compromisos de mitigación y adaptación a la emergencia climática.
La etiqueta como vestimenta verde total debería entregarse a aquellos vehículos que en realidad lo sean. Según denuncia Greenpeace, pero también otras organizaciones (consumidores, ambientalistas, etc.), los distintivos de la DGT (Dirección General de Tráfico) dejan mucho que desear, parecen un “quiero pero no me atrevo a”. Ya venía protestando la OCU (Organización de Consumidores y Usuarios) porque la DGT otorga la etiqueta Eco o Cero a ciertos vehículos, y lo viste de etiqueta, mientras que la niega a otros que considera no válidos al honor verde y sin embargo contaminan menos que los primeros que sí que la portan. Dicho chasco sucede porque para la “concesión de la etiqueta solo se tiene en cuenta la tecnología que usan los automóviles y no el impacto real de las emisiones que producen”.
Así, bastantes coches de alta potencia calificados como híbridos no enchufables contaminan más que aquellos coches pequeños que salen de fábrica con los nuevos motores ahorradores. Incluso los híbridos enchufables de gran cilindrada contaminan mucho más, una vez que agotan su batería (pasados unos 40 kilómetros). Pese a ello, gozan de etiqueta verde. Lo cual se nos vende en cantidad de cortes publicitarios en las televisiones, sobre todo por la tarde noche. Los de Greenpeace, activistas comprometidos, colocaron una gran pancarta en forma de etiqueta ecológica delante de la DGT con un texto claro y fácil de aprender: Eco tongo. DGT cambia las etiquetas ya.
Todo viene a cuento de que, al decir de los ecologistas, la DGT se ha plegado a las presiones de las grandes compañías del motor antes que a defender la salud de los urbanitas. Sepan que “los vehículos que funcionan con gas liberan «grandes cantidades» de partículas contaminantes y peligrosas, que según científicos de la salud están asociadas a enfermedades como el cáncer, el alzheimer o enfermedades cardíacas y respiratorias, además de contribuir de manera similar que los vehículos diésel o gasolina a la crisis climática”, según nos cuenta El Periódico de Aragón.
Aún hay más, bastantes ayuntamientos de ciudades grandes no han sido capaces de delimitar zonas de bajas emisiones circulatorias, y por lo que suena no lo harán a tiempo de cumplir la ley. A pesar de que seguramente la contaminación del aire urbano está detrás de la muerte de unas 10.000 personas cada año en España. Su gestión merece la peor etiqueta. Por eso, no hace falta ir a la Cumbre del Clima de Egipto para saber lo que hay que hacer. Por aquí escondemos demasiados comportamientos en la sima climática. ¿A quién pedir responsabilidades? ¿Qué etiqueta le pondremos a los COP27 pasados unos años?
Reivindicamos desde aquí la celebración de cumbres por el clima urbano en cada ciudad, y después un acuerdo comprometido de todas las ciudades, al menos las grandes en cuestiones de movilidad sostenible. Queda tiempo antes de las elecciones municipales de analizar compromisos y concertar actuaciones. de reflexionar sobre la movilidad urbana y muchas más etiquetas ambientales. Y la ciudadanía repensar lo que significa votar en clave climática.
P.D.: Que no se nos olvide. Hace 20 años se produjo la catástrofe del Prestige. También los gestores de entonces se merecen la peor etiqueta, con la letra Z como distintivo permanente. Pero siguieron en la política sin pestañear ante «los hilillos» de chapapote que salían del carguero, que «ni siquiera iban a llegar a la costa».
Adioses y sueños climáticos faltos de reencuentros ecosociales
Decía Mario Benedetti que había muchas formas de despedirse. Desde aquí queremos encontrarnos. Lo hacemos cada día aun con quienes no conocemos, aunque estemos lejos. La maneras de despedirse de Benedetti las copiamos para pensar en quienes como nosotros aspiran a la transformación social de la economía compartida, del medioambiente que son muchos y a la vez uno, todos con el entramado social. Soñamos que ha triunfado la lucha climática, que vamos por el buen camino. En él damos la mano a otra gente, y a la vez la espalda a los negacionistas. Entre unos y otros repasamos fechas clave en la lucha, reflexionamos sobre los motivos de los olvidos, desterramos el creciente «nunca lo conseguiremos», porque todavía debemos encontrar algunas hojas de esperanza si pensamos en quienes vienen detrás que abren los brazos para recoger nuestro legado.
Aunque a veces nos sintamos «colapsistas», porque el cambio climático se incrementa a velocidades catastróficas.
Es una suerte que quede el abrazo emocional, las utopías que unen a gente del norte europeo con el sur africano, del este de Asia hasta el oeste americano. Lo que antes era un consuelo, mal de muchos satisfacción individual efímera, se convierte en la necesidad de que ojalá entendamos que el adiós al futuro no se debe pronunciar en estos cometidos sociales. ¿Saldrá algo de eso de la COP27? Porque, no queda otro remedio, los adioses pueden ser holas que vayan madurando con los días, que nos anuncien vivencias compartidas, el sur con el norte, el este con el oeste, y el centro por todos los lados, ya sean grandes ciudades o aldeas minúsculas.
Al contrario que le sucedía al escritor y poeta uruguayo queremos desear lo que ahora parece que no podemos tener: una menor intranquilidad climática por haber hecho bien las cosas, por haber despertado a tiempo, por desear lo que parecía que no se podía tener: un clima respetado y construido para bien, empujado por mitigaciones y adaptaciones varias.
Lo queremos presentar para que todo el mundo lo vea, lo entienda y desea luchar contra el destino marcado por quienes mandan y tienen sueños con un solo personaje. Esa lucha de personas anónimas, la mayoría no asisten a la Cumbre del Clima COP27 de Egipto, al menos disfrutarán siempre de la unión de fuerzas que es la argamasa de los recuerdos, también sabrán enfrentarse a las incertezas climáticas que nos seguirán acompañando. Pero los rebeldes ante la emergencia climática exprimirán una y otra vez el recuerdo de la lucha. Adioses y gracias Benedetti, y disculpas por haberte reescrito el poema Adioses. En defensa propia. Sucedió que leyéndolo se nos convirtió en un palimpsepto; algún duende había escrito antes en el papel sin que te dieras cuenta. Solo permaneció inalterable aquello de que «Exprimo nuestra vivencia/y no la dejo quedarse/ en el pasado».
Por todo lo escrito y mucho más, aunque la COP27 acabe desdibujada y nos despierte poca ilusión a quienes creemos en que mejorar la crisis climática es posible si existe voluntad de los que mandan y exigencia de la ciudadanía, reproducimos aquí Dale vida a tus sueños de Benedetti, cuyos sueños deberían llevar detrás el adjetivo climáticos, que ahora son un distintivo vital.
Dale vida a los sueños que alimentan el alma,
no los confundas nunca con realidades vanas.
Y aunque tu mente sienta necesidad, humana,
de conseguir las metas y de escalar montañas,
nunca rompas tus sueños, porque matas el alma.
Dale vida a tus sueños aunque te llamen loco.
No los dejes que mueran de hastío, poco a poco.
No les rompas las alas, que son de fantasía,
y déjalos que vuelen contigo en compañía.
Dale vida a tus sueños y, con ellos volando,
tocarás las estrellas y el viento, susurrando,
te contará secretos que para ti ha guardado
y sentirás el cuerpo con caricias, bañado,
del alma que despierta para estar a tu lado.
Dale vida a los sueños que tienes escondidos,
descubrirás que puedes vivir estos momentos
con los ojos abiertos y los miedos dormidos,
con los ojos cerrados y los sueños despiertos.
Gracias Maestro, aunque no sabemos si ahora mismo redactarías de idéntica forma tus poemas que hemos «reclimatizado».
SOS por la infancia: ¿El año más frío del resto de su vida?
Niños y niñas que viven el futuro de hoy, ajenas en parte a lo que se encontrarán a la vuelta de la esquina. Sus sensores de calor marcan temperaturas individuales, suscitan protecciones diferenciadas. El calor es una magnitud convertida en sensación, y ya sabemos que estas maniobras confunden. Por eso, muchos niños y niñas ven mermada su salud, incluso en nuestros países ricos.
Pero quienes estudian las variables de cambio climático dejan a un lado las sensaciones ajenas o propias y evocan el futuro con magnitudes medibles. Ahí está Unicef que acaba de dar a conocer El año más frío del resto de su vida. Proteger a la infancia frente al impacto creciente de las olas de calor. Extractamos varias -algunas son copia literal- conclusiones:
- La rapidez acelerada de la crisis crisis climática nos ha traído por todo el mundo olas de calor cada vez más prolongadas, intensas, extendidas y frecuentes. Estos sucesos no distinguen a quienes los sufren, sean niños o no, tengan sensaciones en un sentido o en otro.
- Se estima que cerca de 559 millones de niños ya están expuestos a esas multiplicadas olas y sus «desperfectos».
- Al paso que vamos, en el año 2050 casi todos de los más de 2.000 millones niños y niñas del planeta deberán soportar olas de calor más frecuentes que ahora. Ocurrirá así tanto si se ha producido en esa fecha el «milagro» de que el mundo haya logrado un escenario de “bajas emisiones de gases de efecto invernadero” (+1,7 ºC de temperatura), como si las elevadas emisiones de GEI han llevado a un calentamiento estimado de + 2,4 ºC.
- Debemos actuar inmediatamente, y eso pasa por protegerlos (adaptando los servicios sociales), prepararlos (para que puedan vivir en una nueva situación climática), priorizar a la infancia y los jóvenes en la asignación de recursos (financieros y de otro tipo relacionados con la crisis climática) y prevenir la probable catástrofe climática (reduciendo drásticamente las emisiones de GEI).
El título del informe avanza lo que es ya realidad y probablemente será verdad absoluta, cuando esa infancia sea adulta. Nos encontramos en el año más cálido desde que hay registros en la mayoría de los países; y eso que la series climáticas ya se teñían de rojo peligroso los años anteriores. Este calentamiento global no es coyuntural, sino que será pronto parte básica de la estructura de la vida. La infancia y adolescencia -en edad adulta dentro de poco- sufrirán y deberán gestionar el calentamiento global. Mala herencia les dejamos. Lo avisaron el 27 de octubre pasado ONU Ambiente (Pnuma) en Emissions gap report 2022 y la Agencia Internacional de la Energía en World Energy 2022 . Las cifras de las emisiones y tendencias descorazonan a quienes piensen un poco en el futuro colectivo.
En el pasado mayo, Unicef llamaba la atención y pedía actuaciones urgentes en su informe de Innocenti, titulado Report Card 17: Lugares y Espacios. Avisaba: El consumo excesivo en los países más ricos del mundo está destruyendo los entornos de la infancia en todo el mundo. Ellos están organizando entornos más saludables para los niños dentro de sus fronteras, pero a la vez están contribuyendo de forma desproporcionada a la destrucción del medio ambiente.
¿Demasiado pesimismo en los informes? Siempre tendrá utilidad si eso es fuente de energía vital transformadora, decía más o menos Pessoa. Pero nos quedamos, adaptado a nuestra intención y sensación, y pensando en los hijos y nietos (Mario y Pablo, Iris y Ramón) propios -tienen la fortuna de vivir en un país rico-, con aquello que para otro menester escribía en La tregua (1960) Mario Benedetti: Ojalá que pasado mañana cada niño, niña o adolescente tanto del mundo pobre como del rico se sientan «a la vez protectores y protegidos, que es una de las más agradables sensaciones que puede permitirse el ser humano».
La peligrosa aventura de conjugar el verbo cazar en la escuela
Parece una estrategia sacada de los juegos de ficción en el ordenador. Al leer la noticia pensé que era falsa, como otras muchas que proliferan en la Red. Di vueltas telemáticas por diversos periódicos. Allí estaba también. Volví a la entrada de El País. Utilizaré entrecomillados para no ser exageradamente subjetivo. Me (in)tranquiliza un poco la noticia, dice que por ahora los escolares andaluces «de primaria de 90 centros (de un total de 2.300) no tocarán las armas al menos este curso. Solo accederán a contenidos vinculados a la naturaleza elaborados por la Federación Andaluza de Caza». Trato de imaginar a sus miembros de educadores ambientales y no logro verlos. Le doy vueltas a los posibles contenidos de la naturaleza que van a emplear; me cuesta que se tengan que hacer visibles de esta forma. Leo más abajo «Vox, Cs y PP incluso firmaron un compromiso escrito para la promoción y conocimiento de la caza en el currículo escolar y así aprobar los Presupuestos de 2020, pero quedó en papel mojado». Menos mal, me digo.
No sé si dicha estrategia didáctica será una actividad complementaria o extraescolar, si figurará en el Proyecto de Centro. Me quedo sumido en el despiste existencial cuando leo lo que manifiesta la Federación Andaluza de caza “Lejos de lo que pueda pensarse, no se trata de formar en materia de caza, ni adoctrinar en relación a la actividad cinegética: únicamente tratamos de acercar la naturaleza a los niños, mejorar el contacto con ella, que conozcan los aprovechamientos naturales y sostenibles del monte y que tengan argumentos y criterios propios para juzgar”. Por lo que dicen parece que quieren ser Monitores ambientales; alguien habrá con sensibilidad por la biodiversidad. Así dicho no suena mal, pero ¿qué pasará cuando se hagan las prácticas en el entorno? ¡Monitores de la naturaleza con escopeta! ¡Alumnado de Conocimiento del medio viendo la biodiversidad en la caza!
Una pregunta que me surge, así sin pensar mucho, ¿qué contenidos se reservan para el alumnado de secundaria o bachillerato; no digamos de FP?
Pero aún hay más, o peor. «Desde 2016 los escolares extremeños pueden coger escopetas de aire comprimido un día al año en Alange (Badajoz)». Extremadura a la cabeza. Allí los cazadores reclaman su papel conservacionista.
Existe en Andalucía un proyecto llamado Huellas (que ha sido elegido por más de 90 colegios). En él se incluye el programa «Vivir y sentir el patrimonio» ―optativo para los colegios, menos mal―. Quienes lo desarrollen permitirán que «los escolares presencien exhibiciones de tiro con arco y cetrería, aprendan el rastreo de animales mediante sus huellas, conozcan el adiestramiento de los perros de caza y aprendan recetas de cocina vinculadas a las presas. El proyecto se basa en tres ejes: sostenibilidad del medio rural, observación de especies silvestres y etnografía del territorio». Me suena a un estruendoso (sic) pero estaré en un error pues es ensalzado en algunos medios de comunicación.
Le doy vueltas a lo que pensaría el admirado Miguel Delibes, un cazador especial, de este asunto. Si no recomendaría emplear el tiempo escolar en otra cosa. Por ejemplo en leer y debatir libros o documentales que hablasen de la naturaleza, sus sucesiones e interdependencia de la biodiversidad y el entorno. En fin, que se lean el artículo de El País y hablen del asunto en sus claustros y departamentos. Opinen si esto va en consonancia con la Lomloe y muchas leyes anteriores, incluso del Partido Popular. A propósito, ¿qué dirán de esto los departamentos de Educación de esas CC.AA.? Y el Ministerio?
Por más vueltas que le doy no logro asimilarlo. Me pregunto cómo comprobará la Inspección Educativa si se han adquirido estos conocimientos. Por cierto, en esta entrada hablamos de la caza como contenido escolar, no de la caza, que sería tema para otros análisis y debates, los cuales ni nos ilusionan ni estamos preparados. ¿Qué tal si consideramos y debatimos lo que expresa el Consejo General de la Abogacía de España?, por decir algo que me centre en el asunto.
El profesorado en formación permanente es la clave educativa
Todavía permanezco en el reducido grupo de creyentes sobre el papel transformador social de la educación; primero la obligatoria y después, o al lado, la no formal o informal. Soy de los que piensan que la clave importante del éxito de la primera reside en las capacidades e intereses del profesorado. Este es el que puede transformar la enseñanza porque se le encarga su puesta en valor y cuando alguien se esfuerza y consigue frutos se autoanima. La pena es que, al menos por aquí, se le demande que lo haga en un tiempo récord, cual si fuera un milagroso curandero.
En el caso de que esto fuera posible necesitaría urgentemente una formación adecuada a las nuevas demandas sociales que se le hacen; más una posterior y continua cualificación permanente (mejor en tiempos lectivos) para enfrentarse con éxito a los nuevos retos. Josefina Aldecoa, una maestra de las ilusiones transformadoras, nos legó aquello de que la educación es un proceso que no acaba nunca; añadiríamos nosotros que también en el profesorado. Educar es siempre aprender, para aprender hace falta querer.
En el nuevo currículo que promueve la Lomloe, en el contexto de educación que supone, perviven situaciones del pasado con nuevos requerimientos. No pasa solamente en España; en otros muchos países se suceden leyes educativas sin una aparente mejora educativa, será porque nunca se evalúa el funcionamiento del sistema como tal; si el sistema sistema sirvió o no para lograr los ilusionantes preámbulos con los que las leyes se adornan. Se cambia la ley porque conviene al partido gobernante. Como mucho se extiende la cantidad de perceptores pero apenas se mira la calidad de lo percibido/aprendido. Vemos como marcha el ODS núm. 4 a escala de España y Europa.
Viene esto a cuento de que se celebró recientemente en Nueva York la Cumbre de Naciones Unidas para la Transformación de la Educación (TES, por sus siglas en inglés). De ella surgió lo que se llama Declaraciones de Compromiso, una serie de propuestas para transformar la educación de los diferentes países. Pero resulta que el 80% de las acciones destaca uno o varios aspectos relativos al aprendizaje digital. De hecho, el gobierno español anunció la inversión de casi 1.200 millones de euros en el Plan de Digitalización y Competencias Digitales del Sistema Educativo. Vale, bien pero…
Dado que no existen suficientes estudios concluyentes de la gran mejora educativa que ha supuesto la tecnología para todo, de que algunos docentes han caído en el «tecnoestrés» durante la pandemia, de que no se ha evaluado la potencialidad educativa de las tecnologías de educación en el aula ni las desigualdades mejoradas, lo primero es testearlo. Separar la moda de la mejora educativa. Somos conscientes de que lo que decimos va contra corriente; máxime cuando afirmamos que tecnología no equivale a innovación educativa. Se nos ocurre proponer que antes que nada habría que mejorar la formación y la profesión docente en el mundo. Partimos de la hipótesis de que invertir en la profesión docente (formación inicial y permanente) serviría mejor para un aprendizaje de calidad del profesorado y del alumnado que atiende. Para lograrlo se necesita una mejora del profesorado, en cantidad y calidad, para que pueda atender los requerimientos nuevos y las crecientes desigualdades. Y urge una valoración crítica y cualitativa de los resultados formativos. «La educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo». Lo formulaba Pablo Freire para el alumnado pero se podría aplicar al profesorado. Combinándolo con aquello que nos legó y muchos docentes compartimos: “Enseñar no es transferir conocimiento, sino crear las posibilidades para su propia producción o construcción”. Valdría para soñar desde la Educación Infantil a la Formación Profesional (que parece empieza a emerger).
Además, cabe una reflexión colectiva sobre el papel social de la educación. Si se logra encontrar habrá que explicarlo muy bien para que el profesorado se involucre en las nuevas necesidades, confíe en poder desentrañar los requerimientos que se le piden, exponga de forma argumentada logros y éxitos y sea escuchado. Con todo, no vendría mal un respeto social al personal docente. Quizás es lo que le falta a una parte de él para implicarse de verdad en la transformación educativa que tan lejana se nos antoja, que no se logra con la mera transposición de leyes educativas.
«Hemos cambiado el mundo». Hasta siempre Latour
El maestro de la filosofía de la vida, una de las voces más claras del ecologismo falleció el domingo pero no nos dejó, nos legó su tesoro del pensamiento. Como aquella sentencia que nos dice que no vivimos en la misma Tierra, que hemos cambiado el mundo; que transitamos por una situación dramática en cuestión política y ecológica. Estado transitorio que afecta a todos por los graves problemas sociales y ambientales generados por nosotros mismos. El calentamiento global lo es también en las relaciones internacionales. El llamado progreso está acabando con la biodiversidad.
Los despilfarros de hace unos años no sirven como modelo de vida actual. La cuestión es que todo el mundo se da cuenta y apenas reconduce su vida. La bifurcación de la naturaleza es un hecho. A partir de un momento, digamos que a finales del XVII, por un lado iban las leyes que la ciencia objetiva empezaba a descubrir y por otro lado las subjetividades.
Sorprende que veamos las situaciones problemáticas, que nos confirma la ciencia como los estragos de la COVID o el cambio climático, y no sepamos reaccionar con la rapidez que todo requiere. Nos cuesta deshacernos del sentido de la vida que marcan la abundancia y las comodidades. Hoy el mundo está cambiado, las bacterias y los virus que no vemos permanecen con un protagonismo especial. Son los que construyen la habitabilidad del mundo.
Se ocupó en pensar sobre las modernidades, que no es solo correr al lado de la técnica, sino como un proyecto de investigación para saber lo que realmente pasa en este tiempo moderno. Debemos repensar el lema «modernízate y no te quedes rezagado», pensando antes en el qué y en el cómo. Acaso es un enigma que llevamos 50 años estudiando y del que no sabemos mucho. Toda la gran maquinaria del progreso se paró de repente con la irrupción de la COVID. Hay demasiados «hombres blancos-lenguas de serpiente», que dicen una cosa y hacen la contraria; solamente es necesario mirar a la política mundial y a escuchar lo que dicen los opinadores mediáticos. A la vez todo el mundo se pregunta «qué hacemos y qué queremos». La modernidad ha terminado, se ha convertido en una fuente de destrucción; algo así como un paréntesis que ahora se cierra y hay que imaginar otro mundo, que con viejas existencia y deseos no modernizaremos. Un planeta que se está volviendo inhabitable. Debemos cambiar nosotros.
Se puede seguir disfrutando de Bruno Latour en varias entrevistas esclarecedoras. Siempre debemos tenerlo presente; nos irá mucho mejor.
El urgente reto de la transformación educativa mundial
A partir del 19 de septiembre tuvo lugar en Nueva York la Cumbre sobre la Transformación de la Educación (TES, por sus siglas en inglés) Según parece se convocaba en respuesta a una permanente y creciente crisis mundial de la educación en materia de igualdad, inclusión, calidad y pertinencia. Esta situación es de alcance considerable y sin embargo permanece oculta a no ser que alguien la destape, pero está teniendo, tendrá, un efecto devastador en la mayor parte de los países. Todo el mundo político y empresarial está ocupado ahora en resolver los problemas económicos que la pandemia o la guerra de Ucrania han provocado en el comercio mundial y en el suministro de combustibles y otras materias primas básicas. El resto de las personas sortea cómo puede las crisis y las alzas de precios, que no es tarea sencilla.
O no nos damos cuenta de la crisis educativa, o vemos imposible la tarea de educar. Como decía la convocatoria de la cumbre hay que actuar de manera urgente para situar la educación en la cima de la agenda política mundial. Por lo cual es imprescindible movilizar la acción permanente, convertir la aspiración en un deseo mundial, incluir la solidaridad como un principio universal de convivencia y encontrar y poner en práctica todas las soluciones necesarias para «recuperar las pérdidas de aprendizaje relacionadas con la pandemia y comenzar una transformación de la educación en el mundo, pero hacerlo de tal manera que sea rápida». Los tiempos de la crisis no esperan a nadie. Todo lo cual se puede aplicar perfectamente a España. Interesante lo que aporta el Foro de Sevilla por otra política educativa.
Sin embargo, esos 130 países que se reunieron en la TES, absorbidos como estamos por la nuevas tecnologías, se olvidaron de otras cuestiones básicas como la formación docente; sin llegar a compromisos nacionales por dignificar al profesorado, y a la tarea que mal que bien realiza; en algunos países sin ningún recurso y con grupos de alumnos demasiado grandes. Podrían haber recordado que la UNESCO estima que se necesitarían en torno a 69 millones de docentes más, y bien formados para poder alcanzar una educación de calidad de acceso universal hacia el año 2030; objetivo que aparece cada vez más difuminado.
Por eso hay que insistir en lo que buscan colectivos de acción como El Equipo Especial sobre Docentes que presenta una campaña de promoción dirigida a los gobiernos, la comunidad de donantes y el público general a fin de destacar el papel preponderante de los docentes y de la docencia en la transformación de los sistemas educativos. En síntesis propone:
- Abogar por la necesidad de adaptar los sistemas educativos para contribuir a que los docentes se erijan en agentes de cambio.
- Utilizar ejemplos positivos de casos concretos para demostrar cómo los docentes pueden ser esenciales en la transformación de los sistemas educativos y en la mejora del aprendizaje de los alumnos si están más motivados y mejor formados y capacitados.
- Movilizar a los países y las organizaciones de donantes para que se comprometan a apoyar a la comunidad docente.
- Mejorar el reconocimiento de la profesión docente haciendo hincapié en las distintas maneras en que los docentes pueden lograr la transformación de los sistemas educativos necesaria para cumplir los objetivos de 2030.
Pero parece ser que los países signatarios de los resultados de la Cumbre se han ocupado demasiado por el uso de la tecnologías y menos por el profesorado, que en algunos países se encuentran al borde del agotamiento tecnológico.
La madeja educativa de España necesita un Pacto que la desenrede
Empezó el nuevo curso escolar y pasó sin pena ni gloria para quienes no están próximos a la escuela, por profesión o por que tienen a sus hijos-as en este tramo educativo. Cuesta tejer una educación obligatoria coherente en España, expuesta como está a tantos (des)intereses, tan poco meditada en reuniones colectivas.
En la madeja educativa se va enredando año tras año. Ahí se mezclan deseos con frustraciones, tendencias pedagógicas sin experimentar con inercias de siempre, ideologías con desapegos, demandas sin respuesta, nuevos planes que remiendan viejos vicios, falta de recursos con promesas mantenidas largo tiempo, lo deseable con lo posible, inquietudes de una parte del profesorado con atonías de muchos, innovaciones que no lo son con esfuerzos probados y evaluados del profesorado, impulso de comisiones del alumnado con peticiones no satisfechas, libros nuevos con estilos tradicionales, etc. Vistas las cosas, no hay un consenso social que ponga orden, mesura e implicación colectiva en la educación. Y lo peor es la no consideración del papel transformador que podría implicar.
La maquinaria educativa se ha puesto en marcha de nuevo. Las administraciones estatales y autonómicas, las suponemos interesadas en darle un empujón transformador a la escuela que vaya más allá de la vestimenta, desenrollan una nueva madeja llamada Lomloe, que supone cambios metodológicos, presenta nuevos puntos de salida y de llegada para el alumnado y profesorado, una muldidimensión evaluatoria que resulta difícil de entender, junto con el mantenimiento de ciertos tics curriculares. Entre toda la comunidad educativa han de ser capaces de coordinar lo tradicional con las propuestas de transformación escolar, necesaria cuando se está acabando ya el primer cuarto del siglo XXI. La educación pública ha soportado tantos tijeretazos desde el desapego Wert. Tejer y destejer curso tras curso, ley tras ley, cual odisea de Penélope.
Nada se dice de un Pacto Educativo que ponga como primera tarea el reconocimiento de que los sujetos (el alumnado de cada etapa y en las diferentes materias) mantienen una heterogeneidad que precisa currículos abiertos, planes de acción consensuados, profesorado con una formación acorde, funciones nuevas como el acompañamiento emocional provistas de algo y no rodeadas de la nada. Iría mejor menos evaluación del alumnado y más valoración del sistema en su conjunto y de los diferentes actores educativos del sistema. La escuela suspira mirando al cielo o al suelo, que de todo hay. Un nuevo ovillo podría servir para tejer un entramado educativo eficaz y duradero ya que los distintos hilos (administración, partidos políticos, agrupaciones del profesorado o de las familias, rectores de la enseñanza concertada, etc.) que lo forman ahora manifiestan voluntades positivas.
¿Por qué nunca es posible? Nos resistimos a abandonar el empeño de hacer realidad otra escuela, a que desaparezcan los nudos partidistas. Mantenemos la creencia de que este año, a pesar de los apresuramientos varios de la entrada de la Lomloe, se removerán las inquietudes, se renovará al menos un poco el quehacer escolar. ¡Suerte para todos!, y un lamento crítico para los inmovilistas.
Y sin embargo algo se mueve, diría un «galileano» pedagógico actual.
Pobres niños fracasados escolares; además son pobres
Es conocido que aquellos niños y niñas que nacen y se crían en ambientes desfavorecidos (inmigrantes en segundas generaciones, hijos-as de parados-as, integrantes de familias monoparentales con reducidos recursos, etc.) tienen más dificultades para ascender en la escala educativa que las sociedades se han impuesto para conseguir unos fines concretos, a veces tan coherentes como universalizar en su territorio la educación de calidad. No todos tienen un maestro como Albert Camus o Emilio Lledó, por citar solo dos que me resultan especialmente gratos.
La escuela pospandémica no ha hecho sino aumentar las desigualdades. La educación a distancia, no presencial, no alcanzó de la misma forma a los ricos que a los pobres, como denunciaba Unicef hace un año más o menos; cifraba en 200 millones de niños, niñas y adolescentes, o más, quienes se habían visto privados de ese derecho universal. No nos extrañen las cifras. Las acuciantes necesidades materiales de las familias más pobres, en los países pobres y en los sectores desfavorecidos de los países ricos, les impidieron poner el foco fuera de la supervivencia. Pero no vamos a hablar de los pobres de entre los pobres en países castigados por toda clase de infortunios sino de España, y más especialmente de los pobres entre los ricos o medianamente pudientes.
Acabamos de conocer el informe Fracaso escolar en España: ¿Por qué afecta tanto a los chicos y alumnos de bajo nivel socioeconómico? Como podrán comprender la noticia no fue de apertura en los informativos, y pocos medios escritos la recogieron. Importaba más si las colas para manifestar pleitesía a la Reina británica duraban no sé cuantas horas y alcanzaban no sé cuantos kilómetros. Aunque no venga aquí al caso, pensamos en la mejora que se podría hacer en la educación de los niños pobres británicos, que suponemos que los seguirá habiendo, con la millonada que hereda por allá la gente real. ¡Anda que si añadiésemos lo que habrán gastado en los fastos suntuosos para despedirla, lo de los mandamases mundiales que han acudido a las honras fúnebres junto con sus séquitos, la parafernalia de las medallistas y recuerdos…! Alguien lo ha titulado como un asalto a la pobreza universal, una suplantación de los problemas y crisis sociales. En fin, un episodio de rigurosa frivolidad, al decir de la ética compartida. Me gustaría conocer qué sienten los niños y niñas pobres que ven las ceremonias en sus televisores o terminales informáticos en todo el mundo. Si recibieran Unicef o Unesco unos céntimos de dólar por los minutos televisivos o radiofónicos, por cada mensaje electrónico que circula estos días por redes comentando las exequias y sus circunstancias…
Pero volvamos al asunto del informe, a pesar de que utiliza datos un poco antiguos (2016-2017) y se refiere a la comunidad de Madrid pero extrapolan al resto de las CC.AA.(sic). Se fija en dos predictores para su diagnóstico: «el rendimiento académico del estudiante (en lengua, inglés y matemáticas) y la repetición de curso, para comprender qué factores escolares y de políticas pueden explicarlos». Después discrimina la búsqueda por género y por nivel educativo de las familias, amén de las repeticiones de curso. Dice que España tiene la segunda tasa de abandono escolar temprano de Europa y por eso propone varias medidas para mejorar la situación.
Lo del abandono escolar lo ha desmenuzado recientemente Save the Children en su último informe Repetir no es aprender. Mitos desmentidos y alternativas posibles a una práctica ineficiente e inequitativa, ya da pistas de la situación solamente con el título. También lo hizo Unicef y por eso reclamaba un Pacto de Estado por la Educación. Qué alegría provocaría el hecho de que el sistema educativo no provocase repeticiones y facultase en Formación Profesional tantos especialistas que los nuevos tiempos necesitan.
En bastantes ocasiones hemos comentado en este blog (sirve una búsqueda con los descriptores fracaso escolar) que el abandono escolar temprano, las repeticiones y el no éxito escolar de una parte del alumnado son una consecuencia del fracaso de un sistema educativo, no de los escolares que no alcanzan los niveles exigidos. Sabemos que en algunas comunidades se han empleado recursos en atender al alumnado rezagado o con diversas disfuncionalidades. Pero por lo que se ve no ha sido suficiente. Por eso, nos atrevemos a proponer que la prioridad educativa debería ser llevar a cabo un chequeo para Conocer las causas del fracaso del sistema educativo en España. Propuestas de mejora. A ver si a nuestros políticos, ahora empeñados en bambolear la cúpula judicial por injusta y caduca, les da tiempo de abordar la justicia educativa antes de que se rompa la legislatura. Para ello es necesario pensar en el bien común y dedicar recursos económicos y educativos para detener el aumento de las desigualdades según entorno familiar. De no ser así, quién sea, pasados unos años, deberá investigar sobre «Qué aspectos y decisiones han provocado que el fracaso y abandono escolar se hayan hecho endémicos en España».
Por una escuela más motivadora, más apoyo parental, con tutorías reales y con más recursos para los departamentos de orientación y seguimiento escolar personalizado. Al menos en España.
Hoy mismo, lunes 19 de septiembre, comienza en Nueva York la Cumbre sobre la Transformación de la Educación. De sus resultados daremos cuenta en un chispazo posterior.
Negar la escuela a un niño-a debería considerarse delito universal
En verdad no sé mucho como va eso de la vigilancia del cumplimiento de los derechos humanos, el acceso a la educación entre ellos. Puede que sea una de las faltas más graves que la humanidad ha atesorado permanentemente a lo largo de los siglos. Se me ocurre una interpretación crítica de la realidad a escala global: idea frágil que manejan el conjunto de personas que reservan los derechos humanos para unos y los niegan fraglantemente a otros, generalmente los pobres y excluidos de la sociedad del bienestar, la justicia y la democracia.
Aprender en la enseñanza reglada fue durante siglos un privilegio de los ricos, de los hombres, de según quién, cómo y dónde. Pero claro, ha pasado tanto tiempo desde que se inició en algunas sociedades la escuela para casi todos que clama a los dioses la situación actual. En muchos países siguió pautas diversas pero al final la educación llegó a casi todo. Por lo que se refiere a España no fue hasta 1401 cuando el obispo Diego de Anaya, funda el colegio mayor de San Bartolomé para estudiantes pobres y le proporciona recursos para poder dar becas de estudios. Así, muy poco a poco, llegó a ser realidad la asistencia a la escuela, que en muchos casos daba un protagonismo al clero en las tareas docentes. Las ideas republicanas de principios del siglo XX lo cambiaron casi todo pero llegó la Guerra Civil y el cielo educativo se oscureció. Eso sí, después de su finalización, de manera paulatina, los niños y niñas, separados por cierto, fueron escolarizados casi todos. Bien es cierto que el protagonismo del clero no cesó del todo pero el derecho a la educación es una realidad en España en el siglo XXI, como también en muchos países. La escuela española titubea en este comienzo de curso: nuevos programas educativos complican la convivencia con ciertas carencias y desigualdades. Ojalá este curso sea el inicio de la diferente normalidad (creativa, inclusiva, formativa para la vida, centrada en el alumnado, sin sufrir los desacuerdos políticos de la sociedad española, con una profesorado formado en las nuevas exigencias pedagógicasetc.). Ahora mismo, parece un aula de aquellas de las películas en donde los traviesos de la clase se lanzan pelotitas de papel y cosas más contundentes. Queda mucho por mejorar. La destrucción política de la educación es una batalla permanente en España. Estamos cansados de sufrirlo, de soportar mentiras interesadas. También debería ser delito en el ordenamiento jurídico español no proporcionar una educación de calidad, que limite las desigualdades, adaptada al mundo actual.
También ha comenzado un nuevo curso escolar en Europa; en Latinoamérica están terminando las vacaciones; no podemos decir nada del resto del mundo pero suponemos que las situaciones educativas habrán mejorado. Se pueden consultar los Informes de la Unesco de la educación en el mundo. Hasta aquí queríamos llegar. Sepamos que Unesco denuncia, datos de hace una semana, que unos 244 millones de niños, niñas y jóvenes entre 6-18 años siguen sin escolarizar. Mientras compramos los materiales escolares para nuestros hijos e hijas, en otros lugares personas de su edad deambulan por la nada o son sometidos a trabajos imposibles para su edad. Al final ven degradadas su vidas y sus esperanzas. Según Unesco, «el África subsahariana sigue siendo la región con más niños y jóvenes sin escolarizar, con un total de 98 millones. Además, es la única región en la que esta cifra aumenta. Especialmente grave es el caso de Nigeria como denuncia el informe Visualización de Indicadores de Educación para el Mundo (VIEW, por sus siglas en inglés) de la Unesco, que incluye una base de datos mundial sobre desigualdad en educación. La segunda región con más población sin escolarizar es Asia Central y Meridional, con 85 millones».
Un recuerdo especial merecen los niños y niñas ucranianos. Se calcula que serán más de 650.000 los que están sin escolarizar. Nos preocupa también si la educación que reciben los 4 millones ya escolarizados, en condiciones complicadas, a veces fuera de su país, estará exenta de enseñanzas patrióticas o religiosas excluyentes, de esas que se riegan con odios seculares. Puestas en clave revanchista han estado presentes en las escuelas de todo el mundo, en los colegios ligados al clero cristiano, en las madrasas del mundo musulmán, en las dictaduras en donde el credo principal es el mantenimiento del régimen, etc.
Negar la educación es un delito colectivo. ¿Qué tipo de pena merecería?
¡Por un nuevo curso escolar más humanitario y ecosocial, en cualquier lugar del mundo!
La nostalgia del futuro se reimagina en el presente
Miramos atrás para tirar hacia delante. Los tiempos dulces, no para todos, se rompieron definitivamente con la expansión de la pandemia. Más bien se mostraron elocuentes. Como siempre, los pobres del mundo apenas salieron en los noticiarios. Buscar ahora mismo, escuchar o leer, una referencia a los desastres bélicos, ambientales y humanitarios que soportan los países pobres es una aventura sin final.
Nosotros a lo nuestro, que los pobres ya tienen bastante con sus desgracias y poco podemos hacer desde aquí; eso dicen pero el asunto daría para muchas conversaciones. Tras el paréntesis veraniego vendrán los lamentos de antes, prioritariamente los nuestros: bienestar real, agua a discreción, inflación controlada, salud de las de verdad, viajes y fiestas sin limitaciones, trabajo digno, etc. ¿Y si el mundo nuestro ya no es como era? Tenía guardada en mi cuaderno de esperanzas lo que Bauman llama las retrotopías. Que más o menos querrá decir algo así como que la nostalgia nos hace volver al pasado sin exabruptos pandémicos, bélicos, ambientales o inflacionistas; como si nada hubiera sucedido; aunque Bauman lo ajusta más diciendo que es «la negación de la negación de la utopía». Pero la nostalgia es un cofre con doble fondo. Se aflora lo brillante o menos malo y se esconde aquello que no encaja; algo así leí que dijo G. García Márquez. Pero pocas veces se usa la nostalgia para separar lo que hicimos mal y no volver a equivocarnos.
Dicen que en el mundo rural pervive la nostalgia, que ilumina los horizontes mañana y tarde. La idealización de lo rural no va a detener las huidas permanentes, en todo caso las suavizará un poco. Si la gente se fue de los pueblos es porque alguien o algo los echó; acaso las nulas expectativas de futuro. Los grandes rebaños no tenían quien les llevase el morral. Al irse dejaron que la naturaleza retomase el espacio perdido. Campos del olvido que escondieron sus márgenes a pesar de la sequías. Márgenes que los incendios que ha padecido Europa, España donde más, alumbraron para eliminar otras nostalgias. Pongamos cuidado porque la nostalgia es a menudo una seductora inquietante.
Los poderes políticos grandes y los entes con dineros a mansalva incrementan la nostalgia en sus consejos de mandamases por mantener su papel en el mantenimiento de un orden estricto, como antes. ¿De qué nos sirven las nostalgias del pasado si se centran en las relaciones económicas y totalmente subjetivas dirigidas a preservar privilegios económicos, de género, de raza/origen, de país, etc.? Lo macro nunca tuvo en cuenta lo micro. Lo veremos en el mundo, también en Europa, cuando el verano sea la entrada de un otoño social y económico. Acaso más grave en invierno. Nostalgias del pasado de nuevo. Un intento de idilio con lo que antes veíamos bien, o quizás mirábamos mal.
Utopía de volver a un cierto paraíso, estilo Tomás Moro, que antes no cesábamos de criticar. Solo es necesario leer alguno de mis antiguos chispazos para comprobrarlo, o buscar en Internet. Pero el horizonte lejano es un espacio vacío que hay que rellenar. Nos lo han recordado las incertidumbres emergentes. Volviendo a Bauman: ¿No será que los poderes establecidos nos supieron vender, y nosotros compramos sin pensarlo mucho, que la individualización del progreso era una forma de liberación? ¡Vaya chasco si fue así!
Acaso, cuando llegue septiembre, el recorrido del camino al futuro podamos convertirlo en un recorrido de limpieza de esos daños que se hicieron en la búsqueda de las promesas. Nos quedan los presentes. Aprovechemos para
P.D.: ¿Qué pensarían si leyesen esto los pobres de todo el mundo, las mujeres oprimidas de Afganistán o cualquier país, los sin techo, los inmigrantes sin futuro que enlace con la nostalgia, los pensionistas que no acaban ningún mes sin deudas, los damnificados por las inútiles guerras, etc.? También les podríamos preguntar a los chicos y chicas de nuestros institutos de secundaria, a los universitarios o a quienes se tuvieron que conformar con ningún título.
Convivir con un entorno sano, derecho humano universal
Todos sabemos que la ONU existe, que es un lugar donde se habla mucho y por lo que parece pinta poco. Los medios de comunicación la vituperan constantemente; no digamos ya los países que no se salen con la suya o esos que han convertido el Consejo de Seguridad en una partida de mus. Otros nos preguntamos sobre qué sería del mundo sin las 15 agencias de la ONU: Unicef, Unesco, FAO, PNUD, Acnur, OMS, OMM, OIT, etc., por citar solamente a las más conocidas. Las sedes de cada una no están en Nueva York, como la de la ONU sino que se sitúan en varios continentes.
La Organización de las Naciones Unidas, vamos a dejar aparcados los comentarios sobre el término organización y unidad de las naciones, es tan necesaria que debería tener más poder decisorio para que sus mensajes llegasen nítidamente a todos los rincones del mundo. No es así, pero su liderazgo inestable es el único al que pueden sujetarse los países e individuos con más desigualdades. Pero claro, para eso hace falta un presupuesto y todos los países son cicateros; recordemos los abandonos o amenazas de EEUU. Por cierto, España es el décimo contribuyente mundial. Mientras hay muchos que no pagan o se retrasan indefinidamente.
Todo esto viene a cuento de que la Asamblea General de la ONU adoptó el jueves pasado una resolución que reconoce como derecho universal el acceso a un medio ambiente limpio, sano y sostenible. Hubo 161 votos a favor, ocho abstenciones (ya se lo imaginaban pero los citamos aquí: China, Rusia, Bielorusia, Camboya, Irán, Kirguistán, Siria y Etiopía) y ningún voto en contra. Antonio Guterres, ese buen hombre que es el actual Secretario General, subrayó, sin embargo, que la adopción de la resolución «es sólo el principio» e instó a las naciones a hacer de este derecho recién reconocido «una realidad para todos, en todas partes». La resolución, basada en un texto similar adoptado el año pasado por el Consejo de Derechos Humanos (cuya Presidenta Bachelet ya ha dicho que van a estar muy atentos) supone un hito para abordar la crisis medioambiental, de contaminación, de pérdida de biodiversidad, etc. que nos amenaza.
¿De qué sirve esto? Al menos de reconocimiento, de catalizador de ilusiones, de refrendo de acciones de la ciudadanía y de obligaciones de los gobiernos. De paso, servirá de aval a muchas ONG del ámbito socioambiental para reclamar a sus gobernantes próximos que no vayan en contra de esa resolución. Falta mucho para hacer realidad lo de derecho humano, pero es bueno que aparezca ligado a la biodiversidad. Suponemos que se regularán plazos, acciones, cómo se denuncian incumplimientos, etc. La pena es que, por ahora, no es jurídicamente vinculante.
Lo dicho, sin la ONU, con todos sus fallos, viviríamos peor. Recordemos que algunas declaraciones de derechos humanos parecían una quimera cuando se aprobaron y hoy son norma casi generalizada en muchos países, todavía pocos para lo que tenemos enfrente.
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