Han pasado ya 70 años desde la Declaración Universal de Derechos Humanos, un proyecto acordado tras los desastres de la II Guerra Mundial. Su recorrido transformador ha tenido velocidades diversas pues los escenarios sociales y políticos de cada país y el global han marcado el tiempo presente y futuro. La convivencia positiva está detrás de estos y otros principios, que se concreta en la igualdad de todos, mujeres y hombres, en dignidad y derechos, en el valor intrínseco de cada persona y en el percibido por los demás. Las escuelas han ido incorporando intenciones y acciones para conocerlos; unas veces con más ímpetu y creencia que en otras, depende del profesorado y de las peculiaridades de cada centro; alguno se ha animado a celebrar días o actos reclamando estos derechos.
En estos momentos convulsos, en los que por todo el mundo se margina a muchas personas –incluidos millones de niños y niñas, jóvenes o adolescentes- hay que hacer ver al alumnado que ni unos ni otros pueden ser utilizados ni manejados por nadie para unos fines concretos. Convertir los derechos humanos en un eje básico del Proyecto Educativo exige una atención continua por parte del profesorado, un compromiso colectivo que se hace visible en la convivencia diaria. Reconocer la igualdad de todas las personas no es una postura sin más; supone aceptar el valor que cada una posee por el hecho de serlo. Implica revisar y valorar las diferentes situaciones que acontecen en el centro desde esta perspectiva, reconociendo si está presente o falta la no discriminación, si se fomenta la participación, si se escenifica la responsabilidad. En fin, si se trabaja por y para compartir derechos después de 70 años.
Publicado en Heraldo escolar el 6 de marzo de 2019.