Conocimiento cotidiano

La escuela debe preguntarse a menudo si existe relación entre lo que enseña y aquello que el alumnado vive. Porque los chicos y chicas llegan a clase con un bagaje personal y social, no importa la edad, que es marcadamente perceptivo y construido; lo podríamos titular “el complejo conocimiento cotidiano”. Se adquiere de una forma no reglada, por eso queda más cercano; difiere en coherencia y profundidad en cada escolar. De ahí que cueste tanto modificar los conocimientos cotidianos cuando son erróneos en relación con lo científico; en cierta manera se han convertido en creencias personales. Y esto no solo le sucede al alumnado.

Tener en cuenta las concepciones previas sobre un determinado asunto, sean fundamentadas o no, ayuda a relacionarlas con los contenidos escolares. Sin duda estos resultan mucho más abstractos en su mayor parte, son difícilmente abarcables y, en consecuencia, poco atractivos, a no ser que el profesorado haga piruetas para presentarlos. Normal, todos están construidos y ordenados al servicio de una materia determinada, obedecen al éxito curricular que se supone que deben alcanzar los estudiantes.

No nos engañemos, aprender es relacionar ideas previas sobre cuestiones vividas con los conocimientos escolares para entender sus relaciones, su aplicabilidad, su complementariedad, la trascendencia en la escuela y fuera de ella; familiarizarnos con ellos. Los conceptos se aprenden mejor o peor, las ideas se construyen con la experimentación o haciendo uso de contraejemplos que nos las cambian. Todo se pone en contacto en los espacios de socialización; no hay que olvidar que se aprende en cada momento y lugar, bastante en un ámbito familiar colaborativo.

Publicado en Heraldo escolar el 27 de febrero de 2019.