Cuando un periodo acaba, toca hacer balances. Y más ahora, que vivimos en un tiempo psicológicamente nervioso. Las pulsiones vitales se encorren unas a otras. Es normal, porque nuestro mundo de referencia se ha agigantado desde la familia y el trabajo hasta todo lo imaginable, y de manera instantánea, gracias a Internet. Tanto es así que da la impresión de que habitamos en un crepúsculo sin fin, con un pie en el día, en la claridad, y otro en la noche, en el desconcierto. Por eso, cuando se valoran los resultados de acciones colectivas, surgen palabras que expresan con hondura y honestidad la miseria y la demencia de nuestra época. Esas voces quieren que la gente escuche e imagine otras posibilidades existenciales. Aunque resulte estridente en estas fechas, hay que hablar de las tachas de la socialización transformadora. Y decir bien alto que el presente va perdiendo tono para demasiada gente, esa que no tiene tiempo de adivinar su futuro.
Pocos años están enmarcados con caracteres tan grandes en el calendario mundial como el que se nos abre ahora. Los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) se acordaban en el año 2005. A partir de ese momento nacían las décadas de la ONU “Para el Desarrollo Sostenible” y “El agua fuente de vida”, entre otras. Eran una luminaria esperanzadora para quienes habían perdido el ritmo existencial. Se enunciaban en unos términos grandiosos: desarrollo, seguridad vital y derechos humanos para todos. Esa precisión suponía una ampliación del concepto de libertad vigente hasta ese momento, planteando la intención de que toda la humanidad la alcanzara por el esfuerzo global. Aquellas palabras que pronunció Kofi Annan en la Asamblea General de la ONU apostaban por la esperanza crítica; constituían una llamada a entender el mundo y un reto para ayudar a salvarlo. Fueron suscritas por casi todas la naciones. Ahora, en 2015, el año final de las décadas, toca revisar los resultados y plantear nuevos propósitos.
Erradicar la pobreza extrema y el hambre era el primero de los ODM. Se concretaba en reducir en 2015 a la mitad las personas que pasaban hambre; logro conseguido. Pero todavía mucha gente está pendiente de ser liberada de ese flagelo. La ONU acaba de denunciar que 57 millones de personas están en urgencia vital. Además, alerta de que, si continúa la devastación ambiental, podemos destruir el soporte vital que es la Tierra, único contexto de supervivencia.
La educación era definida como un escenario básico para conseguir los ODM. Hace unos días, Kishore Singh, relator especial de la ONU, se lamentaba de la diferencia entre las promesas que se hicieron y su realización, de que nadie controla los incumplimientos. Añadía que los nuevos tiempos exigen una educación secundaria y profesional de calidad, no basta con la educación primaria. Denunciaba que sigue pendiente el acceso universal de todos a la educación en similares condiciones y sin discriminación, que haga realidad la igualdad de oportunidades, objetivo núm. 2 de los ODM. Nos dejaba unas cifras que habría que estudiar: para conseguir una verdadera enseñanza de calidad, cada estado debería invertir en educación al menos un 6% de su PIB, o entre el 15 y el 20% de su presupuesto anual.
Comienza el año 2015. Todavía quedan pendientes demasiados retos en los otros ODM: promover la igualdad entre los sexos, reducir la mortalidad de la infancia, mejorar la salud materna, combatir enfermedades como el VIH o la malaria, garantizar la sostenibilidad del medio ambiente y fomentar una alianza mundial por el desarrollo. Sabemos que la libertad para vivir sin miseria, de la que hablaba Annan, exige una nueva gobernanza nacional y mundial, que necesita el auxilio de los países desarrollados, detentadores de los flujos económicos mundiales. Pero la presión ciudadana cuenta en esta civilización telemática. Sabemos que cada uno de nosotros necesita resultados concretos -puede que no sean inmediatos- para que el flujo de la realidad nos resulte inteligible y nos active. Seguro que la satisfacción individual será plena si nos implicamos en la tarea de conseguir una armonía entre los principios éticos y las consecuencias concretas derivadas de aplicarlos. ¿Alguien imagina una mejor alternativa de acción moral colectiva? ¿No la desearía para el nuevo año?
- Publicado el 13 de enero de 2015. Queda todo un año por delante para valorar los objetivos de ética global planteados para esta fecha y reconocer logros y fracasos para ambicionar un mejor futuro para todos.