Adiós renovables

Algunas palabras esconden sus significados pero otras los exhiben multiformes para quien los quiera ver. Renovar es una palabra bella porque todas sus acepciones son positivas: restaurar o modernizar, devolver la validez a algo que dejó de tenerla, reanudar. Pero la que compendia a todas es la que afirma que es hacer que algo recupere su fuerza o energía. Es lo que tienen los sentimientos, que ejercen un efecto renovador en la energía de los corazones, en las culturas sociales, porque se restauran, se reconstruyen y de alguna manera nunca desaparecen. Últimamente empleamos mucho la palabra renovables, hasta la hemos incluido en los libros de texto de los más pequeños. Cualquier persona a la que interroguemos seguro que la asocia a esa energía mágica que podría mover el mundo, pues su carácter infinito la diferencia de las otras energías que se acaban o contaminan.

Hace unos años, un gobierno socialista impulsó con primas las energías renovables, amparado en las directrices de la UE. Se buscaba la reducción de la dependencia energética del exterior, estrategia que nos ahorraba muchas divisas y esfuerzos. La industria española de las renovables se hacía un hueco entre las mejores del mundo. Por todos los sitios proliferaron paneles fotovoltaicos, también molinos gigantescos. Algunos particulares y pequeños establecimientos (unos 30.000) se animaron a instalar paneles porque con las ayudas se conseguía amortizar la inversión en 8-10 años. Los expertos aseguran ahora que la no limitación de las primas fue el error que ha colapsado el sistema posteriormente, pues estas se concedían durante todo el periodo útil de la instalación.

Al actual Ministerio de Industria y Energía no le gustan las renovables. Acaba de sentenciar la generación privada de energía con el “peaje de respaldo”, qué nombre tan eufemístico y traicionero. Más o menos viene a significar que los productores individuales de energía habrán de pagar por producir un kilovatio más de lo que les cuesta el mismo si se lo compran a una gran eléctrica de las de siempre. Si, a pesar de todo, piensan en el bien común y deciden apostar por hacer un servicio al país, habrán de saber que tardarán de 15 a 20 años, o más, en recuperar la inversión.

Como en muchos otros campos, «España es diferente». Mientras la UE busca para el año 2020 el objetivo 20-20-20 (reducir un 20% la emisión de gases de efecto invernadero, ahorrar un 20% del consumo total de energía y promover las renovables hasta un 20%), aquí se castiga ese intento. Que se lo pregunten a los compradores de nuevas viviendas, en las que son obligatorias las placas solares para ahorrar energía y calentar el agua. Si consumen la energía que producen, pagarán mucho; si se niegan, habrán de hacer frente a cuantiosas multas. Las ONG ambientalistas y las asociaciones de productores de energía fotovoltaica temen que este freno a las energías limpias obligue al país a seguir importando y quemando combustibles fósiles. Además, investigadores del Ciemat (en donde se busca la excelencia energética, tecnológica y medioambiental) y del IDEA (que trabaja para la diversificación y el ahorro de energía), dependientes del Gobierno, aseguran que se corre el riesgo de provocar en el futuro una situación grave en lo ambiental e insostenible en lo económico y social. Tanto se han asustado en Bruselas con las maniobras del Ministerio de Energía español que anuncian que van a vigilarnos al detalle, máxime cuando la UE acaba de hacer más ambiciosos sus objetivos de reducción de consumo energético (España votó en contra de la nueva directiva).

Mientras, el déficit de tarifa eléctrica aumenta (al contrario de lo que había previsto el ministro) y seguimos pagando la electricidad doméstica más cara de la UE. Esta estrategia ministerial nos avisa de que en estos momentos confusos ni siquiera el sol es gratis. La ciudadanía se encuentra despistada ante tanta subida; alguna organización incluso ha puesto en marcha una iniciativa para comprar energía más barata. El proyecto de ley de energía aprobado por el Gobierno ha sido contestado por todos, empresarios y usuarios. Carga sobre las espaldas de estos últimos la nefasta regulación y la falta de planificación del sector, cuando no tuvieron nada que ver. De hecho, siempre pagaron lo que les pidieron.

  • Publicado el 10 de diciembre de 2013. Ya estaba en marcha el desmantelamiento de las energía renovables en España

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