La idea de que un determinado territorio condiciona la vida que en él se desarrolla es una creencia compartida por mucha gente. No se refiere únicamente a las plantas y animales que pueda albergar debido a sus características climáticas sino que se emplea también para justificar que la historia de los pueblos haya discurrido de una u otra forma. Tanto es así que se acuñó una frase que decía “dime de dónde eres y te diré cómo eres o lo que vas a llegar a ser”. Pero esta afirmación vale para andar por casa, aunque hay que decir que desde el inicio de la ciencia geográfica, hace unos 150 años, la corriente alemana defendía esa postura, muy al contrario que la escuela francesa que apostaba por que la libertad permite a los humanos superar mediante adaptaciones los problemas de las condiciones ambientales. Dicho de forma más científica, estamos hablando de ambientalismo ‒o determinismo si se prefiere‒ y de posibilismo.
Pero claro, es arriesgado asegurar que las cosas han sido o son en todos los lugares de una u otra manera. Pensemos en países de naturaleza difícil, como pueden ser Holanda o Japón, que a lo largo de la historia han demostrado que sabían encaminar economías y vidas superando los factores limitantes que les marcaba el territorio. Frente a ellos, podríamos hablar de otros como los del Sahel, que han sufrido los embates de una climatología adversa que les ha impedido ejercer sus dosis de libertad. Ahora mismo, en toda el África central y en Somalia millones de personas están amenazadas de muerte. Interpretar todas estas cuestiones, de las cuales nos hablan día tras día los medios de comunicación, exige el auxilio de la geografía. Cuando Juan de la Cosa elaboró su famoso “Mapamundi” hacia el año 1500 estaba ampliando el mundo conocido: ya aparecía América. Los mapas, la representación de la geografía, son también imprescindibles para aproximarse al mundo de hoy. Cuando se habla de “El Niño” y los catastróficos efectos que provoca es bueno abarcar el Pacífico de oeste a este sobre los paralelos y ver que el territorio costero está expuesto a ventajas e inconvenientes. Dicen que el Ártico, que en otro tiempo estaba helado una buena parte del año, será lugar de apetencias energéticas y comerciales de los países limítrofes; ya han empezado. Los conflictos bélicos de Asia y África que provocan las migraciones se desarrollan en unos territorios con características posicionales, medioambientales e históricas determinadas, también empujados por las potencias lejanas. El tren de las mercancías que se intenta lanzar desde Zhengzhou en China invita a pensar si el gigante asiático busca esta salida porque su flanco este está ocupado por enclaves poco amistosos. Entender el mundo es un ejercicio geográfico al que nos podemos lanzar aunque no seamos especialistas. Pero no basta entrar en Google Maps y que nos marque una ruta; hay que caminar con la vista por el mapa y entender qué puede explicar que las cosas sean de una u otra forma. Necesitamos una visión global para entender cómo especies invasoras de invertebrados asentados en otros territorios han llegado al nuestro impulsados por los cambios climáticos, en qué lugares se urbaniza la población o por dónde se extienden la pobreza o la malnutrición. Por cierto, a pesar de su trascendencia demostrada desde que Estrabón y Herodoto enseñaban a leer el mundo conocido, la geografía aplicada sufre el desprecio de los programas escolares, cuando debería ser contenido universal en la enseñanza obligatoria.
Hoy mismo asistimos a las limitaciones de la Tierra para darnos lo que le pedimos en uso de nuestra libertad; ella nos responde con impactos graves por fenómenos naturales que somos incapaces de prever y mucho menos dominar. La geografía nos ayuda a identificar zonas y países que están soportando de forma generalizada vidas difíciles o guerras aniquiladoras. Solamente nos cabe conocer la dimensión socio geográfica de cada uno de los problemas que nos atañen, movernos por los mapas con la agilidad de los descubridores y reporteros para, al final, pensar de forma ambientalista como la geografía alemana y utilizar la libertad posibilista de la francesa, aunque razonadamente restrictiva, para hacer posible la vida colectiva en este planeta. Solo tenemos uno moderadamente habitable.
- Publicado en Heraldo de Aragón el 20 de marzo de 2018.