La factoría educativa

En estos momentos convulsos que nos ha tocado vivir, no faltan quienes conciben la educación como una cuenta de gestión. Si la inversión económica no se traduce en euros algo va mal, y más vale reducir pronto el gasto. Otros ven el proceso educativo como una instalación fabril en la que con una materia prima -los españoles de 3 a 16 años- se elaboran unos productos -escolares bien dotados en conocimientos y destrezas- que pueden competir en cualquier ranking de calidad mundial. Por eso, se esfuerzan en ajustar el proceso de elaboración para obtener los mejores resultados. Todos defienden los recortes anunciados en educación, a pesar de que ninguno desconoce que cuando se trabaja con personas no todo es tan fácil.

A los centros educativos asisten niños y jóvenes, materiales en un perverso lenguaje fabril, no homogéneos. Ni eran iguales al acceder a la enseñanza obligatoria ni lo serán al abandonarla. En este recorrido necesitan un tratamiento personalizado para que todos logren desarrollar las capacidades básicas que les permitan desenvolverse en la sociedad. Los profesores tratan de formarlos para responder a las expectativas de los padres y del sistema educativo. No es tarea sencilla: unas veces se alcanzan logros considerables y otras se cosechan fracasos, que sin duda lamentan profesores y padres. A partir de ahora, los operarios -profesores- deberán modelar con cultura y ciencia a más alumnos por hora, además de trabajar más horas en la atención general a la cadena de formación, que no de montaje. Va a ser más difícil que puedan paliar las carencias de algunos y escuchar las demandas de otros. Sin embargo, el aumento de la carga lectiva del profesorado no es el principal destrozo posible.

La elevación de las ratios, además de llevar al paro a muchos profesores jóvenes, va a reducir los aprendizajes de la mayoría de los alumnos. De los que aprovechan mejor sus capacidades porque deberán compartir espacios y atención con más compañeros, lo cual impedirá que se les resuelvan sus demandas de profundización. De quienes todavía no explotan sus potencialidades porque van a tener que repartir los tiempos de atención, lo que hará que se desmotiven si sus ritmos no logran acompasarse a un conjunto más nutrido, y sin duda más heterogéneo. Sorprende escuchar que desde el Ministerio de Educación, que es quien impone los cambios, se argumente que no se va a disminuir la calidad, que simplemente se trata de una “redistribución de recursos”. Pero quien quiera hacer un mínimo cálculo sabe que repartir más alumnos entre menos profesores no es beneficioso. Al menos hasta ahora las investigaciones demostraban que en grupos menos numerosos, con atención más particularizada, se aprendía mejor.

¿Acaso se piensa liberar de contenidos los desarrollos curriculares de las materias, abandonar el tratamiento de las competencias básicas que es compromiso de la UE? Es difícil entender cómo se puede impulsar el desarrollo de las nuevas tecnologías o el correcto aprendizaje de los idiomas -objetivos que dicen son básicos para el Ministerio y en los que fallan nuestros alumnos- en grupos cada vez más grandes y con menos profesores; incluso sin profesores idóneos cuando los titulares se encuentren de baja. Resultará complicado explicar a las familias las situaciones de desatención colectiva e individual que sin duda se van a producir.

Los centros educativos, y la sociedad en general, se cansan ya de soportar las ocurrencias de los sucesivos gestores educativos que, quizás con buena intención, se imaginaron quimeras en las que pocos creían. Por eso, desde la ilusión del servicio social que la educación supone, es urgente que los dirigentes de los diferentes partidos españoles abandonen sus trincheras y acuerden una Educación para el siglo XXI. Mientras, confiemos en la sensatez de los gestores educativos próximos en cada comunidad -que saben que los centros no son factorías sino lugares donde se encuentran intereses e ilusiones- para que atemperen los castigos que se quiere infligir a la Educación a resultas de la maldita crisis. Les pedimos que no olviden que los números traicionan esperanzas. El futuro de todos pasa por conseguir la calidad educativa. Está en sus manos.

  • Publicado el 30 de abril de 2012. Unos días antes se había conocido el informe de la OCDE «Equidad y calidad en educación. Apoyo a estudiantes y escuelas en desventaja». Tanscurridos casi cuatro años, algunos responsables educativos obran como si no lo hubieran leído.

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