El efecto mariposa

Cuenta un proverbio chino que el aleteo de una mariposa puede cambiar el mundo. Muchos juzgarán exagerado creer que el suave movimiento de uno de estos insectos, tan bellos y a la vez tan frágiles, pueda tener la mínima incidencia en nada que le rodee. Sin duda, esa criatura mágica tiene mucho más que ver con su significado griego: la esencia de la psicología. Se asegura que esta sirve para comprender el complejo proceder de las personas, tarea siempre inacabada porque el azar desdibuja los caminos previamente ideados. Esta metáfora de lo imprevisible debió animar al matemático Lorenz hace más de 50 años a imaginar un modelo que ayudase a predecir el clima, un proceso que tiene en los cambios su razón de ser. Anduvo el también meteorólogo planteando ecuaciones para entender cómo se revuelve el caos en el complejo sistema que es la vida en la Tierra. Parece ser que no lo logró del todo, pues junto a grandes condicionantes del movimiento de las masas de aire manejó cuestiones que lo despistaron. La incógnita sigue abierta, aunque hoy ya no se duda de que pequeños cambios en la historia han tenido una trascendencia imprevisible cuando se generaron.

Ese simulado aleteo llegó al cine. En varias películas se viajaba al pasado para adivinar cómo cambiando pequeños detalles se hubiese originado un mundo diferente al que conocemos hoy. Usemos esta metáfora de la mariposa, de algo que pudo ser o no, para imaginar un presente suspendido: si la necesidad de extenderse o el azar no hubieran conducido a los primitivos africanos a Europa, los paleolíticos nunca habrían pintado en Santillana, como tampoco los hombres neolíticos habrían preparado el Mediterráneo para la cultura social y las actividades económicas. Lo que fue un mar pujante en tiempos griegos y romanos podría haber sido un erial social. Calculemos qué hubiera pasado si Colón no se hubiese obstinado en encontrar un camino diferente para llegar a Cipango. ¿Sería igual el mundo sin el aleteo de Gandhi en la India? Los rastros de personas que han movido a la sociedad están por todas partes. Imaginemos por un momento que todos tuviésemos el mismo color de piel y similares facciones, que todos hablásemos un lenguaje universal. No hubiéramos conocido al idealista Luther King ni al presidente Obama, tampoco habríamos sufrido la barbarie hitleriana.

En la contienda global actual puede más el estruendo de los poderosos. Sus continuas promesas se quedan empequeñecidas por los olvidos, esos que despistan las ilusiones. Pero la verdad, en apariencia frágil como la mariposa aunque como ella experta en la supervivencia, podría vencerlos. Cuando la clara verdad de las cosas resulta molesta no es extraño que triunfen las simulaciones, por eso la necesitamos tanto ahora para encontrar el camino del futuro. Admite como única manipulación social la esperanza, la mejor manera de que coincidan nuestras vidas sin traicionarse. Ayuda a entender cómo y por qué se han producido los despistes, atempera la incredulidad y los conflictos. Tan oscura se pone la vida que vamos a tener que reinventarla. Porque son tiempos difíciles para muchas personas; porque han decaído las palabras nobles como verdad y utopía. Se olvida pronto que estas siempre se ponen al servicio de la dignidad humana cuando caminan juntas, como en Luther King o en Gandhi. Poco a poco, cual mariposa, se metamorfosean en sabiduría y emprenden el vuelo de la equidad, aunque deban soportar los embates del silencio.

No estamos suficientemente atentos a los detalles trascendentales ni en la vida personal ni en los flujos sociales. Los hechos y las palabras recorren con excesiva facilidad caminos divergentes. La verdad se convierte en una mariposa, como las efímeras, que brilla con los destellos de la luz nocturna pero a la mañana siguiente nos muestra demasiados cadáveres. Así sucede cuando se renuncia a la defensa de los intereses de la mayoría, se deja a la ciudadanía a la intemperie y se van abriendo fracturas sociales con límites cada vez más difusos. Merece la pena recuperar la grandeza de la mínima esperanza para grabar, como hubiera hecho William Blake, el mundo en un grano de arena y el cielo en una flor silvestre, tener el infinito en la palma de la mano y la eternidad en una hora.

  • Apareció en Heraldo de Aragón el 19 de febrero de 2013, cuando en la celtibérica España se conocían las maniobras de los presuntos defraudadores del dinero público que estuvieron en el hipocentro de la generación de la crisis. El mismo día en que Intermón, Greenpeace y Amnistía Internacional proponían medidas para que la crisis no recaiga siempre en los que menos tienen.

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