Por un mundo justo

Almanaque, que no puede esconder su procedencia árabe, es algo más que una palabra. Aporta una dimensión del tiempo que suena a anaqueles, allí donde se recogen las vicisitudes del existir. Durante muchas décadas los almanaques eran requisito imprescindible para mantenerse al día, recordar el pasado reciente y adelantar un futuro posible. Ya no están de moda, suplantados por los artilugios tecnológicos, al alcance de un simple clic, pero todavía estos se les parecen en algo, porque en sus páginas electrónicas incluyen avances de lo que viene, registros y catálogos de lo que ocurrió, con efectos positivos o negativos; contienen hojas de lo que quiso haber sido en forma de esperanza y quizás no fue, al menos para una mayoría.

Nos gustaría rellenar el almanaque de 2016. En la portada pondríamos, con colores destacados, que se trata del año en el que comienza un nuevo espíritu global en forma de deseos de igualdad y supervivencia, al amparo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), impulsados por la ONU y apoyados por casi todo el mundo. En sus primeras hojas, sin asignar las actuaciones a unos meses o días concretos, habría que incluir, con mensajes convincentes, que el futuro es también un estado de ánimo; un  compendio de pesares y esperanzas referidos a gentes próximas, pero también de preocupaciones por otras lejanas. Avatares de la vida que se nos acercan cada día más en forma de noticias luctuosas. A partir de ahí, las hojas de los meses podrían plantear deseos para unos días concretos; podrían ser los lunes para comenzar con nuevos impulsos las semanas. Sería conveniente rotular preguntas -no solo placenteras- sobre la esperanza de desarrollo global, para que algunas favorezcan los pensamientos, incluso las que cuestionen si estos se apoyan en la razón universal.

Los primeros días de cada mes de este almanaque vivo recogerían invitaciones a imaginar, porque es necesario adelantarnos al tiempo. No estaría de más que nos propusiésemos completar una idea de cómo puede ser la existencia colectiva dentro de 50 años; que nos relatásemos cómo hay que vivir para no destrozar el planeta, si es posible el crecimiento infinito en un planeta finito. Porque la palabra “desarrollo” en los ODS se presta a varias interpretaciones. No tiene el único sentido de acumulación de riquezas, sino más bien el matiz de bienestar humanitario. Cuando la conjugamos con “sostenible” adquiere un sentido trascendente, porque significa que se busca que ese bienestar no se deteriore con el tiempo, ni en los diferentes países.

Empezamos abril. El mes pasado, la Agenda 2030, que es el almanaque global que acordaron los países en el camino hacia los ODS, recogía que se debían aprobar los indicadores que habían de servir de referencia para mejorar aspectos muy importantes sobre cuestiones ambientales y de salud y educación globales. Hace unos meses, antes de la última cita electoral, Oxfam Intermón y Unicef presentaron -a la opinión pública y a los partidos- su hoja de ruta para completar la agenda española. En ella demandaban compromiso y acción. Recordaban que el punto de partida no era bueno. El análisis de la realidad social, económica y medioambiental de España ponía en evidencia las secuelas de la crisis y los retrocesos habidos en materia de derechos y bienestar colectivo. Los ámbitos en los que hay que trabajar llenarían las hojas del calendario de 2016. El Informe citaba algunos que en aquellos días mantenían una tendencia negativa, a tenor de los ODS: el fin de la pobreza, la salud y educación de calidad universal, el compromiso con la igualdad de género, la reducción de las desigualdades, la producción y consumo responsables y la acción por el clima. Se nos ha añadido la vergüenza social, por el trato inhumano que la Europa libre, democrática y avanzada está dando a los que huyen en masa de la guerra y la miseria. Procurar una vida más justa y sostenible para todos es una tarea que empieza aquí mismo, hoy mismo, y que trasciende al mundo entero, porque muchas de nuestras decisiones tienen alcance universal, ético y material. El nuevo Gobierno debe conocer que esperamos mucho de su responsabilidad. Bastantes tareas hay que emprenderlas ya, para que el almanaque de 2016 no se llene de grandes tachones sobre lo que podría haber sido.

  • Publicado en Heraldo de Aragón el 5 de abril de 2016; por entonces el mundo daba muestras de ser cada vez más injusto con los de siempre, que no dejaban de crecer.