Vivir cada día es reconfortante si se siguen unos principios éticos. No resulta fácil, al menos si intentamos que en la mayoría de nuestros actos trascendentales se establezca una equidistancia entre el beneficio propio y la vida de los otros. Eso podría ser nuestra ética global, más o menos. Si alguien lograse sostener estos principios se aproximaría a la felicidad: estadio que no se contempla en lo inmediato sino que se proyecta sin caducidad, para nosotros mismos y hacia los que nos rodean. Pero no nos engañemos: asegurar la combinación entre felicidad y futuro no es fácil. De hecho, no hemos aprendido a hacerlo, aunque haya sido un deseo universal permanente.
Para lograrlo se crean cantidad de organizaciones internacionales, ONG y otros tipos de grupos sociales. Bien hecho. Cada vez son más necesarias, porque el día a día aporta nuevas demandas a la inconclusa tarea de la búsqueda. Están en nuestra vida, a algunas las ayudamos en forma de voluntariado o con dinero, incluso hay una casilla en la declaración de la renta que nos recuerda su esfuerzo. Todas deben su existencia a que tienen formulados unos retos para la ética global. Se podría resumir diciendo que desean hacer todo lo posible hoy para mejorar el futuro de quienes más difícil lo tienen. No están calladas, nos hacen ver los problemas y nos acompañan en la búsqueda de soluciones. Denuncian situaciones límite que deben preocuparnos y en las que hemos de ocuparnos, como ciudadanos particulares y como colectivo.
Coincidiendo con la aprobación en este septiembre de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible (ODS) por la Asamblea General de las Naciones Unidas, Unicef y Oxfam, dos ONG implicadas en la lucha por avanzar en la felicidad universal para el futuro de la que hablábamos antes, han dado a conocer su informe “España frente a los retos de la agenda del desarrollo sostenible”. Algunas de las afirmaciones recogidas en él son demoledoras. Valga como muestra una: España debe reducir un 62% el número de personas –ahora hay 13 millones- que se encuentran en riesgo de pobreza para cumplir con los objetivos universales que acaba de signar en la ONU. No nos engañemos: las cosas no se han hecho bien. España debería haber reducido a la mitad las personas en riesgo entre 2000 y 2015, fecha esta de caducidad de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Un simple dato: la cifra se ha incrementado en este periodo desde 10 millones a 13,4, lo cual supone hoy el 29,2% de los ciudadanos. El aumento reciente de la tasa de pobreza relativa exige el incremento del presupuesto de protección social, que ahora está 4 puntos por debajo de la media europea. Escapar de la pobreza no se puede quedar en un deseo individual, negado ahora a casi dos millones de niños y jóvenes, como se encarga de destacar el informe. Rescatar de la pobreza ha de ser una apuesta colectiva de quienes observan el problema desde la distancia. En el documento se ambiciona para 2030 que el 40% de la población más pobre tenga más riqueza que el 10% de los españoles; ahora los primeros detentan el 18,1% del ingreso nacional y los segundos el 24,7%. Lo peor es que detrás de las cifras hay muchas personas, anónimas si se quiere, pero que también aspiran a ser felices y ver el futuro de sus hijos un poco más satisfactorio. Preocupa que esta cuestión no sea una prioridad -no solo verbal sino contrastada con hechos- de la lucha política.
El futuro que ya llega, el más deseado, se nos vuelve lo menos controlado, a escala colectiva e individual. Quizás sea porque demasiadas personas se despreocupan del porvenir de otras muchas, o sus esfuerzos por vivir bien las distraen de la realidad. Hay que hacer un enorme trabajo colectivo para planificarlo, sabiendo que no será fácil. Miremos a nuestro alrededor. La felicidad personal es un estadio placentero para unos, una esperanza cerrada para otros. Sin embargo, ya hay personas que la buscan restando un poco del tiempo dedicado a cosas poco trascendentes para emplearlo en voluntades colectivas. Con este Informe, Oxfam Intermón y Unicef, tal como han hecho otras ONG, nos presentan los múltiples retos que tenemos planteados, hoy para mañana, si de verdad queremos consolidar la ética global. Esta nos definiría como especie social; en algún sitio está escrito.
*Publicado en Heraldo de Aragón el 6 de octubre de 2015. Por aquellos días, la ética global estaba cada vez más en entredicho. Así continúa hoy.