Animalario celtibérico

Dicen que el poeta hispano Marcial se debía emplear a fondo para que se entendieran las rusticidades de su patria celtibérica en la Roma imperial. Diecinueve siglos después, el genial Luis Carandell se asombraba de los desbarajustes de la vida española en la revista Triunfo, en una sección variopinta que se tituló “Celtiberia show”. Como hacía falta esforzarse para entender aquellos desatinos de los últimos años de la dictadura, decidió recoger en clave de humor parte de ellos en un libro, para mayor gloria de la conciencia patria. En el prólogo Carandell decía que los españoles, pueblo mestizo y adobado por contrarreformas y revoluciones varias, somos a la vez bárbaros y candorosos, brutales y generosos con excesivas intermitencias, y un poco muertos de envidia por lo que hace el vecino. Como él, sin trampa ni cartón y con la ingenuidad propia de quien siempre confiará en sus semejantes aunque lo contradigan a menudo, queremos traer en este artículo una temática actual: el afecto por los animales.

Los gobiernos se empeñan en ser equívocos; Carandell tendría hoy material más que suficiente para redactar sus crónicas parlamentarias. Nos presentan la vida diaria como una enciclopedia de lo que podía haber sido pero no fue. Mientras el Programa de la ONU para el Medio Ambiente avisa de que las especies invasoras constituyen la segunda amenaza más grave para la biodiversidad y la UE cuantifica en 12.500 millones de euros los daños que estas han ocasionado en Europa, el Ministro actual del ramo pretende aprobar una ley que elimine la prevención ante las invasiones animalarias foráneas y borre parte de la lista actual de especies invasoras; si no nos invaden no habrá que luchar contra ellas. Parece que en el Ministerio de Medio Ambiente, que ha firmado el Convenio Internacional Cites que protege a las especies amenazadas y otras muchas convenciones para preservar el medio ambiente y la biodiversidad, se desconocen los efectos perniciosos del mejillón cebra en la Cuenca del Ebro, del jacinto de agua (que se vendía para decorar los acuarios) en los ríos del sur, los costes sanitarios que va a generar el mosquito tigre o los esfuerzos de varios ayuntamientos por eliminar los galápagos de Florida de sus ríos. Como son un Ministerio diferente al de tiempos pasados han olvidado lo que sucedió en nuestros ríos con el cangrejo rojo.

Dicen algunos que detrás de esta medida está el ahorro en políticas ambientales; otros hablan de que se desea liberalizar el comercio de especies exóticas como la cotorra argentina, que tantos daños ha originado ya en nuestros parques y bosques. Hay quien asegura que se quieren poblar nuestros bosques con ejemplares para la caza, como ya han hecho en Murcia con el argüí del Sahara, y así cobrar suculentos peajes a los ávidos cazadores. Para colmo, en la normativa que se proyecta, cada comunidad autónoma podrá ajustar las especies que califica como invasoras sin tener en cuenta las opiniones de los comités científicos; imaginamos que aleccionarán a las especies para que no transiten de un territorio a otro por los riesgos que pueden correr. Un asunto con la marca “Celtiberia show”.

Cuando Carandell decía que los españoles eran a la vez candorosos y bárbaros no le faltaba razón. La compra pasional de animales de compañía se ha llevado a cabo muchas veces por imitación, quizás por un capricho de los hijos, sin ser conscientes de la tenencia responsable que lleva implícita. En España hay más de 22 millones de mascotas, cuyo mantenimiento y manutención facturan al año más de 800 millones de euros, sin contar los tratamientos veterinarios. Sin embargo, nos encontramos a la cabeza de Europa del abandono de animales de compañía, unos 150.000 por año. El daño irreparable que se les causa a ellos y al medio ambiente cuando se los libera sin condiciones nos debería hacer recapacitar. Aunque hay varias entidades proteccionistas que luchan contra el mercadeo animal y rescatan algunos ejemplares abandonados, poco pueden hacer ante el tamaño del problema. Porque los Gobiernos, el central y los autónomos, son como los ciudadanos: cándidos al clonar una especie como el bucardo y temerarios al desentenderse de la pérdida de la biodiversidad.

  • Publicado en Heraldo de Aragón el 7 de mayo de 2013. En aquellos días, Ecologistas en Acción denunciaba que el Gobierno de España intentaba maquillar sus dejaciones a la hora de luchar contra las especies invasoras. Al mismo tiempo, demasiados celtibéricos seguían olvidando sus compromisos con los animales de compañía.

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Ecos de Celtiberia