Quienes llenaban nuestras escuelas en los años en que empezó a andar “Heraldo escolar” acuden hoy a los colegios a buscar a sus hijos o afrontan la convivencia con los adolescentes que estudian ESO o Bachillerato. Entonces la EGB, o la posterior Logse, los mantenía algo ocupados. Como no tenían que desplazarse mucho para ir al colegio, tenían tiempo para atender a los estímulos diferentes al estudio que empezaban a ofrecérseles en forma de actividades extraescolares: algún deporte, clases de informática, música, idiomas, etc. Será por eso que ahora intentan que sus hijos hagan muchas cosas. Tantas, que a algunos esa hiperactividad no les deja tiempo para jugar libremente, sin pautas, como sus padres hicieron con los amigos de la infancia.
Los renovadores años 80 modularon la personalidad de los niños y jóvenes de entonces, dejaron sus marcas en forma de saberes y sentimientos. Cuando miran a los de ahora para entenderlos, o para verse en ellos, lamentan que sean diferentes en sus comportamientos. Los padres y madres de hoy ejercen un tipo de responsabilidad educadora distinta a la que sus progenitores desempeñaron, ¡incluso se interesan por la nueva ley educativa! Ayudan mucho más a sus hijos en las tareas escolares y les preguntan sobre el día a día. A decir verdad, no aprecian muchas diferencias entre lo que ellos estudiaron y lo que trabajan sus hijos. Quizás olvidan que su educación escolar tenía algo de crecimiento personal, de marca duradera, mientras que la de los hijos parece solamente un trámite necesario en esta sociedad desarrollada. Será por eso que disculpan las faltas de estos y no potencian tanto la cultura del esfuerzo que aprendieron de sus padres.
Poseen mayor afán por aproximarse a sus hijos del que tuvieron sus progenitores con ellos -quizás se culpan por no dedicarles suficiente tiempo por el agobio laboral- y lo consiguen: los niños de hoy se consideran más amigos de sus padres que en los años 80. Los sobreprotegen tanto, que bastantes niños y jóvenes viven ahora en un decorado de satisfacciones que nadie se atreve a desmontar, para evitarles peligros que la sociedad de hoy considera innecesarios para el crecimiento personal y la madurez.
Los chicos y chicas de ahora se comunican por la red; antes quedaban más veces para estar juntos. En el recreo escolar han perdido el dinamismo de otros tiempos, como si jugaran a estar quietos. Son nativos digitales que utilizan Internet y los ordenadores como recurso para aprender, herramienta de la que no dispusieron sus padres. Estudian en una escuela diferente, multicultural, que es un espejo de la nueva sociedad española, más rica en su diversidad. No sabemos si esta situación les parece bien o mal, pero al menos no provocan hechos reprobables generalizados. Los niños y jóvenes de ahora se divierten de otra forma. Los juegos electrónicos les ocupan el tiempo que sus padres empleaban en ver la televisión, entusiasmándose con series que ahora aburrirían a sus hijos, porque con su tableta/ordenador se diseñan su televisión a la carta. Así pues, el estilo de vida dejará unas marcas diferentes en su personalidad.
Los niños y jóvenes de hoy juegan, ríen, sueñan y se ilusionan, ocultan cosas y cuentan otras, casi como sus padres cuando tenían su edad, pero sus afectividades con los amigos no parecen tan sólidas. Se manifiestan más despiertos que antes, cuando tardaban en enterarse de muchas cosas y transitaban de la niñez a la madurez de golpe. Sin embargo, han perdido una parte del placer por descubrir mundos y construir relaciones. Las máquinas electrónicas, las redes sociales y la televisión les muestran un camino demasiado fácil. Cuando llegan al final de ese recorrido, no siempre encuentran lo que esperaban. En cierta manera, algo así les pasaba también a sus padres, porque ser joven lleva implícita la búsqueda de algo diferente y una cierta insatisfacción. Ambas cosas, aunque provocan episodios de rebeldía, ayudan a formar la personalidad de cada uno.
- Publicado el miércoles 9 de abril de 2014 en el número 1.000 del cuaderno educativo Heraldo escolar .