Los mercaderes del agua

Las leyendas ayudan a redactar la historia de los pueblos. Con trazos finos, sin duda no comparables con los grandes sucesos históricos, transitan a lo largo del tiempo sin perder la frescura ni abandonar la inocencia que las hizo nacer. Casi siempre hablan sobre hechos y prodigios espectaculares de dioses o santos, pero en ocasiones cuentan cosas sencillas protagonizadas por seres anónimos, incluso animales. La magia del agua está presente en muchas páginas de la crónica social en forma de tradiciones o pequeños detalles, casi insignificantes. El canto a la lluvia, las plegarias que tanto se prodigaron en otro tiempo, no son sino una manera de invocar a las fuerzas sobrenaturales para que nos aseguren el incierto futuro. La espiritualidad con que todas las culturas se relacionan con el agua tiene mucho que ver con su carácter de derecho humano compartido. Porque poseer agua en cantidad suficiente que asegure la dignidad es uno de esos detalles que engrandecen a la humanidad. Por desgracia todos los bienes colectivos sufren deterioros cuando los hombres los utilizan para comerciar. Ahora mismo, corren vientos privatizadores en España que amenazan con llevarse una parte de los tesoros sociales que tanto costó universalizar.

Cuenta una leyenda del Chaco americano que una hembra de grillo, Direjná, era la dueña del agua. Por todas las tierras que pasaba llovía. Incluso se decía que enviaba la lluvia cada vez que se contaba su historia. Pero como los hombres se peleaban por ella, se marchó y así surgieron el calor y la sequía. Hace unos años, dio la vuelta al mundo el corto animado “La Abuela Grillo”, que abordaba la génesis de la guerra del agua en la Cochabamba boliviana de resultas de la privatización, con el consiguiente aumento de tarifas. Diez años después de los conflictos del año 2000, Icíar Bollaín trataba el mismo tema en su película “También la lluvia” que tanto éxito alcanzó en España.

El agua sigue teniendo, como en las primitivas culturas, un sentido de derecho universal bajo la forma de servicio público básico, por eso se defiende que su titularidad sea colectiva. Cuando se privatiza se convierte en comercio, y no hay cosa peor que transmutar el bien público en negocio privado. Casi siempre se entra en una situación de riesgo porque el comercio escapa al control de los sentimientos, enfrenta en exceso valor y costo. Se decía en tiempos que aquello que alcanza valor universal debe tener escaso importe económico personal, para que su disfrute sea general. Cuando se celebró la Expo 2008 en Zaragoza se divulgó el documental “El sueño del agua”, en el que una niña de Bombay relataba su vida sin ella, en un barrio por el que pasaban de largo los suministros de los ricos. Se contaba que estos la pagaban más barata porque las grandes compañías, que habían acaparado las fuentes de abastecimiento, limitaban la distribución a los compradores pudientes.

La privatización de los bienes colectivos como el agua pone en riesgo el futuro. Mientras la ONU defiende que 2013 sea el “Año para la cooperación en la esfera del agua”, el Ministerio de Medio Ambiente incumple su compromiso de presentar los planes de cuenca, y ayuntamientos de toda España quieren privatizarla para reponer sus menguadas arcas. Cuando por fin agoniza el transvase del Ebro, la lucha soterrada por el agua continúa: el conflicto del Tajo entre Murcia, Castilla-La Mancha y Alicante sería un buen ejemplo. Además, las multinacionales del agua venden ya a más de 13 millones de españoles. Por desgracia abundan los mercaderes que exprimen las venas que mueven el pulso social, tanto en nuestro país como fuera. La rebelión de la sociedad recuperó en Cochabamba la quimera de los sueños, sucedió también aquí con el trasvase del Ebro.

Los trazos delicados de la convivencia que dibujan el presente pueden convertirse en leyenda si emplean la tinta de los sentimientos colectivos. Para conseguirlo es necesario  generar foros de participación en los que los impulsos de denuncia lleven a la consecución de acuerdos permanentes. Estos son vitales para proteger a los ciudadanos de los efectos colaterales de las privatizaciones alocadas. Asegurar que el agua compartida sea un valor social perenne es una tarea compleja, pero merece la pena intentarlo.

  • Publicado en Heraldo de Aragón el 19 de marzo de 2013. Tres días más tarde se «celebraba» el Día Mundial del Agua luchando contra la marea privatizadora que la acaparaba en todo el mundo, también en España.

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