Hay periodos del curso escolar en los que se percibe que aumenta la conflictividad en los centros, incluso sucede algún episodio de violencia. Ocurren más en los institutos pero también se dan en los colegios. Estas situaciones de indisciplina no gustan ni a profesores ni a alumnos, no se sienten cómodos. Siendo así, sorprende que apenas existan espacios de convivencia vivos: asambleas de clase, juntas de delegados, comisiones de convivencia, etc. Los profesores, más los de secundaria, reconocen que utilizan muy escasamente estrategias metodológicas y organizativas para mejorar la convivencia. También dicen que en clase las limitan a las tutorías, y con los compañeros hablan de ella sobre todo en las juntas de evaluación.
Generalmente, el profesorado sitúa las causas de la conflictividad fuera del centro: ambiente desestruturado y condiciones negativas en las familias, influencia del grupo de amigos, personalidades complejas, bajo rendimiento e indiferencia por los estudios, contextos sociales que la permiten como la pérdida del valor de la autoridad o situaciones de crisis sociales. Aunque esto fuese así, no se debe obviar la capacidad de influencia que tiene el profesorado dentro del aula y del centro, por el peligro que puede acarrear. El fomento del diálogo entre el alumnado y con el profesorado, el trabajo para el respeto, la participación y la cooperación están en la base de la convivencia. La estructura organizativa del centro/aula, el nivel de formación del profesorado para afrontar conflictos y la existencia de un plan de convivencia participado en su diseño y conocido por todos, resuelven muchas situaciones complicadas; evitan bastantes exclusiones de clase o de actividades y más de una expulsión del centro. En conclusión, si se percibe la convivencia como positiva, habrá que trabajarla con estrategias adecuadas, por sí sola es difícil que surja en espacios donde conviven diariamente muchas personas sometidas a presiones y con necesidades diversas.
- Publicado en Heraldo escolar, pág. 6 (8-1-2014)