Hubo un tiempo en el que los libros de texto eran casi la única referencia para enseñar. Los profesores los seguíamos al pie de la letra, los alumnos no tenían otros materiales auxiliares para aprender, ni en las escuelas ni en casa. Las bibliotecas estaban mal dotadas, allí donde existían. Los departamentos de Educación y los Ayuntamientos entendieron que leer era bueno y empezaron a dotar de recursos las bibliotecas escolares y públicas. En las casas se compraban enciclopedias, algunas novelas y otros libros, que se incorporaban como uno más en la vida doméstica; al menos se hacían presentes en las estanterías. Poco a poco, cada vez había más gente que leía. Pasó el tiempo y, sin darnos cuenta, irrumpió Internet en nuestras vidas. Se abría una gran puerta para que la información global, la revisión de los hechos históricos y los sucesos actuales se conocían casi al instante.
También la llegada de Internet a la escuela supuso un hito. Los trabajos se hacían mejor, las representaciones gráficas e imágenes daban nuevos colores al aprendizaje. Aparecía el libro on-line, incluso alguien dijo que se había terminado lo de subrayar en los libros. Pero parece, como en los viejos tiempos, que el libro de texto sigue siendo en nuestras aulas el principal regulador de los aprendizajes. Por eso, ahora se habla de plataformas de libros compartidos, se organizan bancos de libros, algunas comunidades quieren poner en marcha los libros digitales para todos, etc. Porque los profesores siguen viendo en ellos seguridad para el buen hacer profesional, no cuestionan si sirven para desarrollar sus programaciones; más bien son las verdaderas programaciones. Además, pocas veces se eligen con criterios de calidad metodológica cuando toca cambiarlos y se miran más criterios estéticos o matices enciclopédicos. Ante esta nueva (vieja) situación, lo primero que habría que descifrar es para qué, para quién, sirven los libros y si, en cierta forma, desprofesionalizan la tarea de los docentes.
- Publicado en Heraldo escolar, pág. 6, el 30 de octubre de 2013. Las editoriales se afanaban por suministrar a los profesores los nuevos textos con formato Lomce.
08/02/2018 at 15:02
Comparto su opinión sobre los libros de textos., especialmente en la reflexión sobre:
» pocas veces se eligen con criterios de calidad metodológica cuando toca cambiarlos y se miran más criterios estéticos o matices enciclopédicos. Ante esta nueva (vieja) situación, lo primero que habría que descifrar es para qué, para quién, sirven los libros y si, en cierta forma, desprofesionalizan la tarea de los docentes.»
08/02/2018 at 16:59
La situación se repite durante décadas. La «tiranía» de los libros de texto nos hace cómodos y dificulta el pensamiento crítico. La escuela es inmovilista.