Se asegura que la deforestación y el agotamiento de los recursos naturales estuvieron en el origen del cambio ambiental regional que provocó la desaparición de los mayas, una civilización capaz de asombrarnos por sus construcciones y su cultura. Otras comunidades se ven hoy expuestas a peligros similares allí mismo y en lugares tan distantes como el Pacífico, el Atlántico Norte, las selvas amazónicas y África, pero ahora en el contexto de un cambio ambiental global. Los desastres ambientales deberían encontrarnos preparados, con la lección bien aprendida, pero no es así. Siguen teniendo efectos devastadores por todo el mundo. El Centro para la Investigación sobre los Desastres (CRED) de la ONU cifraba en 296.880 el número de muertos en 2010 en las 373 catástrofes ambientales (Haití, Chile, Rusia, China, Pakistán, Indonesia, Colombia, etc.), además de unos 207 millones de damnificados y un coste económico de 109.000 millones de dólares.
Durante el mes de marzo de 2011, los periódicos recogían casi a diario lecciones ambientales que habría que aprender: la necesidad del ahorro energético, el reparto de los parques eólicos, los planes de movilidad urbana en España, la explotación de recursos en el medio natural, la gestión sostenible del agua y de los ríos, la fuga radiactiva de Fukushima, la emisión de agua con potenciales radiactivos de la central nuclear de Garoña o la afección a la capa de ozono ártico, etc. Este interés mediático refleja seguramente dos cuestiones básicas: que los episodios de riesgo ambiental se multiplican cada vez más, como delatan los informes de la ONU, y que requieren la atención colectiva.
Por eso sorprende esa desidia ambiental que impregna bastantes usos sociales a escala global. Está vigente en muchos individuos de todos los países que viven exclusivamente en el presente sin recordar las experiencias ambientales pasadas, que tanto impacto han tenido en la vida colectiva. Cabe suponer que es por desconocimiento o por apego al territorio; acaso por incapacidad de reacción o por penurias de la vida, que les obligan a permanecer ligados al riesgo ambiental como sucede en muchos países africanos, americanos o asiáticos. Algunas de estas personas solamente tienen responsabilidades individuales o familiares pero otras desempeñan papeles importantes en centros de poder, gobiernos y organismos internacionales; en suma, son más responsables, pues ni aprenden las lecciones ni las enseñan a los demás –incluso algunos de nuestros políticos desdeñan estos días lo ambiental, su protección y la evaluación de los impactos. Ni unos ni otros suelen anticipar las consecuencias futuras de sus acciones, lo que dificulta la formación de vínculos interpersonales para resolver los problemas ambientales y sociales cuando se presenten, bien sea con dimensión global o internacional. Impera la estrategia de salvamento. Como consecuencia, día tras día los damnificados por la falta de memoria ambiental –lo que impide definir el presente en palabras del poeta granadino García Montero- malviven en cualquiera de los países afectados.
En estos tiempos de crisis hay que aprovechar para provocar mudanzas como las que nos proponen escritores como Hessel y Sampedro, que nos invitan, desde su indignación por la manera de manejar el mundo, a la reacción, a que nos impliquemos. Para ello debemos revisar las lecciones no aprendidas de historia ambiental y acabar con el mal gobierno de los números de la macroeconomía. Esa revolución debe hacerse con mimo para que fomente esperanza en lo próximo y en lo global. La ilusión ambiental y social no puede ser un pronóstico ni la convicción de que las cosas saldrán bien – como recordaba hace años el presidente checo Václav Havel- sino un arma que, junto al coraje y la voluntad deberíamos aprender a utilizar si estamos seguros de que algo tiene sentido, sin estar tan obsesionados por el resultado económico final. Las ciudades y los pueblos, como punto de encuentro entre lo natural, lo construido y lo socioeconómico, como aglutinadores de la población, son un magnífico escenario para escribir las nuevas lecciones ambientales en este necesario proceso de debate público ante una cita electoral.
- Publicado en Heraldo de Aragón (17-5-2011). Aquellos días los políticos celtibéricos estaban inmersos en campaña electoral para las elecciones municipales y autonómicas. Ni una palabra de sus preocupaciones ambientales.