En la noble tarea que es educar hay que comportarse con mesura, máxime si se tienen responsabilidades que afectan a mucha gente. Porque cualquier decisión que se toma genera otras posteriores que vienen en ocasiones en cascada, sin dar tiempo a acomodarlas en una secuencia ordenada. Estos atropellos provocan incomodidades varias. En un supuesto de gestión pedagógica adecuada estos errores tienen una trascendencia general, además de disfunciones parciales; ambas hay que preverlas porque incluso así pueden aumentar su incidencia en el logro o fracaso general. La génesis y puesta en marcha de la Lomce ha reunido tal cantidad de puntos oscuros que difícilmente podía servir para aquello que rezaba hasta en su título: la mejora de la calidad educativa de la enseñanza obligatoria en España.
Desde que se puso en marcha tuvo sobre ella la amenaza de suspensión o derogación. En cuestiones de calado tan universal como es la educación, o la sanidad, hay que buscar consensos con los principales intermediarios en la mejora social, porque los acercamientos de posturas siempre benefician al interés general. En las recientes elecciones, la mayoría de los partidos llevaba en sus programas la derogación de la Lomce o la reforma de alguna parte. No debe sorprender la escasa consideración de esta reforma entre los profesionales de la educación. Por un lado, porque son conscientes de que la educación obligatoria necesita en España una revisión crítica y la construcción colectiva de un nuevo escenario más acorde con los tiempos actuales, que evite los defectos acumulados por las leyes anteriores. Por otro, porque cada decisión educativa de estos últimos años ha supuesto una pesadilla: una nueva ley para todo el sistema educativo disminuyendo los recursos, una metodología basada en postulados que no se sabe si el profesorado puede (y quiere) poner en marcha, una evaluación tan compleja que desdibuja la tarea pedagógica más sencilla, unos itinerarios formativos de dudosa consideración hacia quienes tienen más dificultades, una nula estrategia para buscar la complicidad del profesorado, unos responsables educativos que no han sabido hacerse con la confianza de los implicados.
Por todo esto, la suspensión temporal de la entrada en vigor de ciertas fases de la Lomce hay que tomarla como un acierto que no va a estar exento de luchas partidistas, que es lo peor que le podría suceder. El necesario respeto a una ley orgánica exige pensarse cada una de las acciones, respetar los tiempos y decidir lo que es posible o no. Pero a la vez, el hecho de que sea orgánica no debe impedir mirar si esa ley argumenta debidamente la inexcusable coherencia que se le supone. Algún detalle incógnito deberá contener cuando fue aprobada en las Cortes por los diputados de una sola opción política, con todas las demás en contra, lo cual menoscaba la trascendencia universal que debe tener una ley de semejante rango. Todo se ha hecho tan rápido durante estos años que es mejor una parada para reflexionar, que sin duda va a provocar menos daños que un forzado acomodo en los centros educativos. No había tiempo para hacer las cosas bien, aunque se lograse una organización escolar que garantizase la apertura del curso en septiembre, que parece que era lo que más preocupaba a las administraciones española y autonómica.
Contamos ya con nuevos responsables educativos. Intrincado será el proceso que a partir de ahora se presenta. Esta suspensión de la Lomce no resuelve nada por sí misma, aunque esté motivada por el cuestionable engarce de muchos de sus supuestos pedagógicos, y no por el color y las siglas de las fuerzas políticas. Por eso, los partidos -todos sin exclusión- y los agentes sociales implicados deberían ponerse a trabajar ya para encontrar lo que la sociedad aragonesa les demanda: la mejor educación para sus hijos, pues se cansan de que esta sea el campo de batalla en donde distintos colectivos confrontan luchas por el poder y alguna que otra ideológica. Tienen todo el verano por delante y algún trimestre del siguiente curso para aprobar el primer examen. Esperamos que lo consigan. No va a resultarles nada fácil. Lo dicho, una parada necesaria para diseñar un futuro educativo, para que el entendimiento se adecue al corazón social. Laten muy desacompasados, sin ritmo.
* Publicado en Heraldo de Aragón el 28 de julio de 2015. Los nuevos responsables educativos habían ralentizado la aplicación de la Lomce en varias Comunidades Autónomas españolas. El tiempo hablará.