La educación como proyecto

El futuro colectivo se estructura en torno a proyectos globales. Imaginemos -concedámonos un sueño mientras duran las proclamas políticas preelectorales- que todos los partidos que obtengan representación parlamentaria en mayo en las Cortes de Aragón posean en su ADN el valor prioritario de la educación. Enseguida se reunirían para concertar, antes del comienzo del siguiente curso, un compromiso educativo. Habrían de partir del análisis de la realidad, para encontrar lo grato y lo desfavorable que encuentran en nuestro modelo vigente, comprenderlo y comunicarlo. La población aragonesa se cansa de que se utilicen eufemismos para maquillar intenciones no satisfechas. La credibilidad es un aditamento necesario que hoy escasea en los mensajes que se cruzan entre administración y administrados, políticos y ciudadanos.

En el imprescindible debate, tan ausente desde hace unos años, habría que rescatar la dignidad de la educación. De un tiempo a esta parte, en Aragón, se habla más mal que bien de nuestros colegios, institutos y universidad, porque la educación se ha utilizado como campo de batalla para los encontronazos políticos, sin ganas aparentes de encontrar el fin primordial que tiene. De ese “encuentro” político -la palabra es intencionada- debería salir un compromiso compartido para poner en marcha un proyecto sin fecha de caducidad. Pero no solo de gestión de lo educativo, sino del papel de estas iniciativas como dinamizadoras de la movilidad social. Porque son necesarios acuerdos para poner en marcha ya algunas soluciones urgentes para cuestiones puntuales, así como concertar con entusiasmo un “Pacto por la educación en Aragón” para el medio y largo plazo, que ha de estudiarse bien, sin prisas.

Habrá aspectos de nuestra educación obligatoria que será necesario conservar y potenciar, otros deberán ser reconducidos o directamente eliminados. Temas para empezar a hablar, tienen muchos: más/menos recursos para ayudas de libros, transporte y comedores; adscripciones diferenciadas en centros/distribución más equitativa de alumnos con dificultades específicas que eviten los guetos escolares de ahora; lectura e interpretación de la equidad como argumento de cohesión social; revisión de las necesidades de profesorado en relación con los objetivos marcados; atención diferenciada a la escuela rural por su papel en la vertebración del territorio; políticas ágiles de admisión del alumnado para evitar los problemas usuales; pros y contras de la formación inicial y permanente del profesorado; validación de la utilidad de los contenidos curriculares de Primaria y Secundaria para el que aprende o por su relevancia para las diferentes materias o asignaturas; estado actual de la educación en centros públicos frente a los concertados; introducción de modificaciones necesarias para adaptar lo acordado por el Estado al contexto específico de Aragón; revisión crítica de los distintos programas puestos en marcha, etc.

En ese escenario de concertación habrán de decidir qué hacer con la Lomce. Su elaboración y apresurada puesta en marcha han tenido tantas aristas que solamente ha conseguido revolver, sin renovar, nuestro sistema educativo. Se ha llevado por delante casi todas las complicidades de los agentes básicos en un proyecto educativo: el profesorado y las familias. Es urgente rescatarlas. Para lograrlo se podría impulsar el Observatorio para la Educación en Aragón como punto de encuentro en el que descubrir el sentido de la educación que queremos y necesitamos, en la compleja territorialidad que nos une. Debería ser plural, y más igualitario que el actual Consejo Escolar de Aragón. Se apoyaría en grupos de trabajo heterogéneos con representación de la administración, colectivos profesionales, ampas, universidad, etc. Elaboraría informes preceptivos sobre asuntos clave. Escucharía al alumnado y haría pedagogía continua ante la sociedad. Así, en definitiva, daría forma al proyecto de vida que es la educación. ¿Y si imaginamos que es posible?

  • Publicado en Heraldo de Aragón el 5 de mayo de 2015, en pleno periodo electoral.

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