Necesaria juventud

Toda vivencia lleva pareja una preocupación por el sentido del tiempo. Cuando uno es joven la siente con un matiz de inmediatez, cuando se es más mayor tiene un sesgo acumulativo. Parece que en la vida de todos hay señaladas varias épocas determinantes. A una infancia placentera sucede una compleja adolescencia. Esta conduce a una juventud preocupada por conseguir formación académica en forma de título universitario, más o menos rimbombante. Se supone que proporciona la llave que abre la vida laboral. Pero no siempre es así, o no lo es para muchos que decidieron hacer estudios largos. Otros lo dejaron antes, cansados de las dificultades de la tarea o para incorporarse al trabajo, si tuvieron la suerte de encontrarlo.

La juventud siempre es una etapa agradable de la vida, o lo era hasta ahora, al menos si la valoramos en lo laboral. Según recoge el informe “La juventud necesaria” elaborado por los sociólogos Sorando y De Marco para el Instituto de la Juventud (INJUVE), publicado recientemente, la población española de 16 a 24 años sufre un paro superior al 50%, que supone el 42,4% si se considera el tramo hasta los 29 años. Ante este panorama de falta de esperanza laboral, más de 200.000 jóvenes han emigrado fuera de España, dos tercios de los cuales tenían título universitario. Esta situación provoca que la inversión que el Estado ha realizado para formarlos tendrá su valor añadido en los lugares de acogida. El informe insiste en que, en caso de mantenerse el actual nivel migratorio, España podría perder en diez años el equivalente al 3,4% de su PIB en inversión en educación universitaria. Pero además, dejaría de recaudar en impuestos el equivalente al 2,2% del PIB. Ahí está la arista punzante de esa situación que la ministra Báñez llama “movilidad exterior”. A pesar de estas huidas, el desempleo de jóvenes con título universitario supone en España un 16%, lo que triplica la media de la OCDE. En Aragón es de un 13% y sigue creciendo (HERALDO, 15/2/2015).

Bastantes familias con hijos cuyo tiempo laboral está detenido, se preguntan más de una vez lo que podría haber sido de ellos –y de otros muchos de su edad y formación- si el trabajo hubiese llegado antes. Nadie puede asegurar que su existencia hubiera sido más feliz; son más bien especulaciones, porque sus tiempos vivenciales no coinciden con los nuestros. Estos tuvieron más evidencias vitales de los periodos pasados, porque adquirían absoluta trascendencia para la existencia futura. En realidad, para quien ha vivido bastante tiempo, los momentos actuales no son sino una suma de episodios pasados. Pero intenta que sean lo más plácidos posibles, a resguardo en lo económico y en lo referente a la salud. La flecha del tiempo vuela, piensa el jubilado; la diana del tiempo permanece, asegurarían los jóvenes.

Disfrutar de esta etapa es necesario en lo personal, pero sobre todo es la sociedad quien precisa a la juventud en pleno uso. De hecho, en caso de continuar la actual deriva del desempleo juvenil, corre peligro la pervivencia de atención personalizada a quienes dejaron hace tiempo esta etapa. En el periodo que va de 1950 a 2050, el sistema de pensiones español habrá pasado de disfrutar de dos trabajadores por cada pensionista a tener 1,4 pensionistas por cada trabajador. Las pensiones supondrán el 72% de los salarios globales, si persiste el actual desempleo de los jóvenes dentro de 35 años.

En nuestra atropellada vida de hoy, la percepción del tiempo sucumbe derrotada por la vorágine de lo inmediato. Las consecuencias económicas y sociales de la situación del colectivo joven, subtítulo del informe citado, tienen una alta repercusión. Las sufren mucho aquellos a quienes les queda poco tiempo; por eso se asustan. Los otros, los jóvenes, lo sobrellevan mejor, pues aún pueden tener la esperanza de rescatar parte de lo perdido, aunque por ahora sobrevivan gracias a los trabajos precarios y las huidas, también porque las ayudas de sus familias les echan más de un remiendo. Además, en el informe también se habla de las repercusiones sociales de la relación entre la precariedad juvenil y la fecundidad. Todos, pero principalmente los gobiernos y los agentes sociales, deberíamos echar una mirada hacia el medio y largo plazo. Le daríamos un valor añadido a la necesaria juventud.

  • Publicado en Heraldo el 24 de marzo de 2015, en esos años en los que el sistema productivo y la miopía administrativa despreciaba la valiosa formación y las capacidades de nuestros jóvenes.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Ecos de Celtiberia