Homenaje a la Madre Tierra

Cervantes alaba en “El Quijote” a nuestra primera madre (la tierra) en el episodio de los cabreros. Dice que antaño ofrecía, sin ni siquiera ser arada, lo que pudiese sustentar y deleitar a los hijos que entonces la poseían, que se regían por relaciones sin fraude ni engaño. Pudo ser por esta imagen que un día de primavera María Zambrano percibiera en Roma el peso de la nostalgia, porque los lazos que la unían a su tierra se habían deshilachado por sinsabores y distancias. Aún así, recordaba que cuando todo ha fallado, cuando cada una de las realidades que sostienen la vida ha sido disuelta en nuestra conciencia, la nostalgia de la tierra nos avisa de que el alma quiere restablecer las relaciones perdidas. Muchas personas, como los pueblos indígenas americanos o quienes apuestan por la agricultura ecológica, sienten como la filósofa que poco a poco estamos rompiendo lazos con la Tierra.

Cuando en 2009 la Asamblea de la ONU instituyó el 22 de abril como Día de la Tierra quiso recordar que los múltiples nexos que nos unen con el planeta nos obligan a cuidarlo por dos razones fundamentales: nos proporciona la vida y su conservación puede ser el mejor proyecto global que una a gentes de distintas culturas y países. Desde que las llamadas de atención sobre la falta de cuidado de la T(t)ierra surgieron en EE.UU. en el año 1970, han fallado muchos aspectos de gestión colectiva del planeta, y en estos momentos se aprecian síntomas que lo debilitan en exceso. Vista desde el espacio, la gran canica azul con las manchas verdes de los continentes se tiñe de blanco porque la depredación del suelo avanza cada año. La FAO avisaba en noviembre pasado que muchos territorios corren el riesgo de pérdida progresiva de su capacidad productiva, por una mezcla de excesiva presión demográfica con prácticas y usos agrícolas insostenibles; en especial China, India, Brasil o Etiopía. Actualmente se dedican en todo el mundo unos 1.600 millones de hectáreas de las más productivas tierras a la agricultura, pero una cuarta parte está muy degradada y la mitad del resto se encuentra en riesgo de deterioro.

Además, el urbanismo salvaje de la costa amenaza por todo el planeta con sepultar su futuro. España es un mal ejemplo para el mundo pues en algunas comunidades más del 75% de los terrenos colindantes al mar son urbanos o urbanizables y casi el 25% del litoral es costa artificial. Por otra parte, la adición de sustancias químicas y fertilizantes a la tierra pasa también al agua, con lo que se generan nuevos impactos sociales y económicos ligados a la seguridad alimentaria. Cada cierto tiempo surgen problemas (vacas locas, pollos con dioxina, pepinos en Alemania, transgénicos, etc.) que nos alertan de que hemos olvidado que somos deudores de la Tierra y lo que le suceda a ella repercutirá en quienes la habitan. La depredación financiera de la tierra hace que la producción de alimentos crezca pero no disminuya el hambre, más bien crece la desnutrición. El acaparamiento de sus frutos agroganaderos por las grandes compañías provoca alzas de precios que sufren los más pobres. Frente a los problemas generados por la sobreexplotación surge en Brasil el Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra apoyado por grupos católicos y ONG europeas y americanas. Busca, como otros colectivos en diferentes países, hacer productivas tierras abandonadas y recuperar la función social que han perdido, esa unión en la que conviven cuestiones afectivas y económicas.

Un epígrafe de la Declaración de Río de 1992 alude a la responsabilidad colectiva en promover la armonía afectiva con la naturaleza. Ahora que hemos alojado estos sentimientos en la última demarcación del espíritu, que hemos adquirido la capacidad de destruirnos a nosotros mismos y la noción de la vida en la Tierra ha quedado alterada, necesitamos pensar en las generaciones futuras. Pero además, en estos momentos en que los derechos humanos se escriben con trazos débiles por los latigazos de los especuladores económicos, la Madre Tierra sufre también. Nos queda confiar en que, si no la nostalgia que movió a María Zambrano, al menos el peligro de nuestra supervivencia nos ayude a retomar las relaciones perdidas.

* Cuando se publicó en «Heraldo de Aragón» (17-4-2012) faltaban cinco días para que la ONU conmemorase el Día de la Tierra. La efemérides generó pocas noticias en los medios de comunicación.


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