Repiten mensajes conocidos pero impresionan poco, aunque llamen a rebato. Las oscurecen otras muchas algarabías sociales, por ser más cercanas o porque la intensidad de su sonido se acompaña de timbres más llamativos. Sonaron con fuerza el pasado mes de noviembre en la Conferencia Internacional sobre Nutrición organizada por la FAO y la OMS en Roma. El objetivo de esta reunión era claro: conseguir una alimentación adecuada para todos. Para lograrlo, estas organizaciones internacionales defienden que los problemas globales requieren una solución global. Solo en ese escenario se puede acabar con las carencias nutricionales que sufre un tercio de la población mundial -que aminorarán su esperanza de vida y causarán problemas en su salud-, con el hecho de que unos 800 millones de habitantes se acuesten con hambre cada día. En esa conferencia, varias voces autorizadas alertaron de que demasiada gente es apartada del escenario moral que implica la expresión “todos”, que ha perdido tanta consistencia ahora que ha pasado a ser un término mudo.
¿Cómo es posible este desastre humanitario si la Tierra es fértil? En Roma se denunció que grandes compañías de los países ricos compran o alquilan tierras por todo el mundo para producir alimentos, cuyos precios controlan en el mercado internacional. Así, los ofrecen a importes abusivos a quienes les prestaron o vendieron sus tierras. Estos no los pueden comprar; tampoco los pueden producir porque ya no tienen tierras, y en consecuencia sufren desnutrición y hambre. Por eso, unos 100 millones de niños menores de 5 años no alcanzan el peso de los estándares de su edad, lo cual afectará, ahora y en el futuro, a su desarrollo individual y a su aportación a la sociedad en donde viven.
Palabras fuertes, las que pronunció el papa Bergoglio ante el Parlamento europeo para denunciar el olvido en la UE del papel que los derechos humanos -inalienables para las personas y propios de la dignidad colectiva- deben ejercer como reguladores en todas las políticas, para evitar la caída en la soledad de ancianos, niños, parados, pobres e inmigrantes. Palabras ignoradas o no aprendidas tanto por los individuos -que no se revuelven con ira contra la injusticia y se contentan con pequeñas donaciones- como por los gobiernos -que ponen buena cara ante estas reprimendas, pero reducen una y otra vez la ayuda al desarrollo-. Sin palabras debería dejarnos la denuncia del Papa de que el ser humano corre el riesgo de convertirse en un engranaje del consumo, empujado por un estilo de vida obnubilado por la opulencia insostenible y cada vez más insensible con el mundo circundante. Bellas palabras que suenan huecas para demasiados de los que las oyen.
Palabras oportunas, las que contiene el Marco de Acción contra la Desnutrición, firmado por 150 países y que se pretende revisar en 2025. Este atribuye un papel decisivo a las políticas dedicadas a las mujeres, reclama una especial atención a los primeros mil días de la vida de los niños y a la protección de las madres que trabajan. Mensajes que parecen llegar a los gobiernos, que en la consensuada declaración afirman “ser conscientes de que la malnutrición no solo afecta a la salud de las personas sino que supone una pesada carga en forma de consecuencias sociales y económicas”. Gobiernos de países ricos como el nuestro, que padecen de sordera. Solo escuchan las presiones de los poderes económicos, en los que no calan las palabras acusadoras que dicen que la malnutrición y el hambre son consecuencia sobre todo de “modelos insostenibles de producción y consumo”.
Palabras no escuchadas, las que nos trae el “Informe de Población del 2014” que presentaba el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) el mes pasado. Reclamaba, casi como un ejercicio de prestidigitación, más inversión en educación y en salud para los jóvenes, para de esta forma combatir la pobreza mundial.
Palabras ásperas, las que componen este artículo, para avisar de que mientras en muchos países pobres se escribe cada día la épica alimentaria de la gente corriente, y al mismo tiempo que los Bancos de Alimentos tratan de paliar por unos días el desgarro alimentario en nuestras sociedades privilegiadas, aquí, quién más quién menos, se prepara para la opulencia y el consumo navideño. Palabras mudas.
- Publicado el 16 de diciembre de 2014. Sin comentarios.