Doblan las campanas

El sonido monocorde y triste de la campana de la torre anuncia que algo fue mal. Otra vida se truncó. Ya quedan pocas. El tañido suena por todo Aragón. Así pasa, mes tras mes, en la mitad de los pueblos que tienen menos de 100 habitantes (87). Se encuentran en situación terminal, denunciaba un titular de HERALDO (16/10/2014). ¿Acaso no lo es también que en uno de cada cuatro de nuestros pueblos la población mayor de 65 años supere el 50%? Algunas muertes ni siquiera tendrán el homenaje póstumo del toque de difuntos. Mucha gente encontró el último reposo allá donde emigró. Ocupará una tumba más, con poco protagonismo, entre otras muchas en ese alejado lugar.

Las campanas lamentan el trabajo que tienen por delante. Asustan los datos del Campo de Belchite y Campo de Daroca, pero el relevo generacional tampoco está asegurado en otras ocho comarcas, en donde hay dos jubilados por cada joven. Frente a ellos, 7 de cada 10 habitantes de Aragón ocupan el área metropolitana de Zaragoza. No hay organismo social que resista semejante desequilibrio. Poca energía vital -la densidad media de Aragón está en 28 hab/km2– y mal distribuida -pues en varias zonas no se llega a 3-. Alguna vez, las campanas repiquetean de júbilo por un nacimiento. No disfrutan de esa alegría efímera los 335 pueblos en los que no nació ningún niño el año pasado.

Tocan a fiesta las campanas en los pueblos que reciben fondos específicos contra la despoblación, aunque no siempre estos recursos se dedican a incentivar a las personas. A la hora del reparto se mira solo el presente y el dinero se emplea en cometidos finalistas, como los que poblaron de hormigón los pueblos, despreciando soluciones a medio y largo plazo, fruto de planes sociales consensuados. El último informe del Consejo Económico y Social de Aragón alerta de que el 70% de los municipios aragoneses han perdido población desde comienzos de siglo, cifra que se agravará en un escenario en el que la natalidad disminuye y con un balance negativo de las migraciones. Solo 80 de los 731 municipios de Aragón no son “viejos” para el CESA. Dice el INE que Aragón tendrá dentro de 15 años un 4% menos de población que ahora. Son mensajes que precisan audiencia y actuaciones rápidas.

¿Qué ha pasado en los pueblos aragoneses de entre 1.000 y 2.000 habitantes que han perdido población, mientras en otras comunidades aumentan? La situación actual no es fruto de la casualidad. Aquí parecemos discípulos de Sófocles: “Cuando las horas decisivas han pasado es inútil correr para alcanzarlas”. Esa es nuestra tragedia. Unos lo admiten claramente: no deben dedicarse más recursos a poblaciones con fecha de defunción próxima, sino a facilitar la mejora de vida en las grandes ciudades. Ese fue el argumento desarrollista de hace 50 años que nos llevó a la situación actual. Otros defienden una lectura crítica del futuro que conduzca a proyectos de sostenibilidad territorial, diferenciados según las potencialidades de cada escenario. Se nos llena de aragonesismo la vasija del orgullo recordando el pasado, la grandiosidad de la Corona y sus reyes, pero pocas veces proyectamos el futuro. En otros lugares sucede al contrario. ¿Acaso nos da miedo lo que intuimos o preferimos el silencio?

Voltearían todas las campanas de las iglesias de los pueblos si nuestros responsables políticos y las organizaciones sociales se comprometiesen en conseguir un Aragón imaginado. En él se priorizarían políticas sensibles hacia el mundo rural –con incentivos de mantenimiento y de apoyo a la natalidad, quizás con políticas activas de poblamiento diferenciado con personas de otros lugares-. Acelerarían su cadencia si las intervenciones se apoyasen en estructuras nodales y redes ágiles de viabilidad económica –fomento de unidades productivas en un contexto de calidad y excelencia, asignación de ayudas con criterios territoriales, intermodalidad de las comunicaciones-. La alegría sería completa si en ese contexto se organizasen servicios sociales sanitarios y educativos ajustados a las necesidades reales, y se valorase con más incentivos el nada intangible papel que los pueblos desempeñan en la custodia del territorio. Incluso los espíritus de los muertos rurales y demás ausentes acudirían a bandear las campanas. Puede que hasta repiqueteasen las de Zaragoza.

  • Publicado en Heraldo de Aragón el 16 de diciembre de 2014. El mundo rural llevaba camino de desaparecer de las estadísticas ante la inacción generalizada de las administraciones.

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