Vuelta al cole en Aragón

Llevamos unas tres semanas en las que los medios de comunicación de Aragón recogen todos los días noticias relacionadas con la escuela. Tanta coincidencia no puede ser fruto del azar. El comienzo de un nuevo curso escolar, hay que reconocerlo, siempre ha estado condicionado por imponderables de diverso tipo. El significado más utilizado de imponderable hace alusión a la imposibilidad de prever todas las circunstancias que nos pueden acontecer a la hora de poner en marcha algo, o las consecuencias de llevar a cabo el hecho. Esa es la justificación que encuentran los responsables educativos para esconder los desajustes que han surgido al reiniciar la maquinaria de los colegios.

En el asunto que nos ocupa, la organización escolar para la educación obligatoria, es necesaria la sintonía entre gestión e ilusión política si se quieren reducir los efectos y la dimensión de ese tipo de imponderables. Para lograrla hace falta una planificación rigurosa, máxime cuando hay que abordar, aunque sea parcialmente, una reforma de calado. Mal síntoma si quien debe tener en cuenta todo esto no lo valora bien. Deja al desnudo su propia dimensión política al imaginar una reforma educativa difícil, sin todos los argumentos previamente testeados. Además, cuestiona la buena praxis de aquellos en los que confía para la gestión, a los cuales parece que no se ha preparado para lo que tenían por delante; quizás no se les ha dotado de los recursos necesarios y seguro que no se les ha dado el tiempo suficiente. Porque, qué duda cabe, se podrían haber anticipado los problemas que iban a surgir, que ahora la administración califica como imprevistos sin responsabilidad propia, claro. En un asunto tan importante como la educación, esta concatenación de noticias en los medios -casi ninguna positiva- debería sonar a fracaso o, si se quiere ser más indulgente, a prevención para el futuro. Porque queda por delante la llegada de la Lomce a la Educación Secundaria. Una tarea que se nos antoja complicada, habida cuenta de las opiniones vertidas en algunos sondeos de opinión en los que se anticipa muy poca ilusión por que la reforma iniciada mejore la calidad de la educación.

Los titulares periodísticos recientes recogen aspectos como la publicación casi veraniega de los currículos, retrasos en la apertura de algunos centros, restricciones en las políticas de becas generales y de comedor, engaños en la adjudicación de plazas escolares, costes de libros y materiales inasumibles por muchas familias, desconcierto organizativo en los Centros Rurales Agrupados y en los incompletos, despiste de los centros a la hora de concretar las exhaustivas normas que les han llegado anteayer, enfado de las agrupaciones de padres de alumnos de la enseñanza concertada y de la pública, falta de libros de texto en las librerías, colapso en los accesos a las plataformas electrónicas, contratos minis para el profesorado, etc. Por supuesto que no todos son achacables a la administración, pero sí eran previsibles y no se ha tenido la agilidad política ni de gestión necesaria para disminuir sus efectos. Las prisas del Ministerio de Educación por poner en marcha la Ley están en el origen de muchas disfunciones.

Pero imponderable significa también que algo tiene mucho valor; que es extraordinario, superior a toda ponderación. Es decir, que no puede pesarse o medirse con las magnitudes y unidades físicas que siempre utilizamos. Este sentido del atributo habría de definir el hecho educativo. La educación obligatoria tiene tal valor social que no caben ni las prisas ni las imprevisiones. Se mide por sus efectos morales y transformadores. Desde muchos ámbitos de padres y del profesorado se reclama a los políticos una altura de miras para evitar que las leyes tengan una fecha de caducidad tan próxima. Hasta ahora la Lomce solamente ha provocado desasosiegos en las familias, incertidumbre y desafecciones en los centros educativos. Sus efectos de mejora de la educación, que desde la Administración dan por seguros, están por ver. Ojalá se confirmen sus esperanzas. Para lograrlo habría sido mejor una concertación entre todos para plasmar una ley educativa rigurosa, que removiese todo lo que hiciese falta, pero que fuese fruto del consenso. Así sería duradera y quizás más imponderable por su excelencia.

  • Publicado el 16 de septiembre de 2014. Se incluye en esta sección para indicar que la educación también forma parte del «Aragón recóndito», es un espacio pleno de enigmas metodológicos, de espíritus que se alían para vaciar las aulas rurales  y de sueños no realizados desde hace muchos años

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Ecos de Celtiberia