La fiebre del «fracking»

Fue Chaplin quien ya en 1925 ilustraba la codicia y las desgracias que el oro acarreaba en el territorio canadiense del Yukón en “La quimera del oro”. Unos años más tarde, Glenn Ford protagonizaba el western “La fiebre del oro”, cuyo título en inglés también se tradujo por “Oro maldito” o “La lujuria del oro”, que ponía en entredicho la bondad del ser humano. En ambas películas, la tierra ocultaba tesoros cuya búsqueda provocaba envidias y disparates sociales. Como si se tratase de una escena de un film del salvaje oeste, los buscadores de energía han acudido a Aragón al escuchar ciertos cantos de sirena sobre tesoros ocultos; solo así se explica que más de 150 municipios puedan estar afectados por prospecciones en su suelo. Las empresas que promueven los sondeos y la posterior extracción de la energía oculta quieren asegurarse el registro de los potenciales yacimientos, como vimos que hacían los aventureros avispados en las películas americanas.

Todas esas compañías de largos nombres son desconocidas para nosotros, si exceptuamos una ligada a la extracción del carbón de Aragón. Necesitan la autorización gubernativa para horadar el subsuelo y, quizás, hacerlo detonar. Primero quieren investigar, después explotar los yacimientos si todo va bien. Ofrecen unas inversiones superiores a los 15 millones de euros, sin duda necesarias para la producción. Algún permiso ya fue otorgado y publicado en el BOE en abril de este año. La autorización del Ministerio de Industria es incompleta, pues dice que las extractoras deben cumplir una serie de evaluaciones de impacto ambiental pero se olvida de exigir responsabilidades (ni un solo euro). Una concesión ya otorgada lleva por nombre “Aquiles” (como el héroe griego), desconocemos cual será su talón vulnerable. En el permiso queda libre de responsabilidad quien ejecuta, tampoco se dice de qué manera el Ministro de Industria salvaguarda el principio de precaución, inherente a todo quehacer político. Porque esta idea, asegurar que las afecciones al entorno y a la sociedad sean inexistentes o mínimas, ha estado ausente de todas las catástrofes ecológicas, tanto en el extranjero como en España. Se olvidan enseguida los envenenamientos de las aguas del Gállego por el lindano de Bailín, la tragedia del camping de Biescas, el esperpento del Prestige, la huida de responsabilidades en la rotura de la balsa de Aznalcóllar, etc. En todos estos casos, los damnificados esperan aún conocer quiénes tuvieron parte de la responsabilidad y cómo restituyen su mala gestión. Hay mucha gente que se pregunta cómo se autorizan las concesiones por seis años y se da permiso de explotación sin haber cotejado con nuevas investigaciones los datos de los posibles impactos en el territorio.

Heraldo dedicaba recientemente (28-7-13) toda una página a informar sobre este tema. La infografía situaba cada uno de los permisos solicitados, la mayoría muy cercanos al acuífero del Ebro. Bellos nombres han usado las compañías para presentar los proyectos: territorios (Aragón y Martín), astutos héroes mitológicos (Perseo, Prometeo, Atlas), y uno llamado “Quimera”, que parece una metáfora. También figuran en la lista científicos con un gran afán explorador del universo. De estos, Kepler seguro que preferiría la crítica indagatoria ante algo nuevo frente a la aprobación irreflexiva. Copérnico también lo haría, pues abogaba por estructurar el conocimiento siendo conscientes de lo que se sabe y de lo que se desconoce, eso que puede ennegrecer el resultado final de una historia.

Hay técnicos que aseguran que esta práctica del “fracking” solamente generará desastres. Por contra, otros ven en ella el futuro de la energía y despotrican contra la preocupación que ha generado en ciudadanos y ayuntamientos. Mientras se resuelven estas incógnitas y se dejan claras las responsabilidades en caso de gestiones dolosas, no se debería autorizar ninguna explotación, aunque su solicitud lleve un nombre tan pomposo como “Platón”. Qué daño les habrá hecho el filósofo griego, tan preocupado como estaba por buscar las fuentes del agua que los nuevos sondeos amenazan. En su imaginada “Caverna” hablaba de la cantidad de sombras que había que descifrar para conocer la verdad. No sabemos si los impulsores de esta tecnología lo habrán tenido en cuenta.

  • Publicado el 10 de agosto de 2013, cuando las presiones de ciertas compañías para obtener energía del subsuelo eran enormes.

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