Vademécum educativo

En España ya no se distingue la utopía educativa, aquella que daba a la educación un papel social, un medio de tránsito hacia el bienestar personal, un camino de superación de dudas y de aprovechamiento de oportunidades. Por eso, la escuela se utiliza como escenario de confrontación. Ahora ha sido por el deseo, de un partido o dos, de limitar lo que debería ser básico: el tratamiento de los variados temas de la vida real mediante una programación sustentada en la ley vigente, con la intención de fomentar el pensamiento crítico y reflexivo; luego cada estudiante lo aplicará con mayor o menor acierto en cada episodio de su vida.
Esta vez el tumulto ideológico-partidario propone que las familias puedan vetar tal o cual contenido de las actividades complementarias (que no extraescolares), aprobadas en Consejo Escolar. La siguiente algarada política puede ser que condicione la cultura literaria enseñada; quizás después venga otra que encamine la geología o la biodiversidad hacia la idea de la Creación, o la supresión de las dificultades matemáticas porque a los hijos de alguien no les gustan. A este paso, cada estudiante portará consigo un “vademécum” con lo que se le puede enseñar y no. Nos tememos que, en realidad, de lo que se trata es de enfrentar la escuela pública y la concertada, o la de todos y la de unos cuantos. De esto son responsables los partidos, unos más y otros menos, y los lobistas que los enzarzan. Al final, llegarán a convertir la educación en su chiringuito. ¡Pobres profesores! Mejor nos iría si los políticos se dejasen de peleas y concertasen un Pacto Educativo generoso y transformador, apartidista; de lo contrario cometerán fraude social permanente.

*Publicado en Heraldo escolar el 5 de febrero de 2020.