Jaque a los currículos y las materias

Sabemos que el currículo no es solo lo que mandan aprender las materias, pero vamos a centrarnos en esto. Se supone que los desarrollos curriculares recogen lo que la mayor parte del alumnado debe aprender en cada nivel escolar, por ser relevante para cada una de las materias. El asunto es en sí mismo discutible; quedaría resuelto si la mayor parte de los contenidos que se enseñan estuviesen al alcance de las capacidades con las que cuentan todos los escolares.

Pero no es así. Los contenidos difieren entre ellos en su relevancia, en su grado de complejidad, en su aplicabilidad en la solución de asuntos de la vida, en su propia consistencia, en la emoción que se siente al aprenderlos, en su permanencia como bagaje escolar, en la relación con otros de su materia o diferentes, en su progresividad, en su necesidad, etc. Por eso, cada curso mantienen en jaque a los escolares. Con lo cual condicionan las diversas inclinaciones a aprender y provocan desafecciones que apartan más o menos del objetivo final marcado.

Habitualmente, los desarrollos curriculares son excluyentes. Se traducen en estándares que hay que superar, lo cual clasifica a los escolares en el grupo de los que los saben o los desconocen. Así, en este acumulativo cedazo que es la educación obligatoria, tienen total preeminencia. Algo nos dice que no debería ser así, que el protagonismo educativo debería estar en el alumnado. Por eso, aunque nada más sea a modo de hipótesis: jaque a los currículos y a las materias. A partir de ahí, una razonada revisión y su sustitución, al menos en primaria, por otros sistemas de agrupación de contenidos; quizás los tan alabados proyectos de otros países que triunfan en PISA.

  • Publicado en Heraldo escolar el 18 de diciembre de 2019.