Este asunto tiene un protagonismo continuado: Es objeto de variadas investigaciones que se preguntan si origen social, sexo, etnia o conocimientos condicionan atenciones diferenciadas; si provocan escuelas o aulas diferentes cuando para los agrupamientos del alumnado se utiliza más de una variable. Algunos estudios apuntan a que el mercado educativo condiciona las distintas segregaciones, otros que es la distribución residencial; no faltan quienes lo achacan al paso forzado a los institutos tras la primaria frente al más llevadero en los centros concertados, también a la separación del alumnado por itinerarios debido a la repetición o no de curso y al grado de adquisición de ciertos estándares por el alumnado. El hecho es que la segregación existe, obedece a criterios explícitos o no.
Cómo se explica que en España haya un 9 % de centros con más de la mitad de alumnos de entornos desfavorecidos, o que en casi el 40 % se alcancen porcentajes entre el 25 y el 50 %. Algunas voces achacan estos datos al hecho de que la libertad de elección no es neutra o que el cobro de determinados servicios aleja a estratos sociales determinados. Algunos índices de segregación hablan que para lograr la equidad en España habría que cambiar más del 30 % de alumnado más vulnerable de unos centros a otros. Sorprende que sea la rica Comunidad de Madrid la que más segrega. Parece que existe consenso en que la segregación escolar es el proceso que más influye en el fracaso y el abandono educativo temprano, que se ceba particularmente en secundaria. En consecuencia, hay que hablar mucho del asunto y llegar a un convenio social que marque la búsqueda de la equidad como primer argumento del tránsito escolar.