Los profesores sienten

Los sentimientos son un argumento básico en la vida de cada día. De hecho, la sociedad se hizo tal cuando tradujo los primitivos signos en sentimientos. Seguro que sostienen las relaciones en todos los grupos sociales. Incluso en los animales existirá algo parecido, aunque allí la convivencia no esté justificada por la educación y la cultura. No resulta fácil gestionarlos. Fluyen sin cesar en la vida de pareja, en las familias, en el entorno social que nos acoge, en el trabajo. Siempre sientan mejor los placenteros, duelen los que vienen adornados de críticas o desplantes, y los hay también que se camuflan en forma de ignorancia. Hay quien dice que de todos se aprende; otros piensan que es mejor retener una parte, sea cual sea su matiz, antes de darlos a los demás, por si provocan reacciones equívocas o coartan demasiado el comportamiento futuro.

Estamos pasando unos momentos convulsos en la estructura social en los que afloran sentimientos a raudales. Porque sentir es experimentar sensaciones pero también lamentar. Hay que estar atentos para saber gestionar la dimensión emocional que conllevan, en particular en todos los ámbitos que educan en la cercanía, sea la familia, la escuela u otros. Ahora que comienzan las vacaciones escolares es un buen momento para revisar cómo gestionan las sensaciones los profesores. Nos interesa saber si, tras los vaivenes de este año, están motivados para abordar el curso próximo. Aunque nada más sea por egoísmo, pues a ellos confiamos lo mejor que tenemos, año tras año, ahora y siempre. Si en ellos dominan los sentimientos positivos, los que más rápidamente se deben contagiar, nuestros hijos serán los primeros beneficiados. Aunque tengamos impresiones para caracterizar a los profesores por nuestro contacto con ellos, por el grado de satisfacción que exhiben de su trabajo, pocas veces les preguntamos cómo se sienten. Porque unos profesores contentos, que crean en su labor y traten de una manera afectiva y personalizada a sus alumnos son una garantía de aprendizaje y, por ende, un buen escenario para el bienestar social.

Acaba de publicarse el último Informe Tallis 2013 (Informe Internacional de la Enseñanza y el Aprendizaje) de la OCDE. Además de muchos aspectos fundamentales para la educación, enmarca la preparación y los sentimientos del profesorado de Secundaria. El informe se atreve a hacer un retrato robot de quienes enseñan hoy en las aulas españolas. Utiliza leves trazos, algunos meramente estadísticos y otros que hablan de sensaciones y sentimientos. La imagen, siempre algo convencional, muestra a una mujer (representan ya casi 2 de cada 3 profesionales) de unos 46 años (con casi 20 de ellos de experiencia en las aulas) y con suficiente formación inicial, que trabaja a tiempo completo y con contrato indefinido, pero debe participar en más actividades de formación profesional. Estaría plenamente satisfecha con su trabajo, pero se siente infravalorada (como el 90% de sus compañeros españoles y solo el 30% de los europeos), sin apoyo y sin ningún tipo de reconocimiento. Su labor no es compartida con sus compañeros, y pocas veces se evalúa por parte de la administración educativa si la metodología que utiliza, ahora muy centrada en métodos tradicionales, es la más adecuada.

A nadie puede extrañarle que estos profesores sientan que no se les aprecia. El Ministerio de Educación los ha convertido en primeros causantes del fracaso de la educación española. Los responsables del Departamento de Educación se han olvidado de ellos a lo hora de llevar a la práctica la Lomce, les han recortado los presupuestos, han eliminado de sus centros a una parte de sus compañeros, etc. Además, deben poner en marcha una reforma educativa exprés que no entienden. Sin embargo, en recientes barómetros sociales del CIS los docentes de todos los niveles aparecían valorados con un notable.

Los centros educativos deberían ser el paraíso de la emociones, cargadas de grandes dosis de respeto, entre todos los protagonistas (profesores, alumnos y familias). Para lograrlo hay que comunicarse y participar con convicción para romper la burbuja que ahora ampara a cada colectivo. Porque sentir también tiene algo de disculpa y supone un intento de enlazar con el otro, de mejorar. Es la única manera de restaurar puentes.

  • Publicado el 16 de julio de 2014. Comenzaban as vacaciones escolares en la enseñanza obligatoria.

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