En la escuela de la vida faltan las mariposas. ¿Será por el cambio climático?

Publicado el

CARTAS AL FUTURO EN LA SEMANA PREVIA A LA COP25 CHILE-MADRID

La semana próxima el mundo, al menos una parte, estará pendiente de la COP25 Chile-Madrid. También deberían moverse las escuelas. Lo tienen complicado, pues en ese mundo de la naturaleza estática que los currículos presentan no emergen finales abiertos, incógnitos, si bien unos y otros tipos son causa y consecuencia de lecciones de vida. El clima es poco más que un conjunto de seguridades que sirven para clasificarlos y decir qué tiempo hará a lo largo del año. Así no hay manera que la gente piense en dimámicas vivas, alteraciones bruscas, repercusiones varias. Vamos hablar del cambio climático con la ayuda de las mariposas, muy afectadas por las incógnitas globales.

Podría ser un día cualquiera en un curso indeterminado. Alguien, en su clase, sentiría cierta insatisfacción sobre el complejo asunto de la naturaleza escolar; no estaría seguro de que sus alumnos lo entendiesen. Por eso, se le ocurriría abrir una ventana en su aula para que entrasen mariposas, de las de verdad; si bien, lo que pudo ser sencillo en otros tiempos ahora le resultaría difícil.

Cada vez hay menos mariposas; perdieron el reloj del tiempo de tal forma que ni siquiera interactúan con las plantas; sustento y fin de su corta vida. Antes, al decir de Pablo Neruda, uno podía contemplar su marcha volante, como una llamarada. Una y otra vez se posaban en las flores, libando el néctar necesario; pero al final la Mariposa de otoño del chileno se desvanecía.

Estos insectos no han recibido el reconocimiento fecundador que se merecen, siempre oscurecido por los ropajes de colores que portan la mayoría; acaso las antiguas culturas centroamericanas han sido una excepción, en el arte europeo revolotean en Mariposas y amapolas de Van Gogh. Este olvido a pesar de que su poder polinizador, tanto de las mariposas diurnas como nocturnas, que beneficia a las plantas que aseguran su existencia construyendo semillas, y a los animales que aprovechan sus frutos. Qué decir de lo que aportan en la generación de nuestra dieta diaria, y en la salud colectiva.

No dejen de escuchar a Luis Pastor y Lourdes Guerra cantar a la mariposa Violeta Parra. Me lo susurró el amigo Paco, la dulzura de la poética de un profesor implicado en atender a los más vulnerables, como las mariposas.

Seguir leyendo en Ecoescuela abierta, de El Diario de la Educación.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Ecos de Celtiberia