Muchos hablan, pocos dicen, menos hacen. Al final, un mundo de palabras inútiles
Los desastres provocados por la contaminación les salen gratis a las empresas. Tenemos recientes los del Prestige, Aznalcóllar, la potasa en Sallent, la de Ercros en el Ebro en Flix, la del lindano en el Gállego. Si miramos fuera nos acongojan Chernóbil, Bhopal, el delta del Níger, Seveso, etc. La naturaleza agoniza en esos lugares, los seres vivos desaparecen, las personas llevarán su rastro contaminante toda la vida. ¿Es tan difícil legislar para que se cumpla, el menos en parte, la restitución ambiental? Tras las primeras palabras dolorosas, silencios gubernativos. La justicia no los persigue.