Agua con cuentagotas
Ya nos disculparán pero esta entrada está teñida de pesimismo, o si lo prefieren, de negatividad. Agua que habla de sequía, en forma de falta del líquido que plantas y animales necesitan, y de silencio, escasa preocupación ante el déficit hídrico que sufre todo el país; mal asunto cuando coinciden ambas ausencias. Los datos del agua acumulada en los embalses alertan sobre lo que puede pasar. Las demandas de más agua no dejan de crecer. Qué nos dirían los ríos si les preguntásemos, pues hace tiempo que perdieron sus caudales ecológicos sanadores. Además, cada vez los veranos -más calor que evapora y menos lluvia- duran más.
Mucha gente se despreocupa del asunto; ya lloverá, se dicen, seguros de que los cielos tienen memoria. Además siempre ha habido sequías en España. ¿Quién de nosotros se pregunta por la sequía actual? Ni siquiera hace caso a los negros augurios que nos presentan la gente que sabe y mide. Además, el agua no fluye por los circuitos de nuestros políticos, ocupados en batallas entre ellos para dilucidar quiénes lo hacer peor. Pero, por si les llega el sonido del agua: podemos estar a las puertas de una situación de emergencia. Empiecen a conjugar sequía con escasez; no es lo mismo.
No se nos olvide que el agua tiene una dimensión, o mucha, intrínsecamente global, en percepción y uso. Si la vemos así, secará menos. Pero no queremos engañarles: por todo el mundo, el agua está en crisis. En realidad somos nosotros, pues no sabemos combinar escasez con sequías.