Se vende sostenibilidad; abstenerse quienes sean simplemente curiosos

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En el Día Mundial del Medio Ambiente, se vende sostenibilidad; la visión redentora surge por todos los lados. Las empresas también, quieren su protagonismo. Incluso las comercializadoras eléctricas se publicitan como verdes. Después de haber provocado ‒o al menos ayudado por acción u omisión negando evidencias‒ tanto las empresas como los gobiernos una buena parte de los desastres del descabellado modelo de crecimiento, ahora dicen que nos van a salvar. Nos trae a la memoria el olivo centenario, de aquella película de Icíar Bollaín, que acabó en el vestíbulo de una dañina energética alemana y le dio el toque ecológico.

En este asunto de la sostenibilidad, los gobiernos están presos del cortoplacismo. Llevamos 30 años de concienciación y es hora de pasar a la acción. Sin embargo, no se observan voluntades inequívocas: lo que el departamento encargado de la imprescindible transición ecológica propone es contradicho por las acciones del resto. Así no hay manera de que la gente –perezosa de por sí– se haga cómplice en el ejercicio continuado de la sostenibilidad. Venga de donde venga, la publicidad es insostenible si se queda en la domesticación de las preocupaciones ambientales, en un ejercicio de autosatisfacción y en un engaño a la ciudadanía; al final se convierte en un desfalco planetario. Por eso, absténganse los curiosos y acudan los comprometidos.

Para dar verosimilitud a la Agenda 2030, encomienda de todos los gobiernos, en cada ley o norma se debe apostar por un cambio de modelo vivencial y de desarrollo que asegure el futuro colectivo; el actual modelo de vida y desarrollo no sirve; la salida a la crisis global no puede hacerse por el mismo camino que se siguió para llegar a ella. En las fases de implementación, habrá que hacer explícitos los criterios y momentos de valoración de las acciones. Además, el gobierno ha de prever un órgano de vigilancia independiente, cuyas recomendaciones tengan carácter vinculante para todos los ministerios o departamentos. En todo este proceso de cambios productivos y ambientales considerables, se necesitará una comprometida dotación presupuestaria.

Lea el artículo completo en Heraldo de Aragón.

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