Empantallados, así viven los niños y adolescentes españoles; no solo ellos
Madres y padres están preocupados porque sus hijos, desde la más tierna infancia, están muchas horas agarrados al influjo de las pantallas tecnológicas. Por ellas les llegan impactos coloridos y a la vez peligros comprobados: contenidos inapropiados, acosos cercanos o lejanos, llamadas de todo tipo. Los más pequeños empiezan a desdeñar la atracción de cosas importantes, si no salen de una pantalla, también pierden el placer del descubrimiento lento; los jóvenes disminuyen su productividad estudiantil si compaginan las preocupaciones escolares con la atención instantánea al dispositivo móvil o a la música trepidante. Este inútil desperdicio de tiempo, criticado por madres y padres, es practicado por ellos mismos; no se dan cuenta, no saben o no quieren saber. Los multiconectados –grandes y pequeños- deben pensar que si no leen la noticia que sea, bueno el titular, o no responden al segundo a ese wasap que acaba de entrar, y a veces sonar de forma estridente, no están en este mundo. El control propio y de los hijos e hijas –debe haber algún control parental– forma parte de la vida colectiva. Así se entiende en muchos asuntos convivenciales. ¿Por qué se distrae tanto en el uso de los dispositivos electrónicos? Quizás nos están engañando; lo que es seguro es que abducidos ya lo estamos. Échenle una ojeada a Empantallados: Cómo convivir con hijos digitales, que ha escrito el profesor Santiago Moll. Y no olviden que en demasiadas ocasiones el móvil usurpa la privacidad, tanto de niños y jóvenes como de mayores, y facilita la manipulación.