Con menos plástico también hay vida placentera
De Ecoescuela abierta en El Diario de la Educación.
Era por junio de 2015 cuando propuse al alumnado de secundaria un asunto que por entonces parecía de ciencia ficción: Es posible vivir en un mundo sin apenas plásticos. Para motivar los posicionamientos apelé a la ciencia, que siempre ayuda al reconocimiento de lo que uno dice. Les conté que la prestigiosa revista Science había publicado una investigación que estimaba que en 2010 se vertieron entre 4,8 y 12,7 millones de toneladas de basura plástica a los océanos de todo el mundo. Sin duda era una cantidad enorme –difícilmente imaginable para quienes pocas veces medimos o pesamos las cosas- pero que taparía con una altura de varios metros el césped de un campo de fútbol; eso sí que tenemos idea de lo que abarca. Tal cantidad, aunque enorme, representaba una pequeña parte de los 275 millones de toneladas que aquel año se generaron solo en los países que tienen costa. También decía el artículo que la producción mundial de plástico se había incrementado un 500% desde 1980.
Como no quería que cundiese ni la indiferencia ni la impotencia, les propuse imaginar cómo vivían sus abuelos hace 60 años. Entonces el tema dejó de ser tan ajeno, más todavía cuando empezamos a enumerar los objetos plastificados que nosotros utilizamos cada día y no tendrían entonces.
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