Los eructos de las vacas aceleran el cambio climático; pero, ¿a quién sirven las vacas?

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Coincidiendo con el Día sin carne.

De Ecoescuela abierta en El Diario de la Educación.

Los animales domésticos ocupan un lugar importante en nuestras lecturas. Los encontramos tanto en los primeros cuentos infantiles como en los libros empleados en los primeros cursos de primaria. Además, disfrutan de una atención continuada en nuestras vidas. Nos acompañan, nos dan cariño y también muchos servicios.

Con el tiempo, la ganadería se industrializó. Podíamos estudiar si eso está bien o mal desde el punto de vista de los derechos de los animales –asunto importante para debatir–, pero en este caso vamos a hacerlo desde la vertiente contaminante de las granjas intensivas. Utilizan mucha agua, necesitan una enorme cantidad de materias primas para la alimentación y producen muchos residuos sólidos, líquidos y gaseosos.

Hemos de decir, en primer lugar, que la culpa de estas enormes emisiones no la tienen los animales, que se limitan a vivir, sino aquellos que los crían y aprovechan. Por supuesto que las emisiones no son solo de las vacas –en particular sus eructos–, como dice el titular del artículo. A esos seres tan simpáticos que salen en muchos cuentos, que además nos dan leche, se añaden los pedos de otros muchos animales como caballos, ovejas y cerdos (estos últimos son hoy día la mayor fuente de carne del mundo a pesar de su prohibición en algunas religiones), son básicamente los que están acelerando de forma significativa el cambio climático

Nuestro gran consumo de carne ha disparado la ganadería industrial y con ella diferentes problemas que podemos debatir en clase: gases de efecto invernadero, derechos de los animales, utilización de antibióticos de manera masiva y preventiva… 

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