La omnipresencia del aceite de palma en nuestras vidas las cuestiona demasiado. ¡Atentos!

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Vigilemos nuestra preocupación. Hasta hace un par de años no nos enterábamos, pero la nueva reglamentación europea obligó a precisar en los productos alimenticios el tipo de “aceite vegetal” que llevaban. ¿Por qué le tienen tanta manía a este producto? Su uso masivo como sustituta de las grasas trans o hidrogenadas no resulta inocuo. Comporta perjuicios sociales y ambientales allá donde se cultiva, y dicen que riesgos sanitarios en quienes la consumen, algo que atestiguan recientes investigaciones. Se están destruyendo las selvas de Malasia e Indonesia para su cultivo –que provocan la desaparición de especies únicas como el orangután y disminuyen la regeneración de las cualidades del aire, a la vez que se vulneran los derechos laborales de los trabajadores-. Muchos de los productos que comemos, también los turrones de Navidad, llevan estas grasas. Por si quiere más información sobre algunos productos alimenticios que la contienen revise el artículo de la revista Qué, aunque sea de hace un año. Parece, aunque todavía son necesarias más evidencias científicas para asegurar su alta peligrosidad en la salud, que es mejor alejarse del aceite de palma, por si acaso.

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