El impacto socioambiental de la guerra de Gaza
La guerra de Gaza sigue las pautas socioeconómicas de todas las guerras. Tras la mortífera acción de los terroristas de Hamas se desató la furia destructora israelí, largamente retenida con estas dimensiones. No solo hay que lamentar las muertes de personas y la destrucción causada por el ejército israelí cobijado en el silencio de las grandes potencias. Ha acumulado grandes sumas de dinero dilapidadas en causar daño al enemigo: destrucción sistemática de instalaciones o edificios públicos y asentamientos humanos, destrozo de los recursos naturales, fracturas de las vías de comunicación, anulación de modos de vida y un sinfín de daños morales, físicos y mentales a la población civil.
Pero además, esta guerra, como otras cercanas o lejanas en el tiempo, conlleva graves deterioros ambientales. Algunos, convertidos en catástrofes, durarán largo tiempo y marcarán el recorrido existencial de varias generaciones; la naturaleza libre dejó de ser allí una realidad. Repetimos que lo más grave entre lo grave es sin duda la pérdida de miles de vidas humanas y las dolencias y enfermedades que dejará en otras a su paso. Pero los impactos ambientales siempre resultan dolientes para el territorio y las gentes que han de soportarlos “sine die”. A nadie se le oculta la destrucción de tierras, la desaparición de cultivos, los suelos peligrosos de cultivar en el futuro por la gran cantidad de minas y explosivos allí sembrados. Además del agotamiento de los recursos naturales, –los árboles se cortaron para dar calor a la gente-, hay que hablar de los daños causados a biodiversidad. Por si todo lo anterior no fuera suficiente, añádese la contaminación del agua y el daño que causará en personas y animales que actualmente hacen uso de ella. Esta crisis ambiental supondrá el desabastecimiento y deterioro en los servicios ecosistémicos a medio y largo plazo. Además de la destrucción del paisaje, los hábitats y la millones de formas de vida.
Los impactos ambientales de la guerra son conocidos desde hace tiempo. Lo denunciaba Pekka Haavisto en un artículo publicado por el Centro de Investigación por la Paz en 2005 titulado La Situación del Mundo 2005: Redefiniendo la seguridad mundial. Informe anual del Worldwatch Insttute sobre el progreso hacia una sociedad sostenible. Así sucedió en la Guerra del Golfo en 2017 de lo que se informa con detalle en Por qué la Guerra del Golfo pasó de ser un conflicto bélico a un desastre ambiental. En él se explica que los iraquíes, en su retirada de Kuwait, incendiaron cientos de pozos petroleros que ardieron durante meses causando tales daños ambientales próximos y lejanos cuyas secuelas contaminantes deterioraron el aire durante meses y algunos aún permanecen anclados en la ecología global del Golfo Pérsico. Tal calibres tuvo el desastre que en tiempos se publicó que Sadam Hussein debería ser juzgado por genocidio y otras muchas razones, entre ellas por terrorismo ambiental.
No vamos a decir más; que cada cual haga su reflexión. Solamente reproducir parte de un informe presentado en Ginebra por el relator especial para la zona, Michael Lynk, al Consejo de Derechos Humanos: “Para casi cinco millones de palestinos que viven bajo la ocupación, la degradación de su suministro de agua, la explotación de sus recursos naturales y el deterioro de su medio ambiente, son síntomas de la vulnerabilidad y la falta que tienen de cualquier control significativo sobre su vida cotidiana”.
Según cuenta The Guardian, solo en los dos primeros meses del conflicto se han emitido 281.000 toneladas métricas de dióxido de carbono, la gran mayoría de ellas generadas por el Ejército israelí. Esto supone un coste climático equivalente a la combustión de al menos 150.000 toneladas de carbón. Es más, se calcula que solamente el coste ambiental en emisiones de carbono que supondrá la reconstrucción de 100.000 edificios dañados generará al menos 30 millones de toneladas métricas de gases de efecto invernadero. Esta cifra es equiparable a las emisiones anuales de CO2 de Nueva Zelanda y superior a la de otros 135 países, incluidos Sri Lanka y Uruguay, cuenta eldiario.es.
P.D: No olvidamos el impacto socioambiental en el presente futuro que sufrirán niños y niñas de Gaza. ¿Cómo lo interiorizarán los adolescentes? La sostenibilidad de la sociedad está tan perturbada que vivir allí será una aventura incierta, plena de obstáculos, y no solamente emocionales. También sanitarios, económicos y de convivencia. Aunque se callen algún día las armas -ojalá se firme pronto un alto el fuego-, la guerra durará muchas décadas.