Tres meses en Gaza para destruirlo todo. ¿Y después?

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Tres meses de guerra son demasiados días de destrucción, mucho tiempo con muchas muertes acumuladas, la construcción de un territorio inhabitable para mucho tiempo, la aniquilación de la palabra humanitaria, la desaparición de las escuelas y centros de salud, la consolidación de un lenguaje maldito que se apoya en el ojo por ojo y diente por diente, la certeza de que el inicial terrorismo de Hamas tuvo apoyos externos que quizás buscan la extensión de la guerra a otros territorios.

Demasiados días de conversaciones (dicen) para lograr la paz o al menos una tregua que levante un poco la asfixia social; demasiado tiempo para que no haya un contagio bélico en los países limítrofes, demasiados días de olvido de lo que acontece en Ucrania y en otras guerras que hay por el mundo. En fin, unas crisis humanitarias que deberían tener soluciones humanas. ¿Acaso la propia humanidad desea borrar, o no contiene en su estructura, la misión humanitaria? Tras cada guerra se extienden los olvidos, máxime si han tenido celebraciones mundiales teñidas de felicidad material.

¿Y después, si es que esto no tiene un «a continuación…»? Cuando las cámaras se hayan ido a otra guerra y nos desvíen la atención. Nos avisó Wislawa Szymborska en Fin y principio.

Después de cada guerra
alguien tiene que limpiar.
No se van a ordenar solas las cosas,
digo yo.

Alguien debe echar los escombros
a la cuneta
para que puedan pasar
los carros llenos de cadáveres.

Alguien debe meterse
entre el barro, las cenizas,
los muelles de los sofás,
las astillas de cristal
y los trapos sangrientos.

Alguien tiene que arrastrar una viga
para apuntalar un muro,
alguien poner un vidrio en la ventana
y la puerta en sus goznes.

Eso de fotogénico tiene poco
y requiere años.
Todas las cámaras se han ido ya
a otra guerra.

A reconstruir puentes
y estaciones de nuevo.
Las mangas quedarán hechas jirones
de tanto arremangarse.

Alguien con la escoba en las manos
recordará todavía cómo fue.
Alguien escuchará
asintiendo con la cabeza en su sitio.
Pero a su alrededor
empezará a haber algunos
a quienes les aburra.

Todavía habrá quien a veces
encuentre entre hierbajos
argumentos mordidos por la herrumbre,
y los lleve al montón de la basura.

Aquellos que sabían
de qué iba aquí la cosa
tendrán que dejar su lugar
a los que saben poco.
Y menos que poco.
E incluso prácticamente nada.

En la hierba que cubra
causas y consecuencias
seguro que habrá alguien tumbado,
con una espiga entre los dientes,
mirando las nubes.

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