Hierve la caldera de Pedro Botero
Hoy hace justo 10 años, un 8 de octubre de 2013 tras la divulgación de un informe del IPCC, publicamos en este blog La caldera de Pedro Botero. Tal cual la reproducimos a continuación, con pequeñas modificaciones en cursiva. Decía así:
Durante mucho tiempo se ha discutido si el infierno era una metáfora o un lugar. Frente a los descreídos, que negaban toda posibilidad, los más ortodoxos de varias confesiones religiosas defendían su existencia. Creían estos que allí se enviaba a quienes transgredían las normas morales impuestas. En uno de esos lugares subterráneos mandaba un jefe riguroso llamado Pedro Botero. Allí abajo, cocinaba en una inmensa olla a los pecadores. Esa metáfora o lugar pasó de la creencia religiosa a la literatura; Dante Alighieri la describió como nadie. También la idea cobró presencia en la pintura románica, donde el diablo Pedro Botero se hacía omnipresente en forma de llamaradas y castigos. Podrían ser como los que hemos sufrido este verano o aquellos que maltrataron a la gente del Atlas marroquí o la ciudad libia de Derna.
Cuando los científicos y los ecologistas empezaron a hablar del calentamiento global poca gente los creyó. Lo que contaban se veía como algo raro, que sucedía en lugares alejados y no nos afectaba, aunque se conociesen ya deterioros ambientales próximos. Con los años, lo que parecía una metáfora se hace visible en el espacio Tierra, un lugar grande y complejo en el que hasta los incrédulos notan dinámicas atmosféricas errantes. Acaba de conocerse el último informe del Grupo Intergubernamental sobre Cambio Climáticode la ONU (IPCC), en el que han colaborado varios centenares de expertos de 39 países. Como los científicos tienden a ser prevenidos y algo timoratos, quizá en parte por las críticas que han recibido, se guían por certezas y huyen de las conjeturas.
Aun así, les dicen ahora a los representantes políticos, principales destinatarios de su informe, que “es extremadamente probable (95%) que la influencia humana haya sido la causa dominante del calentamiento atmosférico observado desde mediados del siglo XX”. Dicen que el aumento de temperatura es inequívoco (pues se ha mantenido en las tres últimas décadas), que el nivel del mar ha subido 20 centímetros en 100 años, y aventuran que se podría triplicar este aumento de aquí a finales de siglo. Alertan de que si llegase a desaparecer el hielo en Groenlandia se reducirían mucho las superficies emergidas de continentes e islas por todo el mundo. Recuerdan que se vierten diariamente casi 100 millones de toneladas de gases peligrosos a la atmósfera, cual si fuese una cloaca abierta que todo lo engulle. Les apremian a que actúen rápido, porque la diferencia entre este infierno climático y los precedentes sufridos por la Tierra es que el actual sucede a una velocidad mil veces superior. Ahora mismo sus previsiones son más alarmantes. Según un artículo publicado en Scientific American, la mitad de la población mundial enfrentó calor extremo durante al menos 30 días este verano.
Se dice que detrás los boicoteos de diversos parlamentos y gobiernos a tomar medidas contundentes para limitar el cambio climático están grandes multinacionales que ven peligrar sus réditos económicos. El más cacareado es el conflicto americano entre demócratas y republicanos pero el esquema se repite en Europa (negacionistas junto con retardistas frente a los creyentes y colapsistas) y en España (entre derechas e izquierdas). Cada vez que surge un episodio ambiental severo, una noticia impactante que recogen los periódicos, aparecen contrainformes que lo desmienten -ahora mismo las redes difunden que fueron provocadas por desembalses los destrozos que la DANA que descargó por Madrid y Toledo. Nada dicen de las que llegaron muchos pueblos de España). Se asegura estos días que un gran grupo mediático internacional, experto en la manipulación y sentenciado por ello, está detrás de las negaciones del infierno climático. El “verdadero-falso” no hace sino distraernos de la toma de soluciones globales. Lo peor de todo es que cuanto más tarde se actúe, más grande será el problema a resolver y más difícil y costoso conseguirlo; podemos encontrarnos en un punto de no retorno. Aún recordamos las incredulidades sobre el cambio climático de nuestro actual presidente hace 6 años basándose en las conjeturas de su primo. En octubre de 2023 tras la guerra de Ucrania y los anunciados boicoteos al gas ruso se consume más gas que nunca.¿Hacia dónde vamos?
Para hacer entender a los jóvenes alumnos lo del cambio climático empleamos la “metáfora de la rana hervida”, de Olivier Clerc. Dice esta especie de fábula, que podrían haber firmado Iriarte o Samaniego, que una rana disfrutaba nadando en una olla sin saber que el recipiente estaba sobre el fuego. Poco a poco la temperatura del agua subía, lo que provocaba placer al anfibio. Cuando se calentó demasiado, la ranita ya no tuvo fuerzas para salir y murió. Si hubiera notado de pronto el agua caliente, hubiera huido de un salto. A nosotros nos puede suceder lo mismo: un cambio lento no nos impresiona, por lo que lo más probable es que escape a la conciencia.
Se han celebrado varias cumbres climáticas, se han concertado alianzas en torno a los Objetivos de Desarrollo Sostenible pero nada o poco ha cambiado. Lo advierte con claridad en 2023 Antonio Guterres, Secretario General de la ONU: la era del calentamiento global ha terminado, ahora es el momento de la era de la ebullición global. Pronunciaba esta frase después de conocerse que, a nivel global, julio ha sido el mes más caluroso de la historia. Cuando la situación sea irreversible, no sabremos cómo salir de la marmita humeante del infierno que puede ser la Tierra. No entendimos la metáfora y entre todos la estamos convirtiendo en lugar y tiempo vividos. No es pecar de colapsista. Es simplemente una hipótesis teniendo en cuenta muchas variables. Dicho con las palabras de Antonio Guterres en la ONU: la humanidad ha abierto las puertas del infierno. ¿Seguirá allí Pedro Botero?