Yasuní como símbolo inestable de la defensa de la naturaleza

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Puede que a una buena parte de quienes leen estas entradas les haya pasado desapercibida la noticia. Estamos en verano y mandan otras cosas. Pero Yasuní representa la lucha de todo un país por parar un desastre ambiental de la misma gravedad que otros muchos. Querían evitar que la selva se convirtiese en petróleo, un atentado doble por la eliminación de biodiversidad que suponía y por la apuesta continuada por los combustibles fósiles. Ya lo es en parte, pero las petroleras querían más.

Yasuní está en Ecuador. Coincidiendo con las elecciones presidenciales celebradas el 20 de agosto pasado se llevó a cabo un referéndum sobre la protección de la selva de Yasuní, con todas las garantías plebiscitarias de la Corte Constitucional. Casi el 60 % de la ciudadanía que participó en la consulta manifestó su negativa a petrolear aún más la selva. Optó por la protección aunque eso supusiese renunciar a «un puñado de dólares». Yasunidos, el colectivo que lleva diez años luchando por preservar su territorio, celebró su triunfo, el de toda la ciudadanía ecuatoriana.

Pero este símbolo de poder elegir el futuro no está asegurado. El todavía Presidente Lasso no acatará -de momento- el resultado del plebiscito para detener explotación de petróleo en la Amazonía, arguyendo «razones constitucionales». Antes de celebrarse invitaba a los ecuatorianos a pensárselo bien. Si el dinero petrolero no llegaba se suspenderían muchos subsidios. Además añadió que los habitantes de la provincia de Orellana, donde estarían enclavados los yacimientos, habían votado en contra de la protección. Esperemos a ver qué sucede con el acceso en noviembre del nuevo gobierno y las trabas judiciales que merodean sobre este asunto.

En España tenemos ejemplos de la escasa implicación en resolver protecciones ambientales. Las trabas administrativas y de la justicia dejan desnuda a la naturaleza. Por eso se dice que la cultura ecológica es tremendamente inestable incluso en los países formalmente naturalistas. Por citar solo unos casos que deberían avergonzar a quienes mandan: el hotel el Algarrobico en un Parque Nacional, la detracción continuada de aguas del freático de Doñana amenazan con matarla para siempre y ser declarada NO Patrimonio de la humanidad, la muerte biodiversa con envenenamientos incluidos al Mar Menor, el desastre ambiental de Ence celulosa en la Ría de Pontevedra, el negado rastro punitivo que quedó de Aznalcóllar, y así decenas y cientos de agresiones pendientes de resolver. El caso de la macrourbanización de Valdecañas que el Supremo mando demoler ahora es amnistiado por el Constitucional (6 votos contra 5). 

Una cuestión que se debería estudiar: ¿Estarían los partidos políticos y el entramado judicial dispuestos a hacer referéndum vinculante en cada uno de los casos antes expuestos? Habría que pensar el alcance de la consulta: si solo es a quienes allí viven y se aprovechan de una economía con fecha de caducidad por la naturaleza muerta; o se podría hacer una consulta en todo el Estado sobre lo que supone bien colectivo a preservar para generaciones futuras. Sin duda hay que estudiar mucho las formas de protección y tener en cuenta los deterioros que acumulan a lo largo de los años. 

La ambivalencia de la protección de la naturaleza es un signo de los tiempos. Une a la gente en la defensa de lo público, esto es atacado por los poderes públicos. Ciertas conductas escocidas salen indemnes del combate ecosocial. Pensamos algunos que si los poderes públicos, gobiernos y judicatura, no defienden los intereses colectivos, ¿para qué sirven? Atención a la manía antiecológica de los gobiernos PP-VOX. Nos darán más de un susto.

 

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