La tragedia y el odio creciente sacuden varias veces a los inmigrantes

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Asustados estamos de la pandemia de odio que se está generalizando en Europa, en España incluso en los parlamentos y gobiernos regionales. ¿Qué será pasado mañana? España fue mucho tiempo lugar de salida, de búsqueda de una vida mejor. Juanito Valderrama puso canción a las añoranzas pero se dejó olvidado el sufrimiento. La huida, lo que dejan atrás, les hará sentirse extranjeros allá donde vayan, como canta Bunbury.

Hace ya casi seis años que publicamos, tras un verano sangriento, esta entrada en el blog: 6.300: algo más que el número de inmigrantes rescatados del Mediterráneo en un solo día. Es una tragedia humanitaria que lastrará para siempre la ética global. La podríamos publicar cada mes. Podríamos preguntarnos cada día por qué ese odio a los extranjeros. Los detentadores del odio deberían explicarnos sus razones. Nosotros a escuchar con atención aquello que dice Leonard Cohen en Le partisan

Asusta pensar lo que hay detrás de esa gente que va en la barca, que salta al agua en busca de un agarradero que le abra las puertas de la vida. Cuántos de los más de 5 millones que habitan en España llegaron así. Tragedia tras tragedia; aquí encontraron casi siempre exclusiones y odios.

Cada vez aumenta más rápido el número de inmigrantes fallecidos. Han transcurrido seis años y la indiferencia social no deja que entre en su mente la solidaridad. Más bien gana terreno el odio al inmigrante pobre, mal vestido; mucho peor si no es blanco. No si es estrella de un deporte, aunque el odio a los futbolistas negros se especifica en varios campos de España. Es negro simiesco el del otro equipo y es negro admirable el del nuestro, mucho más si mete goles. Asusta pensar lo que habrá detrás de las palabras del señor Abascal asimilando extranjeros y delincuencia. El fomento del odio -estilo Urban en Hungría- es un delito que debería tener responsabilidad penal.

Aunque nada más fuera por egoísmo laboral tendríamos que llamarlos. Dentro de unos años la mano de obra en determinados sectores económicos será casi toda extranjera. Los xenófobos pedirán echarlos aunque se hunda nuestra economía, como en cierta manera ocurrió en algunas zonas de España con los moriscos en 1609 para salvar nuestra identidad política. Qué decir del pensamiento de los europeos-as hace año y medio: sobran inmigrantes.

Caminando fronteras denuncia que 951 personas han perdido la vida en su intento de llegar a España en lo que llevamos de 2023. En su intento de llevar una vida compartida con el continente donde para ellos mandaban la ética y la democracia. Allí donde hoy, suma y sigue, los partidos políticos que quieren expulsar al inmigrante como primera acción política entran en los Parlamentos y Gobiernos -votados por mucha gente que se deja arrastrar por sus mentiras hacia los extranjeros-. Miedo da pensar de qué son capaces los votantes. Unámonos en torno a las palabras de Manu Chao, para evitar llamar clandestino o sin papeles a aquellos que de forma irregular llegan a Europa.

Nos quedamos con la tristeza amable, a pesar de eso reivindicativa, de Georges Moustaki y Zazie en La métèque, con su facha de extranjero, judío errante y pastor griego. Para que hagamos de cada día una eternidad de reconocimiento a los extranjeros, como Nícola di Bari versionaba la canción del griego errante. Sin ellos nada seríamos nosotros. Así decíamos aquí de la contribución de los españoles (y otros extranjeros) al poderío económico de Alemania, Suiza, Bélgica, Francia. etc., hace 50 años. Con pocas secuencias podríamos componer la tragedia de la desmemoria. Pero viene a cuento pensar en los motivos de la caída del Gobierno holandés por querer restringir su política de asilo. 

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