La sed infinita de deseos acuosos, siempre insatisfechos

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Los límites del ser se amontonan con el no ser. Nada es nadie si le falta el agua. La sed pasajera torna en infinita. Lo infinito no se desea con rotundidad ni se sabe qué es. El agua infinita no existe pero la vemos por todas partes en quienes la poseen sin esfuerzo. Será la sed un presagio de algo malo o una prueba para prepararnos para algo distinto. ¡Sed o no sed, he ahí la cuestión! Por ahí hay sed de los pobres que se palía con unos cuantos litros, que nunca llegan a los 60 que se definieron como derecho humano. Sed de los ricos que no pueden ser más ricos porque sienten sed, que no la tienen como los pobres. 

¿Cómo esquivar la sed infinita se preguntaba el poeta? Porque si es infinita no se agota nunca, cual plaga bíblica. ¿Y si no la mandan los dioses de dónde viene? Todo -qué es todo- es un árido desierto donde la vegetación se oculta, o acabó engullida por la sed. La sed infinita que anidó en aquellos cerebros humanos sin sentirla. Como aquel emperador que dijo que no se comparte ni la sed, que rompió el vaso porque estaba seguro de que nunca más sentiría la sed. O aquel otro que no supo nunca lo que era la sed y cuando la encontró la mando encarcelar en pozos exclusivos. O el más previsor que se empeñó en cavar un pozo antes de tener sed. 

Sed en mayo que ni la diosa latinoamericana Direjna (La abuela Grillo) soluciona con sus cantos. Sed en mayo que padece mucha gente, como aquel mezquino que vivía dentro de un río del que no podía beber. La sed de ricos que cuanto más se bebe más se siente. Ya lo dice el refrán: por San Andrés mata tu sed chica, grande o como esté.

Sed que no se considera contenido escolar a pesar de ser experiencia vital.

Sed nada saludable. Sed biodiversa que diezmará poblaciones y alimentos; y aniquilará algunas especies, o muchas. Por cierto el sábado se dedicaba a llamar la atención sobre las aves migratorias, que ahora son menos por el cambio climático y la sequía.

Sed de perdido en el desierto de Forges, de la Aguatinta de El Roto -una galería de la sed humanizada-. Sed de libertad de Alberti, o aquel otro que afirmaba que la sed de verdad es insaciable. Sed africana que no llega a ser sed, pero ojo como migre al primer mundo. Allá que se las apañe. Cómo descifrar aquello que dijo Carlos Ruiz Zafón de que uno no sabe lo que es la sed hasta que bebe por primera vez, a lo que Julio Cortázar le hubiera añadido lo de que la sed está antes que la saciedad y vale mucho más. Si alguien bebe mucho siente más sed que aquel que bebió poco. Padecer la sed nos humaniza pero no nos convierte en seres más humanitarios con aquellos que viven en la sed permanente. La sedienta esperanza de no sentir sed. ¿Comprenderemos de una vez que la sed era esto?

Pero nos quedamos con la belleza infinita de aquello que expresó Amélie Nothomb en Cosmética del enemigo: No sabe lo que significa tener tanta sed y no tener derecho a beber mientras el agua fluye ante la mirada de uno, hermosa, salvadora, al alcance de sus labios. El agua te es negada a ti, que acabas de atravesar el desierto, por la incongruente razón de que no eres de su agrado. ¡Como si el agua tuviera derecho a rechazarte! De la mano vendría García Márquez para recitar aquello de que «después de siete días sin tomar agua, la sed es una sensación distinta, es un dolor profundo en la garganta, en el esternón y especialmente debajo de las clavículas. ¿Alguien se identifica con este Relato de un náufrago, en el que nos hemos movido para llegar a la sed parcialmente provocada por nosotros? Esa sed infinita que siempre la hemos sentido aunque tirásemos el agua. Sed tan grande que se hizo imperio.

2 pensamientos sobre “La sed infinita de deseos acuosos, siempre insatisfechos

    Pedro dijo:
    16/05/2023 at 11:03

    Muy bueno maestro, mis aplausos y vítores!

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