Estos días el agua poema, o no, los bosques
No sé si fue casualidad o la coincidencia fue buscada. Pero el 21 de marzo, el día en el que medio mundo adora la entrada de la primavera -en realidad este año comenzó aquí a las 22:24 del 20 de marzo según el Observatorio Astronómico Nacional, o a las 16:33 del mismo día según el IGN, en ambos casos hora peninsular-, fue elegido como aquel en que nos acordamos de que vivimos gracias a la alianza entre bosques y agua (el día 22 pero aquí lo adelantamos), como si quisiéramos ver en ello algo de poesía emocional o pragmática. En tiempos, en mi clase, sabedores ya de que la primavera meteorológica comenzaba el 1 de marzo en España, se debatía qué era más importante, la una o el otro. Hubo casi unanimidad al asignar a la una la bondad de permitir la vida del otro, y de muchas más criaturas. Alguien recordó que se celebraba también el día de la poesía. Cómo queriendo decir que la primavera abre el tiempo de soñar despertares. ¿También en el Hemisferio Sur, en donde lamentan que su otoño no se comente en este día? Pero primaveras hay muchas, como bosques y aguas. Así tenemos:
La de la lluvia / la del aguanieve
La de las fuentes o la del rocío
La del océano / la del aljibe
La del diluvio o de la cascada
Resuena siempre, por más que no se pronuncie, aquella frase que debería figurar en muchos poemas de «el agua lo inunda todo». Sirve para colocarla majestuosamente en el origen de la vida, moja la vida poco a poco aunque a veces se desborde y acabe con ella; todo un poema de contrastes.
Será la fuerza del destino, si es que lo hay; otro poema por interpretar. Y en el principio de los tiempos fue así: la vida surgió en el agua y con el transcurso del tiempo se salió de sus mares y océanos y ayudó a llenar de bosques algunas zonas de la Tierra. El poema que escribiría la ciencia, que nos descubrió la poética del agua y los bosques. Los bosques «fabrican agua», o la retienen; un prodigio con viceversa. Aparece el destino, es un poema. A veces triste en la vida sin agua de miles de millones de personas; muchas de las cuales perdieron hace mucho tiempo los bosques. ¡Qué decir del agua en el mundo?
Toda el agua del mundo es un abuela
Que nos cuenta naufragios y fragatas
Que nos moja la sed y da permiso
Para seguir viviendo otro semestre
Me suena el eco de que ese mismo día se recuerda a las bibliotecas o a quienes en ellas laboran. Agua y bosques se unieron para formar la biblioteca de la vida, mucho más famosa incluso que aquella de Alejandría que el agua no llegó a socorrer del incendio que se la llevó por delante. Un bosque es como una biblioteca del agua, si la meteorología acompaña. Lo es porque alberga especies muy diferenciadas. ¿Quién se atrevería a afirmar que los bosques son solamente árboles? Son muchas criaturas que interaccionan entre ellas; también agua en el aire y suelo con agua entran en esta ecuación. Sin la una ni el otro no hay bosque, no hay poema que valga para vivir. Hay quien lo llama desierto o estepa, o cielo terrenal que el destino de los humanos no vio.
La crisis del agua incrementada en su virulencia secular por las afecciones del cambio climático, que ha desarticulado aquello que aprendimos en la escuela del ciclo del agua. Va donde menos se les espera y olvida territorios varios sin «esperanza para los 2.100 millones de personas que todavía no tienen acceso a agua potable segura, para 3.600 millones de personas sin acceso a saneamiento seguro; esperanza para 500 millones de personas que siguen practicando la defecación al aire libre y esperanza para 2.300 millones de personas que viven en países con problemas de agua”, diría el poema en prosa de la vida según la ONU. ¿Pero qué aguas mil?:
La del grifo / la mineral / la tónica
La del río / la dulce / la salada
La del arroyo / la del mar / la regia
La de las cataratas / la del pozo
La de Mario Benedetti, que ha circulado en forma de poema cíclico de vida plena de agua por esta entrada. 21 o 22 de marzo, qué más da; el caso es de vivir el agua y los bosques como un poema íntimo.