Ciudadano-a árbol: gracias por mejorar nuestra salud

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Amigo árbol, te llamo así por más que no sepa tu nombre y la familia a la que perteneces. Te debo gratitud, como a otras plantas y seres vivos que te acompañan en la ciudad, con los que interactuamos aunque no seamos conscientes de ello. Me gustaría hacerte un homenaje en representación de todos los ciudadanos que aman los árboles, que se sienten ecodependientes. Te dedico esta entrada, pues no soy nadie para hacer llegar una demanda ecológica al conocimiento de las autoridades. Como Machado, el admirado poeta de los árboles, aprecio la gracia de tus ramas verdecidas, tras un invierno poco amable. Y te sigo recitando el machadiano recuerdo «De los parques las olmedas/ son las buenas arboledas/ que nos han visto jugar,/ cuando eran nuestros cabellos/ rubios y, con nieve en ellos, /nos han de ver meditar».

El árbol, los árboles, son bastante más que sombra en la ciudad. Sostienen en torno a él, ellos, vida de otras criaturas, con o sin función clorofílica.  Forman parte de la ciudad regenerativa en su lucha contra el cemento monocorde. Y mira por donde, sin saberlo o quizás sí, están contribuyendo a que las ciudades sean más inclusivas, seguras, resilientes y sostenibles; que es lo que más o menos dice el ODS núm. 11.

Se cumple aquello de ¿aire limpio?, imposible sin árboles y otros organismos fotosintéticos. La ciudad como paradigma de la contaminación del aire, las zonas verdes empeñadas en disminuir su virulencia; la ecodependencia hecha vida porque no conoce fronteras. Los árboles constituyen/construyen una barrera ante las enfermedades. Conocido es el efecto de la llamada isla de calor -tan estudiado por el catedrático de Geografía José María Cuadrat, al que hay que leer para sostener la metáfora-. Calor acumulado en el asfalto y el hormigón, por la combustión de motores y las instalaciones de aire acondicionado. Dicen que en un día de verano en una ciudad mediterránea la radiación solar puede llegar a calentar el asfalto hasta los 75 ºC y el hormigón a 65 ºC, mientras que temperatura de la hierba no sobrepasa los 42 ºC. Ahí están los árboles y otros vegetales atemperando la temperatura urbana y protegiendo la salud de sus habitantes, desvelando su metáfora.

No más parques grises en la ciudades, se trata de renaturalizarlas como hace tiempo que nos proponen las gentes de Ecologistas en Acción, para lo que habrá que derrotar las limitaciones que imponen las tramas urbanas; verdes contra el gris del cemento. Porque plantar árboles purificadores de aire en la ciudad puede reducir un tercio las muertes por calor  y muchos más beneficios.

Habría que llevar este asunto a las juntas de distrito, a las reuniones de los ediles, al ideario colectivo de los urbanitas. Lo demuestra un estudio de ISGlobal de Barcelona, publicado en la prestigiosa The Lancet, en el cual se puede acceder al resultado de las 93 ciudades estudiadas. Enfatiza un axioma difícil de discutir: planificación, medio ambiente y salud van de la mano. La metáfora hecha vida. Te prometo aprenderme tu nombre y saber más de ti.

 

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