SOS por la infancia: ¿El año más frío del resto de su vida?
Niños y niñas que viven el futuro de hoy, ajenas en parte a lo que se encontrarán a la vuelta de la esquina. Sus sensores de calor marcan temperaturas individuales, suscitan protecciones diferenciadas. El calor es una magnitud convertida en sensación, y ya sabemos que estas maniobras confunden. Por eso, muchos niños y niñas ven mermada su salud, incluso en nuestros países ricos.
Pero quienes estudian las variables de cambio climático dejan a un lado las sensaciones ajenas o propias y evocan el futuro con magnitudes medibles. Ahí está Unicef que acaba de dar a conocer El año más frío del resto de su vida. Proteger a la infancia frente al impacto creciente de las olas de calor. Extractamos varias -algunas son copia literal- conclusiones:
- La rapidez acelerada de la crisis crisis climática nos ha traído por todo el mundo olas de calor cada vez más prolongadas, intensas, extendidas y frecuentes. Estos sucesos no distinguen a quienes los sufren, sean niños o no, tengan sensaciones en un sentido o en otro.
- Se estima que cerca de 559 millones de niños ya están expuestos a esas multiplicadas olas y sus «desperfectos».
- Al paso que vamos, en el año 2050 casi todos de los más de 2.000 millones niños y niñas del planeta deberán soportar olas de calor más frecuentes que ahora. Ocurrirá así tanto si se ha producido en esa fecha el «milagro» de que el mundo haya logrado un escenario de “bajas emisiones de gases de efecto invernadero” (+1,7 ºC de temperatura), como si las elevadas emisiones de GEI han llevado a un calentamiento estimado de + 2,4 ºC.
- Debemos actuar inmediatamente, y eso pasa por protegerlos (adaptando los servicios sociales), prepararlos (para que puedan vivir en una nueva situación climática), priorizar a la infancia y los jóvenes en la asignación de recursos (financieros y de otro tipo relacionados con la crisis climática) y prevenir la probable catástrofe climática (reduciendo drásticamente las emisiones de GEI).
El título del informe avanza lo que es ya realidad y probablemente será verdad absoluta, cuando esa infancia sea adulta. Nos encontramos en el año más cálido desde que hay registros en la mayoría de los países; y eso que la series climáticas ya se teñían de rojo peligroso los años anteriores. Este calentamiento global no es coyuntural, sino que será pronto parte básica de la estructura de la vida. La infancia y adolescencia -en edad adulta dentro de poco- sufrirán y deberán gestionar el calentamiento global. Mala herencia les dejamos. Lo avisaron el 27 de octubre pasado ONU Ambiente (Pnuma) en Emissions gap report 2022 y la Agencia Internacional de la Energía en World Energy 2022 . Las cifras de las emisiones y tendencias descorazonan a quienes piensen un poco en el futuro colectivo.
En el pasado mayo, Unicef llamaba la atención y pedía actuaciones urgentes en su informe de Innocenti, titulado Report Card 17: Lugares y Espacios. Avisaba: El consumo excesivo en los países más ricos del mundo está destruyendo los entornos de la infancia en todo el mundo. Ellos están organizando entornos más saludables para los niños dentro de sus fronteras, pero a la vez están contribuyendo de forma desproporcionada a la destrucción del medio ambiente.
¿Demasiado pesimismo en los informes? Siempre tendrá utilidad si eso es fuente de energía vital transformadora, decía más o menos Pessoa. Pero nos quedamos, adaptado a nuestra intención y sensación, y pensando en los hijos y nietos (Mario y Pablo, Iris y Ramón) propios -tienen la fortuna de vivir en un país rico-, con aquello que para otro menester escribía en La tregua (1960) Mario Benedetti: Ojalá que pasado mañana cada niño, niña o adolescente tanto del mundo pobre como del rico se sientan «a la vez protectores y protegidos, que es una de las más agradables sensaciones que puede permitirse el ser humano».