Ecos de la Cumbre del Clima COP27: la poca etiqueta en los distintivos de movilidad urbana

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Es el momento de recuperar diálogos climáticos. De cosas pequeñas pero a la vez importantes. Al decir de la gente que sabe de esto, los distintivos ecológicos que se entregaron para permitir la movilidad automovilística en determinadas zonas urbanas se han demostrado manifiestamente mejorables, como otras etiquetas ecológicas. Otro tanto pasa con bastantes compromisos de mitigación y adaptación a la emergencia climática.

La etiqueta como vestimenta verde total debería entregarse a aquellos vehículos que en realidad lo sean. Según denuncia Greenpeace, pero también otras organizaciones (consumidores, ambientalistas, etc.), los distintivos de la DGT (Dirección General de Tráfico) dejan mucho que desear, parecen un “quiero pero no me atrevo a”. Ya venía protestando la OCU (Organización de Consumidores y Usuarios) porque la DGT otorga la etiqueta Eco o Cero a ciertos vehículos, y lo viste de etiqueta, mientras que la niega a otros que considera no válidos al honor verde y sin embargo contaminan menos que los primeros que sí que la portan. Dicho chasco sucede porque para la “concesión de la etiqueta solo se tiene en cuenta la tecnología que usan los automóviles y no el impacto real de las emisiones que producen”.

Así, bastantes coches de alta potencia calificados como híbridos no enchufables contaminan más que aquellos coches pequeños que salen de fábrica con los nuevos motores ahorradores. Incluso los híbridos enchufables de gran cilindrada contaminan mucho más, una vez que agotan su batería (pasados unos 40 kilómetros). Pese a ello, gozan de etiqueta verde. Lo cual se nos vende en cantidad de cortes publicitarios en las televisiones, sobre todo por la tarde noche. Los de Greenpeace, activistas comprometidos, colocaron una gran pancarta en forma de etiqueta ecológica delante de la DGT con un texto claro y fácil de aprender: Eco tongo. DGT cambia las etiquetas ya.

Todo viene a cuento de que, al decir de los ecologistas, la DGT se ha plegado a las presiones de las grandes compañías del motor antes que a defender la salud de los urbanitas. Sepan que “los vehículos que funcionan con gas liberan «grandes cantidades» de partículas contaminantes y peligrosas, que según científicos de la salud están asociadas a enfermedades como el cáncer, el alzheimer o enfermedades cardíacas y respiratorias, además de contribuir de manera similar que los vehículos diésel o gasolina a la crisis climática”, según nos cuenta El Periódico de Aragón. 

Aún hay más, bastantes ayuntamientos de ciudades grandes no han sido capaces de delimitar zonas de bajas emisiones circulatorias, y por lo que suena no lo harán a tiempo de cumplir la ley. A pesar de que seguramente la contaminación del aire urbano está detrás de la muerte de unas 10.000 personas cada año en España. Su gestión merece la peor etiqueta. Por eso, no hace falta ir a la Cumbre del Clima de Egipto para saber lo que hay que hacer. Por aquí escondemos demasiados comportamientos en la sima climática. ¿A quién pedir responsabilidades? ¿Qué etiqueta le pondremos a los COP27 pasados unos años?

Reivindicamos desde aquí la celebración de cumbres por el clima urbano en cada ciudad, y después un acuerdo comprometido de todas las ciudades, al menos las grandes en cuestiones de movilidad sostenible. Queda tiempo antes de las elecciones municipales de analizar compromisos y concertar actuaciones. de reflexionar sobre la movilidad urbana y muchas más etiquetas ambientales. Y la ciudadanía repensar lo que significa votar en clave climática.

P.D.: Que no se nos olvide. Hace 20 años se produjo la catástrofe del PrestigeTambién los gestores de entonces se merecen la peor etiqueta, con la letra Z como distintivo permanente. Pero siguieron en la política sin pestañear ante «los hilillos» de chapapote que salían del carguero, que «ni siquiera iban a llegar a la costa».

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