Banderas a media asta por los inmigrantes muertos en travesía

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Algo no funciona en el mundo. No sabes lo que es. Pero ahí está. Fallece cierta persona y todo el mundo se pone a hablar de ello. Imaginamos a sus deudores próximos, familiares o súbditos, apenados y entendemos sus muestras de afecto hacia la figura que durante tantos años los representó. Le dedican parabienes varios, algunos un poco desmesurados pero disculpables si detrás hay dolor por la pérdida.

Algo no funciona en el mundo, al menos en España. Fallece la reina de los británicos y todos los medios de comunicación dedican horas y horas, páginas y páginas, a hablar sobre sus cualidades, el antes y el después o de la importancia que tuvo en la historia mundial. Tampoco se olvidan de los defectillos que han merodeado en su entorno. El resto de las preocupaciones mundiales, las crisis sociales en concreto o el momento clave de la energía y la inflación casi desaparecen. No me imagino quién tendría que fallecer aquí para que motivase tales esfuerzos comunicativos; algunos medios han enviado corresponsales hasta a cruces de caminos por donde va a pasar la comitiva fúnebre. No me malinterpreten, pero semejante bombo y platillo ha convertido el hecho luctuoso en un espectáculo. Por cierto, no se pierdan el artículo Que Dios nos salve de Elvira Lindo publicado ayer en El País.

No se han quedado atrás en la representación (des)interesada algunas CC.AA. o ayuntamientos grandes y pequeños, que han decretado uno o varios días de luto. Solo se me ocurre pensar que sentirán como propio lo que los británicos que habitan por aquí o a la espera de los que puedan llegar por estas muestras de dolor.

Algo no funciona en el mundo, y querría saber lo que es, cuando miles de inmigrantes mueren cada año en su intento de cruzar el Mediterráneo o el Atlántico occidental, también por América, en busca de una vida mejor y los medios de comunicación apenas se hacen eco (unos 3.200 el año pasado que se sepan, pero más que nunca). Lo de poner banderas a media asta ni pensarlo; si al menos se recordara de vez en cuando esta soledad que sufren quienes mueren en el intento o sus allegados (africanos, asiáticos, etc. ) que llorarán su pérdida. ¿Será que sus vidas no valen ni valieron nada, o poco? Me cuesta sentirme cómodo en este mundo espectral y sin emociones con el que se trata a los inmigrantes. Valdría más que circulasen las emociones que nos hiciesen entender los acontecimientos migratorios. También que los medios de comunicación encontrasen espacios para recoger sus penurias, para educar a la ciudadanía en el reconocimiento del papel positivo que pueden representar ya y en el futuro. Y también, aunque sea mucho pedir, que cada 18 de diciembre, Día Internacional de las Migraciones, ondeen a media hasta las banderas de los organismos oficiales en recuerdo de los migrantes muertos sin llegar a su destino soñado.

Será por eso que el aprendiz de filósofo monegrino maldecía: en este mundo infernal no hay beneplácito ni parabienes hacia los anónimos.

¡Descanse en paz la reina allá dónde esté! Junto a los miles de inmigrantes que en todo el mundo pierden la vida en el intento de acercarse al bienestar, que la reina disfrutó a raudales, del que carecen en su lugar de origen.

P.D.: Ayer falleció Javier Marías. Siempre tendremos con él una deuda pendiente quienes aprendimos a escribir algo leyendo sus novelas y tiras. ¡Hasta siempre! Muchos corazones se mantienen hoy y durante unos días a media asta. Nos encontraremos de nuevo en sus escritos.

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